Las salamandras de Mesoamérica también parecen víctimas de la declinación mundial de especies anfibias, sumando evidencias del cambio ecológico.
"Lo que les pasa a las salamandras y a otros anfibios puede ser una importante lección para los humanos", dijo el investigador David Wake, de la Universidad de California en Berkeley.
Hay cambios globales que están alterando ecosistemas y patrones de enfermedades, creando así nuevos elementos de presión biológica, añadió.
Wake y sus colegas descubrieron que varias especies de salamandras desaparecieron o se volvieron muy raras desde los años 70 en áreas muy estudiadas del occidente de Guatemala y del meridional estado mexicano de Chiapas. Esos hallazgos fueron publicados la semana pasada en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.
Es posible que el cambio climático y las enfermedades hayan causado este declive, pero los científicos no saben por qué, dijo a Tierramérica Wake, uno de los expertos mundiales en salamandras.
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"Ignoramos cuáles son los impactos sobre los ecosistemas locales, pero pueden ser significativos", planteó.
Dos de las especies más comunes de salamandras apulmonadas (familia Plethodontidae) estudiadas en los años 70 por Wake y otros en el occidental departamento guatemalteco de San Marcos, la Pseudoeurycea brunnata y la Pseudoeurycea goebeli, ya no se encuentran.
"Simplemente se fueron", resumió Sean Rovito, herpetólogo de la Universidad de California en Berkeley que entre 2005 y 2007 realizó la investigación de campo con expertos locales.
Parece que se extinguieron poco después de 1978, dijo.
"Los guatemaltecos del lugar que ayudaron a hacer los estudios en los años 70 nos llevaron a las mismas ubicaciones, los mismos restos de árboles, y simplemente no estaban allí", señaló Rovito a Tierramérica.
Los investigadores rastrearon los flancos del volcán Tajumulco, en la costa oeste de Guatemala, y pudieron hallar señales de dos de las tres especies más comunes hace 40 años, mientras que fue imposible hallar incluso rastros de la tercera.
Ésta fue una revelación completamente inesperada. "Pensábamos que las salamandras estaban bien", dijo Rovito.
Además, otras especies presentan muchos menos ejemplares que en el pasado.
En México, la reducción fue más evidente en el cerro San Felipe, una reserva en el sureño estado de Oaxaca, entre las especies que vivían a unos 2.800 o 3.000 metros a la redonda. La más común, Pseudoeurycea smithi, prácticamente desapareció.
Donde otrora se podían hallar cientos en una sola mañana, los investigadores encontraron apenas una o dos en los últimos 10 años.
El problema se extiende hasta ciudad de México. Al norte de la capital, en el Parque Nacional El Chico, ex "paraíso de las salamandras", las poblaciones disminuyeron radicalmente.
Wake observó que las especies que dependen de las salamandras, como la serpiente que se alimenta de ellas, también se redujeron de modo significativo.
En algunas zonas, el hábitat se vio muy alterado en los últimos 30 años por la tala o la expansión agrícola. Pero como la reducción de ejemplares ha sido tan amplia, incluso en áreas protegidas como el guatemalteco volcán Chicabal, los científicos sospechan que la mortandad de anfibios se debe al hongo Chytrid, al cambio climático o a una combinación de ambos.
Desde los años 80 se culpa al Chytrid de las abruptas reducciones de la población anfibia en América. Se trata de un hongo que mata rápidamente y que se expande en oleadas.
Pero las alteraciones climáticas también afectan a los anfibios, que no pueden adaptarse o trasladarse rápidamente hacia zonas más adecuadas.
La mayoría de las salamandras afectadas viven en elevaciones medianas o altas, lo que sugiere que el clima más caluroso las empuja a esas zonas más frescas, pero también más inhóspitas. Si la estación seca dura más de lo normal en los bosques nublados, es suficiente para que esos animales sean más susceptibles al hongo, especuló Rovito.
Las salamandras pasan inadvertidas, excepto para los niños curiosos. Y todavía, en la mayoría de los bosques, hay una alfombra oculta de salamandras que constituyen la mayor parte de la biomasa, más que los pájaros y los mamíferos juntos, dijo Wake.
"No se puede eliminarlas sin causar un profundo efecto en el ecosistema", señaló el científico, que entre 1969 y 1978 realizó investigaciones del hábitat principal de la salamandra en México y Guatemala.
Wake recordó que en los 70 halló muchos miles de ellas por hectárea en San Marcos y otros lugares. El agravamiento de la guerra civil guatemalteca (1960-1996) lo obligó a poner fin a sus observaciones.
El científico guatemalteco Carlos R. Vásquez Almazán, del Museo de Historia Natural de la Universidad de San Carlos, invitó a Wake y sus colegas a volver a los sitios que habían estudiado.
Gabriela Parra Olea, del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, lideró al equipo que regreso a estudiar los sitios mexicanos.
Las salamandras apulmonadas respiran a través de su piel, como las ranas, y pueden encontrarse desde Canadá hasta América del Sur. Aunque no tan estudiadas en los trópicos, "son enormemente importantes en los ecosistemas forestales", dijo Wake.
Por ejemplo, comen muchos insectos. Y en áreas donde han desaparecido las ranas, otras grandes insectívoras, los arroyos terminaron cubiertos de algas, según han mostrado otros estudios, agregó.
Las salamandras constituyen un grupo de especies de gran diversidad, que ha existido durante 150 millones de años. "Y aquí parece que se están extinguiendo apenas en el curso de mi vida", sostuvo Wake. "Sin duda hay algo que está muy mal", concluyó.
* Este artículo fue publicado originalmente el 14 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.