Asia meridional está atrapada en una vorágine de violencia. Todos los países de la región, Sri Lanka en el sur, Bangladesh en el este, Nepal en el noreste, Pakistán en el oeste e India en el centro, viven una pesadilla que se atribuyen entre sí.
Un ataque armado el miércoles contra el equipo nacional de cricket de Sri Lanka en la histórica ciudad oriental pakistaní de Lahore conmovió a este país ya sacudido por regulares ataques suicidas.
Ocho policías pakistaníes murieron y varios más resultaron heridos al tratar de ayudar a los jugadores srilankeses, seis de los cuales fueron lesionados en el atentado.
En el otro extremo de este subcontinente, Bangladesh todavía se recupera del impacto de un amotinamiento de guardias fronterizos en protesta por las condiciones laborales y de salario, que terminó con la masacre de más de 70 oficiales incluyendo a algunas de sus esposas.
Analistas temen que ese incidente pueda provocar otros similares en el resto de la región, donde los soldados están insatisfechos con sus condiciones de trabajo.
[related_articles]
Mientras, India todavía intenta superar el horror de los atentados en la occidental ciudad de Mumbai en noviembre pasado, en los que murieron 180 personas. Las autoridades indias, tras lo ocurrido en Lahore, suspendieron la participación de su equipo de cricket en Pakistán.
Sri Lanka, en las últimas etapas de una gran operación militar contra los separatistas tamiles, que pelean desde hace dos décadas en el norte de ese país insular una guerra de guerrillas por la autonomía, difícilmente haya imaginado que su equipo de cricket sería atacado en Pakistán, un país amigo.
No obstante, los srilankeses dijeron a periodistas tras el atentado de Lahore que habían llegado a la ciudad "bien concientes de los riesgos".
Analistas consideran poco probable que los separatistas tamiles sean responsables del ataque.
El equipo srilankés, que llegó a Lahore para participar de una serie de partidos por cinco días, había salido del hotel y se dirigía al estadio en la mañana del miércoles cuando fue asaltado por hombres armados.
Se informó que los disparos comenzaron desde tres direcciones diferentes cuando la camioneta aminoró la velocidad al llegar a una rotonda cercana al estadio de cricket. Imágenes de televisión mostraban a los atacantes con armas y mochilas tomando posiciones y disparando. Su primer objetivo fue la escolta policial de los jugadores.
Según el conductor de la camioneta, uno de ellos lanzó una granada que rodó sobre el vehículo pero no lo dañó porque explotó más tarde. Los jugadores se lanzaron al suelo de la camioneta, que aceleró para escapar del tiroteo y logró ingresar al estadio.
Fue universal la condena al atentado, que muchos creen se trató de un intento de desacreditar y aislar a Pakistán. Muchos rezan por la recuperación de los jugadores heridos, que fueron llevados en avión a Sri Lanka.
"Eran nuestros huéspedes. Vinieron a Pakistán cuando la mayoría de las personas no están dispuestas a venir", se lamentó un hombre de Peshawar entrevistado por la televisión local.
"Somos una nación amistosa y que ama el cricket. Ahora, ningún equipo querrá jugar aquí", dijo otro transeúnte.
El atentado además podría echar por tierra las aspiraciones de Pakistán de celebrar la próxima Copa Mundial 2011 de cricket, según observadores.
Los atacantes golpearon un deporte que es muy popular en Asia meridional, heredado de un pasado colonial común para todos los países, excepto Nepal, que nunca estuvo bajo dominio de Gran Bretaña. El legado incluye el idioma inglés, una amplia red de trenes y un sistema administrativo similar.
En tiempos normales, un encuentro entre los equipos nacionales de cricket de India y Pakistán podría generar respuestas similares a las de un enfrentamiento en el campo de batalla. Un partido entre estos dos países es llamado en varias partes de India como el "Qayamat" (Juicio Final).
A pesar de esta rivalidad, el amor al deporte unifica. La "diplomacia del cricket" se consolidó en las últimas décadas como una de las formas de contactos permitidas entre los dos pueblos históricamente divididos en la política.
"El cricket no es el hueso de la discordia entre los dos países", dijo a IPS el periodista Gul Hameed Bhatti, editor de deportes del principal grupo de medios del país, Jang.
"Básicamente, el problema son las tensiones entre los dos países, y el cricket se convirtió en la víctima. El incidente lanzó al cricket y a otros deportes a una época oscura. No veo que nadie acepte ahora venir y jugar aquí", señaló.
Bhatti dijo que desde hacía tiempo temía que ocurriera un desastre así por lo volátil de la situación en el país. "Era poco realista pensar que los deportistas podrían permanecer ajenos a esto", añadió.
Tampoco se salvan otras áreas de la sociedad, como la cultura. A comienzos de noviembre, una serie de explosiones en la penúltima noche de un importante festival de artes interpretativas causaron pánico en la ciudad de Lahore. No hubo muertos, pero algunas personas sufrieron heridas leves.
Los artistas, nacionales y extranjeros, realizaron una movilización para hacer que el último día del encuentro fuera un éxito.
Irónicamente, el festival se realizó en un complejo cultural cercano al estadio de cricket Gaddafi, a donde se dirigían los jugadores srilankeses cuando fueron atacados.
La mayoría de las personas "pensaban que nunca atacarían a los deportistas", dijo Bhatti.
Entre ellos estaba el héroe pakistaní del cricket devenido en político Imran Khan, quien poco después de los atentados en Mumbai dijo categóricamente a un diario indio: "No hay problemas sobre la seguridad de los jugadores de cricket en Pakistán. Los terroristas nunca los atacarán porque saben que así perderían la batalla por los corazones y las mentes de la población. Los jugadores están a salvo en Pakistán".