ALIMENTACIÓN: No alcanza con soluciones rápidas

Casi cinco millones de niños mueren por desnutrición en el Sur pobre cada año antes de cumplir los cinco de edad. La asistencia alimentaria, pródiga en carbohidratos poco nutritivos, no sirve para paliar la falta de una dieta diversa.

La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) urgió a los gobiernos a mejorar la calidad de la ayuda al mundo en desarrollo y a alentar la seguridad alimentaria.

Pero también es preciso invertir en la agricultura de pequeña escala en los países africanos para afianzar la autonomía alimentaria y combatir la desnutrición en el largo plazo.

Más de 20 millones de niños sufren malnutrición severa en los países pobres. La mitad de los 9,7 millones de muertes de menores de cinco años tienen esa causa, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Costará 5.000 millones de dólares, solamente en un año, alimentar a los menores de tres en los países en desarrollo, señaló MSF.
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La malnutrición es sólo una cuestión de cantidad, sino de calidad. Es particularmente grave en áreas como el Sahel africano, donde los niños carecen de una dieta diversa en minerales, proteínas y vitaminas.

En muchos países en desarrollo, las familias dependen en exceso de alimentos como el maíz, el mijo y el sorgo.

"El primer Objetivo de Desarrollo de la ONU para el Milenio, reducir a la mitad la pobreza y el hambre para 2015, y el cuarto, reducir dos tercios la mortalidad infantil para 2015, están fuertemente ligados. El hambre influye directamente sobre la mortalidad infantil", dijo el gerente de programas de MSF, Huub Verhagen.

"Además, la malnutrición es mundialmente subestimada como problema, y ni siquiera es específicamente mencionada como una de las causas de la mortalidad infantil en los Objetivos", agregó.

Esos objetivos, definidos en 2000 por la Asamblea General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), incluyen reducir a la mitad la proporción de personas que padecen pobreza y hambre respecto de 1990, garantizar la educación primaria universal, promover la igualdad de género y reducir la mortalidad infantil y la materna.

También figuran entre las metas combatir el sida, la malaria y otras enfermedades, asegurar la sustentabilidad ambiental y fomentar una asociación mundial para el desarrollo, todo esto con 2015 como fecha límite.

Proporcionar cualquier alimento para llenar el estómago de los hambrientos no es suficiente para solucionar el problema. La asistencia alimentaria debe ser diversa para formar una base nutricional sana, recuperar la fortaleza de quienes sufrieron hambre, ganar peso y reconstruir su musculatura.

Pero la mayor parte de la asistencia que actualmente se envía a regiones de hambre y pobreza generalizadas se compone de alimentos producidos con cereales, ricos en carbohidratos pero pobres en vitaminas, que fueron desarrollados hace más de 30 años.

Esos alimentos "están completamente por debajo del estándar, porque carecen de los nutrientes y las proteínas correctas que necesitan las personas desnutridas", explicó Verhagen.

También sugirió que los gobiernos y las agencias de asistencia se concentren en alimentos muy nutritivos especialmente producidos para que los desnutridos se recuperen con rapidez.

POR DEBAJO DEL ESTÁNDAR

En gran medida, el hambre y la malnutrición en África siguen sin resolverse por motivos políticos, explicó Verhagen. Los gobiernos se resisten a reconocer el alcance del problema y no están dispuestos a invertir en asistencia porque "los alimentos son un tema políticamente delicado".

"A menudo el hambre parece financieramente irresoluble, así que los gobiernos intentan barrerlo bajo la alfombra. No quieren atraer la atención mundial sobre el hecho de que son incapaces de alimentar a sus poblaciones", sostuvo.

El gobierno de Nigeria, por ejemplo, ha prohibido que MSF analice la desnutrición en el país.

En última instancia, el hambre no se evita brindando asistencia alimentaria de alta calidad, sino permitiendo que la gente se alimente a sí misma, a través de inversiones en la agricultura local.

"La asistencia alimentaria es una forma necesaria de alivio de emergencia, pero debería ir más allá de una solución rápida. Necesitamos desarrollar políticas económicas de largo plazo para abordar el problema", agregó Verhagen.

Desafortunadamente, éste no ha sido el caso en las últimas dos décadas.

"Hubo una importante reducción de la asignación de fondos a la agricultura, pese a que en el mundo hay más de 1.000 millones de hambrientos", dijo Laurent Thomas, director de operaciones de emergencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

"La malnutrición se ha vuelto una emergencia crónica", agregó Thomas. Se necesitan 30.000 millones de dólares anuales para combatir el hambre en el mundo, pero esa inversión no se ha procesado, observó.

EMERGENCIA CRÓNICA

Hubo pocos avances en el aumento del apoyo a la agricultura, especialmente a pequeños campesinos de países pobres, y ninguno en el incremento de producción alimentaria. "Si queremos reducir el hambre, eso es lo primero", dijo.

"Los programas como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) hoy no son factibles porque llevan alimentos a los países de un modo muy costoso", coincidió Pio Wennubst, segundo de la delegación de Suiza ante esa agencia de la ONU, la FAO y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA).

"Ese dinero podría invertirse en agricultura, para que la gente cultive y coma alimentos producidos localmente", afirmó.

Los programas internacionales de asistencia necesitan incluir cláusulas de protección a la agricultura de los países en desarrollo, particularmente la de pequeña escala, y volverlas sostenibles, explicó.

Más de 80 por ciento de la tierra agrícola en el mundo es cultivada por minifundistas con menos de dos hectáreas, según el FIDA.

Pero esos campesinos, en su mayoría mujeres, por lo general carecen de acceso a irrigación, infraestructura y mercados para distribuir y vender sus productos. Además, debido a la discriminación de género, con frecuencia las mujeres no obtienen los títulos de sus propiedades ni acceden a préstamos y recursos.

Como consecuencia, sus rendimientos y sus ventas son muy reducidos.

"La agricultura de pequeña escala tiene rostro de mujer", dijo la consejera sobre género y seguridad alimentaria doméstica del FIDA, Annina Lubbock.

"Las mujeres producen entre 60 y 80 por ciento de los alimentos del mundo, aunque su trabajo sigue sin ser reconocido", agregó.

Thomas coincidió. "Paradójicamente, la mayoría de los hambrientos son quienes producen los alimentos. Para abordar las causas de la crisis alimentaria, necesitamos apoyar a los cultivadores de pequeña escala y a los dueños de animales de cría", dijo.

Los gobiernos y las agencias de asistencia necesitan implementar políticas y programas de largo plazo que busquen aumentar la capacidad de producción de los agricultores, reclamó.

"La buena noticia es que la reciente crisis creó una renovada conciencia internacional en torno de la importancia de la producción alimentaria local, y no tanto en construir redes de seguridad", concluyó.

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