El nigeriano Kanayo F. Nwanze fue elegido este jueves presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA). Su mandato se desarrollará en tiempos de creciente incidencia de las mujeres campesinas.
Representantes de 165 países presentes en la reunión de esta agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Roma eligieron a Nwanze frente a otros candidatos de Pakistán, Alemania, Israel, Níger e India.
Los problemas de las mujeres agricultoras se han ubicado, junto con los precios y el cambio climático, entre las prioridades del FIDA.
La fuerza de trabajo femenina agrícola aumentó un tercio en la pasada década, según la agencia. No se sabe cuántas campesinas hay en el mundo, pero sí que 30 por ciento de las pequeñas haciendas de África, por ejemplo, son dirigidas por mujeres.
Con frecuencia, el trabajo de las agricultoras no es reconocido. "En los países en desarrollo, las mujeres hacen la mayor parte del trabajo en las granjas, aunque su papel permanece invisible, sin reconocer y sin registrar en las estadísticas", dijo Annina Lubbock, de la División de Asesoramiento Técnico sobre Género de la FIDA.
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"En África, por ejemplo, las agricultoras producen entre 60 y 80 por ciento de todos los alimentos", calculó Lubbock.
Las mujeres sufren todas las restricciones que afectan a todos los pequeños hacendados: dificultades en el acceso al crédito y a los servicios, falta de dinero para insumos, infraestructura deficiente y mercados pobres, explicó.
Pero, agregó, también sufren otras restricciones específicas de su género.
"Ellas tienen una enorme carga de trabajo, porque combinan su labor productiva con la doméstica y con el cuidado de sus familias", sostuvo Lubbock. "No tienen acceso a los títulos de propiedad ni a servicios" como información sobre precios de sus productos, nuevas variedades de semilla o nuevas tecnologías.
La escasa representación femenina en las organizaciones campesinas acalla la voz de las mujeres, según Lubbock. "Son escuchadas en las bases pero no en los niveles más altos", indicó.
Algunos grupos, como la Asociación de Granjeros Asiáticos para el Desarrollo Rural Sustentable, con sede en Filipinas, procuran cambiar esa situación.
"Nuestros miembros nos dan 'acción afirmativa'", dijo la secretaria general de la Asociación, Estrella Penunia. "Esto se traduce en al menos 30 por ciento de los lugares en la junta de capacitación y en las estructuras de gobierno institucional."
En la Asociación participan nueve organizaciones agrícolas de ocho países asiáticos, las cuales representan a unos 10 millones de campesinos.
En Filipinas y en Corea del Sur actúan organizaciones independientes femeninas que trabajan en paralelo con otras organizaciones de agricultores, dijo Penunia.
"Actúan mucho para que el gobierno responda a las demandas de crédito, capital y acceso a los recursos, trabajando codo con codo con dirigentes rurales masculinos para presionar a los funcionarios", explicó.
Cinco por ciento de los presupuestos nacional y locales de Filipinas deben reservarse a cuestiones de desarrollo relacionadas con el género.
"Pero igual es algo por lo que debemos luchar", dijo Penunia a IPS. "Si nos quedáramos de brazos cruzados, el dinero pagaría gastos en clubes nocturnos y fiestas o cualquier cosa en nombre del género y el desarrollo. Por eso las mujeres estamos allí para hablarle al gobierno, pedirle dinero para agricultura, dinero para capacitación Nos organizamos para presionar, dialogar y negociar."
En Filipinas las mujeres también luchan por el derecho a la tierra. "Cuando el gobierno da títulos de propiedad, sólo hay nombres de hombre en los papeles. Las organizaciones de campesinas reclamaron que constara el nombre de los dos miembros de la pareja y tuvieron éxito", recordó la activista.
Mientras, en India, "el sistema descentralizado de gobierno fortalece a las autoridades locales, que ahora pueden tomar decisiones sobre los recursos", dijo a IPS la finlandesa Eija Pehu, del Departamento de Desarrollo Agrícola y Rural del Banco Mundial.
"El sistema de cuota permitirá a las mujeres participar en el proceso descentralizado de toma de decisiones", agregó.
Los 200 millones de dólares asignados por el Banco Mundial para un programa de apoyo a las pequeñas haciendas en el estado indio de Andhra Pradewsh no servían, al comienzo, para favorecer a las campesinas.
Pero "cuando las autoridades del estado advirtieron que había muchos grupos autogestionados dirigidos por mujeres, alentaron la creación de centros comunitarios de compra de granos, verduras y frutas. Ahora, el programa contempla a las mujeres.