El Príncipe Carlos decidió conocer, en su cuarta visita a Brasil, una iniciativa no gubernamental en la Amazonia que logró reducir casi a la mitad la mortalidad infantil y el analfabetismo, organizando a comunidades pobres para que sustenten su propio desarrollo.
El Proyecto Salud y Alegría (PSA) suma muchos premios, incluso en el exterior, y visitas ilustres, pero la del heredero del trono británico, entre el 11 y el 15 de marzo, ampliará su visibilidad internacional y puede ayudarlo a superar actuales trabas financieras, esperan sus responsables.
Reproducir la experiencia en otros focos de pobreza es el nuevo sueño de Eugenio Scannavino Neto, fundador del proyecto. "Desarrollamos una metodología que puede ser aplicada en cualquier lugar", incluso en las periferias urbanas, "solo dependemos de los recursos", sostiene, pero es barata y presenta resultados en pocos años.
Todo empezó 25 años atrás, cuando Scannavino abandonó las metrópolis —la sureña São Paulo, donde vivía, y Río de Janeiro, donde estudió medicina— para mudarse a Santarém, municipio de casi 300.000 habitantes en la Amazonia oriental, y llevar salud a quienes más la necesitan, de forma innovadora e integral.
Empezó en la alcaldía local en 1984 y 1985, pero optó por crear una organización no gubernamental, el Centro de Estudios Avanzados de Promoción Social y Ambiental, más conocido como PSA, para asegurar la continuidad y la libertad de acción, sin condicionantes partidarias.
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Medidas sencillas de saneamiento, como canalizar el agua y diseminar el uso de cloro para esterilizarla, además de la vacunación y las fosas sépticas con tapas de hormigón construidas con trabajo comunitario, redujeron las muertes infantiles a 27 por cada mil nacidos vivos en las 150 comunidades atendidas por el PSA, que suman 30.000 personas.
En la población cercana no atendida por el proyecto la mortalidad infantil es de casi 52 por mil. Y el analfabetismo de mayores de 15 años es de 5,49 por ciento en las comunidades del PSA y de 11,27 por ciento en las demás.
El nombre del proyecto sintetiza su metodología. La salud es el eje de las acciones, identificada como problema principal en los diagnósticos participativos. Pero es un concepto amplio, pues comprende ambiente, educación y seguridad alimentaria, por eso exige un desarrollo económico sustentable. La alegría y la comunicación son instrumentos decisivos.
La alegría se personifica en Paulo Roberto de Oliveira, más conocido como Magnolio, su nombre de payaso. Comanda el Gran Circo Mocorongo, que moviliza a las comunidades y enseña cuidados de higiene y prevención de enfermedades, con la risa. Sus chistes y juegos colectivos evitan que la gente se duerma o se aburra en las reuniones que él conduce, como uno de los tres coordinadores generales del PSA.
También de São Paulo, Magnolio estudió derecho, servicio social y educación física. Fue profesor desde enseñanza básica a universitaria, hasta que Scannavino lo invitó al proyecto como responsable pedagógico. Antes, había hecho un curso de artes circenses junto con su hermano, en el que aprendió acrobacias, equilibrismo, malabares y humor.
La circense una profesión que uno puede ejercer incluso siendo anciano, pero hay que aprenderla temprano, arguyó el abuelo que les recomendó el circo. La dupla de hermanos tuvo éxito ejecutando números de payasos acróbatas, pero luego se separó, y Magnolio se quedó en Santarém. Mocorongo es un circo activo, sin separación entre actores y espectadores, que también expresan sus ideas en el lenguaje circense, aclaró el "payaso ecológico". Niños y adultos se pintan los rostros y participan del espectáculo. Todos y todas son artistas y todo el personal del PSA ejecuta en algún momento alguna rutina circense.
Mocorongo es el gentilicio de los nacidos en Santarém, municipio del norteño estado de Pará, donde se encuentran las aguas de los ríos Amazonas y Tapajós.
El proyecto apela también a métodos del Teatro del Oprimido, o de la calle, formulado por el dramaturgo brasileño Augusto Boal. Las situaciones teatralizadas enseñan a prevenir enfermedades o a usar el suero casero contra la deshidratación, por ejemplo.
Decenas de hombres corriendo hacia un círculo de mujeres retratan la disputa entre los espermatozoides, en la que solo el campeón fecundará al óvulo. Es parte de la educación sexual que busca evitar enfermedades de transmisión sexual, como el sida.
Esa forma divertida de educar para la salud y la ciudadanía hace que la gente espere el regreso del barco "Abaré", el hospital móvil e instrumento más visible del PSA, que periódicamente navega de una comunidad ribereña a otra, para prestar asistencia médica y odontológica, vacunación, planificación familiar y hasta pequeñas cirugías.
El PSA es un "gran proyecto de educación" en salud, en economía y en gestión de los intereses locales por la propia comunidad, pero la educación es la dimensión más importante, define Magnolio.
El proyecto se estructura en programas de salud comunitaria y economía forestal y la trilogía educación, cultura y comunicación. Todos convergen en la organización comunitaria, objetivo que asegura el desarrollo de las comunidades bajo su propia gestión, según Scannavino Neto.
Su hermano, Caetano Scannavino Filho, también coordinador general del PSA, pero volcado a funciones administrativas, considera a la economía el "mayor desafío actual" del proyecto, por la dificultad de generar ingresos de forma sustentable para toda la población.
Los recursos naturales, como peces y bienes forestales, se hacen escasos, y limitan las actividades extractivas, mientras soluciones como la agroecología demandan muchos años para consolidarse, y "nadie financia a tan largo plazo", arguye. Procesar los frutos para agregar valor exige tiempo, energía y capitales no muy disponibles en la región, acota.
El PSA actúa en el bajo río Tapajós y en su afluente Arapiuns, cerca del Amazonas. Las comunidades beneficiadas son ribereñas y viven en dos áreas de conservación ambiental donde pueden aprovechar los recursos naturales, pero de forma limitada por la sustentabilidad.
Las casas de las aldeas son sobre todo de madera, y se erigen alejadas de los ríos para evitar inundaciones. El nivel del bajo Tapajós sube más de seis metros en época de lluvias, sumergiendo las playas y empujando el turismo al segundo semestre del año, durante la temporada del estiaje.
Organismos gubernamentales construyeron aquí muchas viviendas de ladrillos y cemento para evitar el uso de madera, pero son casas criticadas por ser muy cerradas, contrariando la arquitectura local, y no ayudan a soportar el calor.
La población local de "caboclos" (de cultura forestal y mestizaje indígena) "no tiene mentalidad emprendedora", un carácter agravado por los amplios programas oficiales de transferencia de ingresos, y su tradicional "modo de producción es insustentable", pues se basa en la quema de bosques y el cultivo de mandioca, "que exige mucho trabajo y vale poco", opina el italiano Davide Pompermaier, incorporado al PSA hace 15 años.
Pero el Núcleo de Economía Forestal que Pompermaier coordina ha obtenido resultados en el fomento de las artesanías, el ecoturismo comunitario, la producción agroecológica y la generación eléctrica, especialmente la solar. Su orientación es "invertir en los jóvenes para cambiar la mentalidad" y producir más alimentos de forma sustentable.
Santarém fue gobernada por una mujer en los últimos años y los Sindicatos de Trabajadores Rurales incorporaron a sus nombres la palabra "Trabajadoras", reflejando avances hacia la igualdad de género en la región. Pero el PSA sigue tratando la cuestión de la discriminación femenina, especialmente en relación a la niñez.
La juventud de la zona se moviliza y gana nuevos horizontes principalmente a través del programa de Educación y Comunicación (Educom) del PSA. La Red Mocoronga de Comunicación involucra a 350 de jóvenes en radios comunitarias, producción y distribución de pequeños periódicos, vídeos y programas de televisión.
Los telecentros culturales, seis ya implantados y cinco en proceso, potenciaron la comunicación y la movilización. Son casas ecológicas de madera, de dos pisos, el primero abierto para reuniones y actividades culturales, mientras el segundo se dedica a la inclusión digital.
Fabio Pena, de 29 años, es un símbolo del PSA. Empezó participando de actividades a los 10 años en su comunidad a orillas del Amazonas, a tres horas de navegación desde la ciudad de Santarém. Hoy, graduado en pedagogía, coordina el Núcleo de Educom.
"Nuestro trabajo es crear oportunidades de aprendizaje e inclusión de las nuevas generaciones de ribereños", para que tengan una vida mejor en la propia comunidad, y el éxodo a las grandes ciudades no sea la única alternativa, explica Pena. Hoy varios jóvenes presiden asociaciones comunitarias.
Las novedades tecnológicas, como los telecentros y los vídeos, condujeron a los jóvenes a rescatar la cultura local, al contrario de lo que se temía, que terminaran seducidos por la modernidad urbana, destacan los directivos del PSA.
Elis Lucien Barbosa empezó como voluntaria, y hoy hace parte del equipo de Educom. Está orgullosa de ser buena "payasa", apoya las publicaciones comunitarias y los blogs, que se multiplicaron en los telecentros. Como profesora, le preocupa influir "indirectamente" en las escuelas a favor de una enseñanza más atractiva y adecuada a la realidad local.
Mónica de Almeida, de 20 años, es una líder formada en la Red Mocoronga y es una productora de vídeo capacitada en Suecia, en la Escuela Nórdica de Vídeo Participativo, que periódicamente envía a Brasil un equipo para dictar talleres con jóvenes del PSA.
Hoy, Almeida coordina en Belterra, municipio vecino de Santarém, "el telecentro que trajo la era de Internet a la ciudad", al capacitar a más de 700 personas en sus cursos, sostiene. Antes, los cibercafés quebraban por falta de usuarios, explica. Además, produjo cinco vídeos, sobre temas como embarazo adolescente y desempleo juvenil, y ofreció talleres sobre blogs colaborativos.
Estas jóvenes representan la continuidad del desarrollo local promovido por el PSA, confía el fundador del proyecto, Scannavino Neto.