SRI LANKA: Tamiles sin independencia que festejar

Sri Lanka celebra este miércoles 61 años de independencia del Imperio Británico. Pero la minoría tamil no comparte el entusiasmo general porque vive bajo el yugo militar en el atribulado norte de este país insular de Asia meridional.

«Sólo queremos que nos dejen en paz para seguir con nuestra vida», dijo a IPS por teléfono un maestro jubilado desde la septentrional ciudad de Jaffna, controlada por el gobierno. Sus dichos reflejan el sentimiento general de los tamiles del norte.

Los residentes de Jaffna, capital no oficial del norte y dónde comenzó la insurgencia tamil a mediados de los años 70, están desesperados porque sus vidas vuelvan a la normalidad con el fin de la guerra, o al menos de esta etapa del conflicto.

«Este es otro ciclo de guerra y paz en el prolongado conflicto. Tuvimos otros entre 1983 y 1990, 1990 y 1995 y ahora. Parece que podremos recuperar la paz otra vez», señaló un veterano periodista que trabaja en Jaffna.

Tanto el maestro como el periodista pidieron reserva de su identidad por temor a las represalias.
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En su discurso de celebración del día de la independencia, el presidente Mahinda Rahapakse dijo tener confianza de que los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE), que luchan por la autonomía territorial para la minoría tamil desde 1972, serán «totalmente derrotados en los próximos días».

El LTTE se replegó a la selva de Mullaitivu y mantiene de rehén a unos 250.000 civiles cuyas vidas están en peligro a raíz del avance del ejército sobre una franja de territorio de unos 250 kilómetros cuadrados, aún bajo control de los rebeldes separatistas.

La secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, y su contraparte británico David Miliband, pidieron el martes un «alto al fuego temporal» para permitir la evacuación de las víctimas, el ingreso de ayuda y que se vayan los civiles.

Por separado, Estados Unidos, la Unión Europea (UE), Japón y Noruega, que juntos recaudaron unos 4.500 millones de dólares en abril de 2003 para impulsar un acuerdo de paz tendiente a resolver el problema étnico, pidieron a los rebeldes negociar su rendición y evitar un baño de sangre.

El gobierno de Sri Lanka acusó al LTTE de usar a la población civil como escudo humano y declaró que no es responsable de la seguridad de los que permanecen en zonas controladas por los rebeldes.

«Las fuerzas de seguridad asumen la total responsabilidad por la seguridad y la protección de los civiles en las zonas de seguridad, pero no pueden dar las mismas garantías a quienes estén fuera de ellas», reza un comunicado del Ministerio de Defensa divulgado el lunes.

«El gobierno urge a todos los civiles a trasladarse a las zonas de seguridad y declara como los que harán caso omiso de este llamado son integrantes de los cuadros del LTTE, las fuerzas de seguridad no aceptan hacer responsable de protegerlos», añade.

Esa actitud le valió la condena de organizaciones de derechos humanos.

Human Rights Watch (HRW) divulgó una declaración este miércoles en la que sostiene que «eso indica un terrible desprecio por el bienestar de la población civil y es contrario al derecho internacional».

«El gobierno de Sri Lanka sabe de sobra que los civiles son rehenes de los actuales enfrentamientos y que quedaron atrapados en una situación peligrosa», señaló Brad Adams, director de HRW para Asia, y añadió que «muestra una cruel indiferencia al declarar que no deben esperar que su seguridad sea considerada».

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) informó que el hospital de Puthukudiyiruppu (PTK), zona controlada por el LTTE, fue atacado tres veces durante el fin de semana con un saldo de nueve personas muertas y numerosos heridos.

Además, sufrió un cuarto ataque el lunes que dejó tres personas muertas y 10 heridas, lo que obligó a una evacuación parcial del mismo.

HRW también se mostró preocupada porque los insurgentes someten a los civiles a un gran riesgo al impedirles abandonar las zonas de conflicto.

«Los civiles de las áreas controladas por el LTTE no pueden huir de las zonas de combate hacia lugares más seguros controlados por el gobierno», señaló.

«Las violaciones a las normas de guerra no justifica que el otro bando haga lo mismo», remarcó Adams. «El gobierno y el LTTE parecen mantener una perversa competencia por definir quién muestra menos preocupación por la población civil».

Aun si se resuelve la situación de los civiles, el camino hacia la paz está plagado de peligros, según el periodista de Jaffna.

«Le guste o no, el gobierno y sus aliados tendrán que llevar a la mesa de negociaciones al LTTE o sus representantes en el parlamento, la Alianza Nacional Tamil. Además, una solución en el marco del actual sistema de concejos provinciales no funcionará», sostuvo.

El periodista y el maestro coincidieron en que el sistema fracasó en el este, controlado por Colombo desde el año pasado y dónde en elecciones triunfaron ex rebeldes y, ahora, opositores al LTTE, respaldados por el gobierno, le ganaron a la principal agrupación opositora, Partido Nacional Unido y sus aliados.

Un problema que será un obstáculo para lograr una paz duradera es la negación del gobierno a ceder el poder total a los concejos provinciales, creados bajo un acuerdo conjunto entre India y Sri Lanka en 1987 como respuesta a algunos de los reclamos de autonomía de los tamiles del norte y este de la isla, donde son mayoría.

Los concejos provinciales pueden tener su propia policía, decidir sobre el uso de la tierra y pedir más recursos al gobierno central. Nada de esto se cumple porque los sucesivos gobiernos se han negado a delegar esas potestades que siguen siendo competencia de Colombia.

En cierta forma, el sistema de consejos provinciales también fracasó en el sur, donde sus poderes son limitados para gestionar las áreas bajo su control.

«Ni el gobierno ni los legisladores están preparados para delegar esos poderes por muchas razones: el control de la policía puede significar una pesadilla en materia de seguridad si ex rebeldes ingresan a la fuerza, mientras los parlamentarios pueden perder el trabajo y su autoridad si los gobiernos provinciales hacen lo que ellos hacían», señaló un editor de Colombo.

Si los consejos provinciales carecen de esas potestades y el gobierno no encuentra otro mecanismo igualmente efectivo para brindar autonomía a las zonas de mayoría Tamil, seguirá el conflicto, remarcó el periodista de Jaffna.

Esa localidad está bajo control de las fuerzas gubernamentales desde hace años, pero se siguen aplicando restricciones de movimiento, toques de queda nocturnos, decenas de soldados en las calles y ocasionales atentados con bomba perpetrados por los rebeldes.

La mayoría de los tamiles de Sri Lanka comienzan a estar hartos de la guerra y, por primera vez, el apoyo a los rebeldes disminuye, al menos públicamente.

Cientos de personas en bicicleta y triciclos manifestaron el lunes en Jaffna para lograr que el líder del LTTE, Velupillai Prabhakaran, libere a sus amigos y familiares atrapados en Mullaitivu.

La protesta fue organizada por un grupo de ex rebeldes que compiten con el LTTE y sus aliados en el gobierno, pero de todas maneras es un hecho poco común en el norte donde la población apoya a los rebeldes o tiene demasiado miedo para hacer reivindicaciones.

El maestro jubilado cree que éste es un punto de inflexión en el prolongado conflicto. «La gente está harta de la guerra y ahora el LTTE las usa como escudos humanos en Mullaitivu», señaló con amargura.

«Lo que se necesita es una paz duradera sobre la base de algún tipo de sistema federal. De lo contrario, los Tigres tamiles retomarán la lucha», sostuvo.

«Los líderes (políticos cingaleses) del sur deben juntarse para elaborar una solución de paz conjunta para los tamiles, de lo contrario el proceso no funcionará. Ese ha sido el problema a lo largo de los años, donde un grupo del sur propone y el que gobierna dispone», dijo a IPS un abogado de Jaffna.

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