La sociedad paraguaya conmemora 20 años de la caída del régimen de Alfredo Stroessner (1954-1989) en la incertidumbre que entraña la pérdida de hegemonía del Partido Colorado, que se mantuvo 61 años en el poder.
En la madrugada del 3 de febrero de 1989, el general Stroessner se rindió ante un levantamiento militar encabezado por el general Andrés Rodríguez, su consuegro, quien ocupó la Presidencia de la República hasta 1993.
Rodríguez y otros siete jefes militares, autodenominados "Carlos", dirigieron la sublevación que se inició en la noche del 2 de febrero, con el desplazamiento de tropas hacia la capital del país. Tras la rendición, Stroessner fue puesto en un avión rumbo a Brasil, donde murió en 2006.
La proclama del levantamiento constaba de cinco puntos: dignificación de las Fuerzas Armadas, unificación del Partido Colorado en el gobierno, inicio de la democratización, vigencia de los derechos humanos y respeto a la Iglesia Católica.
El pronunciamiento de los sublevados dejaba en claro la continuidad de la asociación de poder entre las Fuerzas Armadas y la Asociación Nacional Republicana (ANR), más conocida como Partido Colorado. Así, el derrocamiento del régimen de Stroessner se produjo desde sus entrañas, lo que marcó el proceso de transición.
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Durante muchos años, la ANR se había mantenido unida en torno a la figura de Stroessner. Pero a partir de 1984, esa unión comenzó a resquebrajarse.
Los puntos referidos a la democratización y al respeto de los derechos humanos acercaban a Paraguay al circuito de los demás países sudamericanos, que a finales de los años 80 ya transitaban sendas democráticas.
Una de las primeras decisiones de Rodríguez fue convocar a elecciones generales el 1 de mayo de 1989, los primeros comicios libres después de más de tres décadas de dictadura. La mayoría de los partidos políticos, inclusive fuerzas de izquierda, obtuvieron reconocimiento legal.
Las libertades públicas comenzaron a regir después del 3 de febrero. Los medios de comunicación clausurados durante el régimen retomaron sus labores y las organizaciones sociales fueron liberadas de la presión policial.
"Hoy celebramos la caída de la dictadura, pero no del régimen en sí. Recién dos décadas después se logró eliminar (del poder) al partido que sustentó a la dictadura", dijo a IPS el sociólogo y ex senador por el Partido País Solidario, José Nicolás Morínigo.
Lo que hoy perdura en la conciencia de la opinión pública es que el gobierno de Stroessner era dictatorial, sin respeto alguno a los derechos humanos ni sociales, sostuvo.
Para la politóloga Line Bareiro, el país se resiste a aceptar que ésta, imperfecta e injusta, es la democracia que ha podido construir la sociedad.
En tiempos de transición a la democracia, lo que se hizo fue desmontar la legislación y los aparatos dictatoriales para dar paso a reglas de juego y estructuras decididas por las fuerzas políticas que interactúan en el escenario nacional, afirma Bareiro en un análisis de coyuntura elaborado para la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay.
"El gran problema de la transición paraguaya era que, a pesar de las libertades, de la institucionalidad electoral durante unos años, de la emergencia de nuevos actores políticos, el partido que fue sostén de la dictadura ganaba una y otra vez las elecciones generales", explicó.
Luego del mandato del general Rodríguez, los civiles retornaron al Palacio de López, sede del gobierno. Siempre de la mano del Partido Colorado, gobernaron Juan Carlos Wasmosy (1993-1998), Raúl Cubas (1998-1999), Luis González Macchi (1999-2003) y Nicanor Duarte (2003-2008).
La victoria de Fernando Lugo el 20 de abril de 2008, un ex obispo católico apoyado por la opositora y heterogénea Alianza Patriótica para el Cambio, constituyó para muchos la culminación del proceso de transición, que abrió paso al afianzamiento del sistema democrático.
"El avance principal es haber podido optar por una alternativa política. En las últimas elecciones, por primera vez, hemos podido hacer la sucesión de un gobierno a otro, luego de elecciones limpias", dijo Morínigo.
En su opinión, se abrió la posibilidad de avanzar hacia un cambio social y económico.
Para el activista por los derechos humanos Martín Almada, víctima de la dictadura de Stroessner y galardonado con el Premio Nobel Alternativo, aún sigue intacto el sistema de corrupción e impunidad.
"Aquellos que nos negaron el derecho a la vida y a la libertad siguen campantes como funcionarios del gobierno, en democracia", dijo Almada a IPS.
Almada preside una fundación de sobrevivientes de crímenes del régimen que, en el marco de la conmemoración de los 20 años de la caída de la dictadura, solicitará al presidente Lugo que cumpla su promesa de luchar contra la corrupción.
Si bien lo considera "liviano", Almada destaca como un avance importante la publicación del informe de la independiente Comisión Verdad y Justicia, en agosto de 2008, que condensó la investigación de las violaciones de derechos humanos cometidas en Paraguay entre 1954 y 2003.
La Comisión, creada por ley en 2003, registró 128.076 víctimas directas e indirectas de la dictadura, de las cuales 19.682 fueron detenidas arbitrariamente, 18.772 sufrieron diferentes tipos de torturas, 59 fueron ejecutadas y otras 337 desaparecieron.
Otro suceso que marcó la vida política de los años de transición fueron las elecciones municipales de 1991, bajo una nueva legislación electoral, en las que por primera vez se eligieron por voto directo las autoridades locales.
En ese mismo año se celebraron comicios para elegir delegados a la Asamblea Constituyente, y el 20 de junio de 1992 se aprobó la primera carta magna con legitimidad democrática.
Hoy el país se debate en protestas sociales, especialmente de los campesinos que reclaman una reforma agraria integral y control del uso indebido de agroquímicos que hacen los agricultores de soja.
Mejorar la situación del país en el plano regional es una de las prioridades del gobierno, por ejemplo renegociando el tratado firmado con Brasil en tiempos de Stroessner para la administración de la represa binacional de Itaipú, sobre el río Paraná, considerado leonino por el presidente Lugo.
Para Morínigo, una herencia de la dictadura es la persistente creencia de que la política es el medio de solucionar los problemas personales y no los del país.
"Cada sector político sigue luchando por defender sus propios intereses, lejos de ese proyecto país que tanto se pregona. Sin embargo, es imprescindible luchar por la soberanía nacional", concluyó.
Con todo, dos décadas después del fin de Stroessner como dictador, el proceso democrático parece consolidarse con el gobierno de Lugo.