Al reducirse drásticamente la pesca, en las próximas dos décadas puede duplicarse la cría de peces y mariscos, que aporta ya casi la mitad de los frutos de mar que consume la humanidad.
"La acuicultura es el futuro. Será una industria importante en el Sur (en desarrollo) y una de las principales fuentes de empleo e ingresos, reemplazando a la pesca en importancia", según Jason Clay, científico de la filial estadounidense del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) pronostica que el consumo personal de estos alimentos aumentará 1,5 kilogramos por año en las próximas dos décadas, dijo Clay ante 491 participantes en la Cumbre sobre Pescados y Mariscos, celebrada entre el 1 y el 3 de este mes en la occidental ciudad estadounidense de San Diego.
En el encuentro, organizado por el programa Seafood Choices Alliance, pescadores, acuicultores y corporaciones multinacionales, consumidores, conservacionistas y científicos de unos 35 países intentaron responder a la pregunta: ¿la producción acuícola puede ser ambiental y socialmente responsable?
"Tenemos que dejar de buscar culpables y abandonar las actitudes competitivas y polémicas", dijo Michael Boots, vicepresidente de Mercados Sustentables de SeaWeb, organización no gubernamental con sede en Estados Unidos, responsable de Seafood Choices Alliance.
La industria afronta enormes desafíos, y no es el menor de ellos hallar insumos para la cría de peces y mariscos. Un tercio de las capturas mundiales de peces se destina hoy a elaborar harina y aceite de pescado, alimento básico de la acuicultura.
Una solución es ser más eficientes. Cada kilogramo de carne de salmón criado insume hasta cinco kilos de alimento. "En México hay camaroneras que solamente necesitan 1,3 kilogramos de alimento para producir uno de camarón", dijo Clay.
Esa proporción es más sustentable que la producción de proteína animal en tierra firme. "El ganado vacuno requiere 10 kilogramos de alimentos para producir un kilo de carne", comparó.
Pero la acuicultura no puede crecer en base a insumos que dependen de las capturas. Se necesitan fuentes de alimentación en tierra y mejoras para que esta industria pase a ser productora neta de harina de pescado, señaló.
La cría de peces y mariscos se está mudando a mar abierto para evitar múltiples casos de contaminación costera provocada por esta producción.
Una de esas operaciones está a cargo de la empresa Kona Blue Water Farms en Hawaii. Esa compañía se dedica a la cría de un pez local de aguas profundas llamado kamapchi (Seriola rivoliana) en una profundidad de 60 metros, donde los estanques se forman con redes sumergibles.
En las granjas salmoneras, los restos de alimentos y las heces contaminan las aguas circundantes de los estanques y matan toda la vida que hay en ellas, afirman los críticos. Pero con un mejor control de la alimentación y ubicando los estanques de Kona Blue a casi un kilómetro de la costa, en aguas más profundas, se han superado esos problemas, dijo a Tierramérica Neil Anthony Sims, de Kona Blue.
"Cerca de allí hay corales muy controlados y no ha habido problemas", aseguró.
El científico Thierry Chopin, de la canadiense Universidad de New Brunswick, trabaja con la industria salmonera para reducir su impacto y mejorar la rentabilidad criando mariscos y algas en una suerte de "policultura" oceánica.
En las aguas de la provincia de New Brunswick, los criaderos de salmón están rodeados por un muro de mejillones azules (Mytilus edulis) y por otro del alga kelp (Macrocystis pyrifera). Los mejillones filtran alrededor de 50 por ciento de las partículas residuales de las salmoneras, y las algas se desarrollan gracias al exceso de nutrientes del agua, absorbiendo aproximadamente 40 por ciento de éstos, explicó Chopin.
"Tenemos ocho años de datos que muestran que los mejillones y las algas están libres de los antibióticos y pesticidas usados en la cría de salmón", agregó.
También efectivas para limpiar el agua, según Chopin, especies de las profundidades, como los erizos de mar (Paracentrotus lividus) y los pepinos de mar (Isostichopus fuscus) serán necesarias bajo las redes de los estanques para completar lo que llama un sistema acuícola multitrófico integrado.
Es posible que la cría de camarones tenga una reputación aún peor que las salmoneras en muchas partes del Sur en desarrollo. Pero existen camaroneras sustentables, aseveró Héctor Luis Corrales, del Grupo Granjas Marinas SA (GGM) de Tegucigalpa.
Con casi 6.500 hectáreas de granjas y las procesadoras más modernas de Honduras, GGM es una de las plantas camaroneras integradas más grandes del mundo.
"Trabajamos con comunidades locales, las consultamos, formamos asociaciones y las ayudamos", dijo Corrales a Tierramérica.
La empresa brinda financiamiento, equipos y entrenamiento para que las comunidades de las zonas donde operan cuenten con sistemas de agua potable y mejoras en carreteras, clínicas y escuelas, según el ejecutivo.
Tras años de denuncias periodísticas sobre la destrucción ambiental causada por las camaroneras en muchas partes del mundo, algunos grandes intermediarios realizan sus propias auditorías de las operaciones de GGM.
"Nuestros clientes (principalmente en Europa) buscan la responsabilidad social antes que el precio", señaló Corrales, aunque reconoció que no es posible satisfacer a todos.
"Hay organizaciones no gubernamentales locales a las que no les gusta todo lo que hacemos, pero nuestros clientes están satisfechos", aseveró.
* Este artículo fue publicado originalmente el 7 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.