Asif Ali Zardari ha dicho en reiteradas oportunidades desde que asumió la presidencia de Pakistán hace cinco meses que el gran problema de este país es la insurgencia de base religiosa y no India, como se manejaba hasta en la comunidad de seguridad.
Esa insurgencia comprende al movimiento islamista Talibán, a la red extremista Al Qaeda y a otros "combatientes santos" locales, surgidos en la década del 80 durante la ocupación de Afganistán por fuerzas de la hoy disuelta Unión Soviética.
El enfoque de Zardari, el primer presidente elegido por voto popular en una década, difiere claramente de una premisa defendida por los políticos pakistaníes de que el principal enemigo de este país es India.
Desde la independencia del Imperio Británico y la creación de dos Estados en 1947, India y Pakistán libraron cuatro guerras, incluido el conflicto de Kargil en 1999, en la disputada provincia de Jammu y Cachemira, al año siguiente de que ambos países se dotaran del arma nuclear.
"India no es nuestro enemigo", sentenció Zardari.
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El ministro del Interior de Pakistán, Rehman Malik, sorprendió a todos hace poco al reconocer públicamente, aunque tarde, que los ataques de Mumbai (ex Bombay) de noviembre de 2008, en los que murieron 180 personas, habían sido tramados en Pakistán.
También anunció que ocho sospechosos serían procesados, incluidos los tres presuntos cabecillas.
"Quiero garantizar a la comunidad internacional y a todas las víctimas de atentados terroristas que nos tomamos esto en serio", declaró Malik en conferencia de prensa el 12 de este mes en Islamabad. El ministro mostró una copia de las conclusiones de la investigación que luego fueron entregadas a India.
"Es la primera vez que Pakistán reconoce que personas y organizaciones concretas que operan en su territorio fueron artífices de atentados terroristas en India", escribió al día siguiente Siddharth Varadarajan en el periódico The Hindu.
La cuasi confesión desconcertó a muchos indios que estaban casi seguros de que Islamabad nunca reconocería que hubo una conspiración tramada en Pakistán o de que los responsables eran ciudadanos de este país.
El reconocimiento "generó sospechas en la paranoica comunidad de seguridad de Nueva Delhi", señaló Sanjay Kapoor a la revista india Hardnew. "La pregunta obvia que se hacen es: ¿por qué Pakistán cambia radicalmente de política y qué rumbo seguirá su investigación?".
En ese ambiente se cree que el cambio de rumbo de Islamabad obedeció a presiones de Washington, que en reiteradas oportunidades expresó su preocupación porque las tensiones entre ambos países distrajeran a Pakistán de su lucha contra el movimiento Talibán y Al Qaeda.
Washington y Nueva Delhi aplaudieron la decisión, al igual que los activistas por los derechos humanos.
"Tendrían que haberlo hecho hace tiempo", sostuvo Musarrat Hilali, primera mujer en ser abogada defensora en la Provincia de la Frontera Noroccidental, que limita con las áreas tribales pakistaníes en la frontera con Afganistán.
Hilali es ahora presidenta del capítulo local de la independiente Comisión de Derechos Humanos de Pakistán.
"Todo el mundo sabía que los agresores venían de Pakistán", remarcó. "¿Qué sentido tenía negarlo? Si lo hubieran reconocido antes hubieran creado un clima de confianza. Las discrepancias entre ambos países disminuirían si Islamabad asumiera una postura honesta hacia lo que es un problema internacional. Así el mundo dejaría de vernos como mentirosos".
Por ello, "el drástico cambio en la política histórica de negación de Islamabad y su significado no pueden, de ninguna manera, minimizarse. El costo internacional para los dirigentes de dar marcha atrás en este punto aumentó de forma notoria", señaló Varadarajan, al explicar que esa fue quizá la principal razón de la demora.
El gobierno indio ahora tiene que "resistir la tentación de regodearse o de encontrar fallas a las conclusiones de la investigación pakistaní sobre los atentados de Mumbai", y adoptar "un enfoque constructivo" a fin de compartir información y pruebas, añadió..
Algunos analistas tienen esperanzas de que el intercambio de información sea el comienzo de un mecanismo conjunto de lucha contra el terrorismo o la revitalización de uno que existía en el marco de la inoperante South Asian Association for Regional Cooperation (Asociación para la Cooperación Regional de Asia meridional).
Varadarajan sugirió comunicarse "directamente con Pakistán en vez de dejar que la información se filtrara a la prensa, una forma poco sistemática y hasta engañosas" y decretar una urgente "moratoria a la retórica hostil y a declaraciones condenatotrias".
Pero nada cambiará realmente mientras Pakistán siga concentrándose en Afganistán en su afán por desarrollar lo que los políticos llaman política de "profundidad estratégica" y por contrarrestar la creciente influencia india en la frontera occidental de este país, dijo el abogado Kamran Arif en entrevista telefónica con IPS desde Peshawar, la capital de la Frontera de la Provincia Noroccidental donde reside.
"Si Pakistán mantiene su política, las cosas seguirán igual", aseguró Arif. "Afganistán, India y Pakistán están los tres relacionados".
Estados Unidos se incluye en ese círculo, como lo reconoció el enviado especial de Washington a Pakistán y Afganistán, Richard Holbrooke durante su última visita a India.
"Por primera vez en 60 años, vuestro país, Pakistán y Estados Unidos tienen enfrente a un enemigo común, el Talibán, que supone una amenaza directa para nuestros políticos, nuestras capitales y nuestros ciudadanos", declaró Holbrooke, en conferencia de prensa en Nueva Delhi tras la reunión de alto nivel con ministros indios.
Hilali y Arif integraron la delegación de 24 personalidades destacadas que visitó India hace poco bajo la égida de South Asians for Human Rights (ciudadanos de Asia meridional por los derechos humanos), organización no gubernamental creada, entre otros, por la presidenta de Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, la abogada Asma Jahangir.
"Todas las personas con las que hablamos concordaron en que la guerra no es una opción", señaló Arif. "Pero la gente está muy enojada debido a que durante tres días seguidos vieron la cobertura de los atentados de Mumbai en numerosos canales de televisión. También están molestos por la forma en que el gobierno pakistaní y algunos periodistas manejaron el asunto".
Sin embargo, Arif observó dos aspectos positivos.
Primero, en las elecciones estatales tras los atentados de Mumbai, la gente no se volcó hacia los partidos de derecha, que trataron de incitar la histeria por la guerra. Segundo, el enfado de la población no se dirigió contra la minoría musulmana, unos 150 millones de personas, como sucedió en otras oportunidades en que se tensaron las relaciones entre ambos países.
Las relaciones diplomáticas también se mantuvieron, aunque en suspenso pese a las presiones de los partidarios de línea dura.
Por desorganización o por reticencias a mostrar una cara de Pakistán distinta a la de los estereotipos, la prensa india prácticamente ignoró la visita de la delegación pakistaní, según Jawed Naqvi, corresponsal indio para el periódico pakistaní Dawn.
Niqvi criticó a la prensa india por su acotada visión de Pakistán, "feliz de repetir imágenes de un mulá que abogaba por la destrucción de India, si fuera necesario con armas nucleares, en un canal local".
Las comunidades de seguridad de India y Pakistán se basan sobre estereotipos mutuos reforzados por la escuela, la prensa y la industria del entretenimiento de ambos países, a fin de crear la noción del "enemigo" en respaldo del nacionalismo.
Activistas por la paz indios y pakistaníes rechazan esos estereotipos aun a riesgo de ser considerados "traidores" o "agentes antinacionales".
Hilali dijo a IPS que una delegación india visitará este país a fin de mantener "las relaciones entre los ciudadanos de ambos países, que es muy importante".