AFGANISTÁN: Puja interna en gobierno de EEUU

El presidente Barack Obama se prepara para aumentar el despliegue de fuerzas militares de Estados Unidos en Afganistán, pero su gobierno sigue sin llegar a un acuerdo básico sobre la estrategia en ese conflictivo país.

Altos funcionarios parecen, incluso, empantanados en un continuo debate sus objetivos bélicos precisos, siete años después de que fuerzas encabezadas por Washington expulsaran de Kabul al movimiento islamista Talibán, que controló la mayoría del territorio afgano entre 1996 y 2001.

Las discordancias se deben a que la situación allí se deteriora. El Departamento (ministerio) de Defensa ha perdido las esperanzas, abrigadas por el gobierno de George W. Bush (2001-2009), de que se instaurara en Afganistán una democracia floreciente. Las expectativas son, ahora, mucho menos ambiciosas.

Eso quedó en evidencia la semana pasada, cuando el secretario (ministro) de Defensa Robert Gates recomendó al Congreso legislativo ser "muy cuidadoso en la naturaleza de los objetivos" que el país se fije para Afganistán.

"Si establecemos la meta de crear allí una suerte de Valhalla de Asia central, perderemos, porque nadie en el mundo tiene tanto tiempo, paciencia y dinero" como para lograrlo, dijo Gates al Comité de Servicios Armados del Senado.
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El funcionario dijo avizorar un "largo camino" para lograr, incluso, objetivos mínimos. El temor a que Afganistán se convierta en "un nuevo Vietnam" donde Estados Unidos se empantane en una guerra imposible de ganar se renueva en los medios de comunicación.

De hecho, la nota de portada en la última edición de la revista Newsweek se titula: "El Vietnam de Obama". En el informe, los periodistas John Barry y Evan Thomas, acotan: "La analogía no es exacta. Pero la guerra en Afganistán comienza a parecer perturbadoramente familiar".

Evaluaciones hechas públicas por Gates y subordinados suyos han sido nefastas.

El Pentágono informó el lunes que en el último semestre del año pasado se registraron en Afganistán "los niveles más elevados de violencia" desde 2001, y que en todo 2008 fueron asesinados 132 militares estadounidenses, ante los 82 de 2007.

"Todos ustedes han cubierto las noticias en Afganistán durante un tiempo suficientemente largo como para saber que la situación allí se vuelve más peligrosa cada día", dijo la semana pasada en Washington el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Michael Mullen, en conferencia de prensa.

"Los ataques suicidas y con artefactos explosivos improvisados están en alza, algunos dicen que incluso 40 por ciento respecto del año pasado", continuó. "El Talibán muestra osadía al sembrar el terror e intimidar al pueblo afgano. El flujo de insurgentes más allá de la frontera con Pakistán continúa."

Unos 33.000 soldados estadounidenses se encuentran en Afganistán, junto con otros 30.000 de otros países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Entre ellos, sin embargo, sólo los británicos, canadienses y holandeses se dedican a pleno al combate en áreas de predominio étnico pashtún, en el este y sur, donde el Talibán y sus aliados son más fuertes.

Los comandantes en el terreno, dirigidos por el general estadounidense David McKiernan, pidieron otros 30.000 soldados de esta nacionalidad para los próximos seis a nueve meses, cifra que Mullen reiteró en la conferencia de la semana pasada.

Gates fue más cauteloso. La semana pasada, ante los senadores, consideró probable que en los próximos seis meses se desplieguen entre 10.000 y 12.000 soldados, o las dos o tres brigadas que Obama dijo que eran necesarias durante su campaña presidencial.

Al mismo tiempo, se mostró "profundamente escéptico" sobre ulteriores aumentos de la presencia militar, y que espera una mayor actividad del ejército afgano (actualmente de unos 100.000 efectivos) y de la policía.

El nuevo gobierno estadounidense también espera que otros miembros de la OTAN, reiteradamente presionados por el gobierno de Bush para dar más apoyo, proporcionen más soldados para combate y entrenamiento de las fuerzas afganas.

La semana próxima viajará a Munich una delegación encabezada por el vicepresidente estadounidense Joe Biden, el consejero de Seguridad Nacional, general James Jones, y su representante especial en Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke.

Los representantes asistirán en la ciudad alemana a la primera de una serie de reuniones internacionales que concluirán en abril con la cumbre del 60 aniversario de la OTAN en Estrasburgo, donde esperan conseguir nuevos compromisos.

Pero pese a las expectativas que despertó en el exterior la elección de Obama, el público de Canadá y Europa se opone a nuevos despliegues, según encuestas. Analistas prevén que Estados Unidos no logrará la respuesta que desea.

Mientras, Holbrooke, el jefe del Comando Central de las fuerzas armadas estadounidenses (Centcom), general David Petraeus, y el próximo embajador en Afganistán, general retirado Karl Eikenberry, prevén concluir en abril una evaluación de la estrategia de Washington en ese país.

Los funcionarios tienen la misión de definir los objetivos a corto y largo plazo en Afganistán y elaborar una estrategia para lograrlos.

El objetivo sobre el cual prácticamente hay consenso de todos los políticos y analistas fue expresado por Gates en la audiencia de la semana pasada: "Impedir que Afganistán sea usado como base para que terroristas y extremistas ataquen a Estados Unidos y sus aliados."

Pero no existen acuerdos sobre cómo logar incluso ese objetivo mínimo, dadas los escasos recursos y el uso por parte del Talibán de bases en áreas fronterizas de Pakistán.

Por ahora, la prioridad es, para la mayoría, incrementar la seguridad para la población civil, en particular en áreas pashtún, donde el Talibán es más fuerte.

También se considera indispensable presionar al gobierno del presidente Hamid Karzai para que acabe con la corrupción y al ejército pakistaní para que combata eficazmente en su territorio al Talibán y a la red extremista Al Qaeda, que lidera el saudita Osama bin Laden.

Sin embargo, reina el escepticismo entre los críticos, que suelen comparar la situación de Iraq y la de Afganistán. Si se sumaran 30.000 soldados a los ya apostados en territorio afgano, la proporción entre tropas y población allí sería mucho menor que la del iraquí, e incluso muy inferior a la recomendada por los expertos en contrainsurgencia.

Tampoco hay coincidencias sobre la manera de desplegar esas tropas: si cerca de la frontera con Pakistán, bloqueando las rutas de suministro e infiltración, o en ciudades, pueblos y aldeas, para garantizarle "seguridad" a la población, como supuestamente se hizo en Iraq.

En un informe difundido el martes por el Fondo Carnegie para la Paz Internacional, el experto francés en cuestiones de Asia meridional Gilles Dorronsoro advirtió que sumar soldados sería contraproducente.

La sola presencia de uniformados extranjeros en áreas pashtunes alimenta el resurgimiento del Talibán, y la mejor manera de debilitarlo es reducir los enfrentamientos armados, sostuvo.

En ese sentido, "la única manera significativa de frenar la insurgencia es comenzar a retirar tropas", concluyó Dorronsoro, quien también propuso desvincular al Talibán de Al Qaeda, cuyos remanentes se han refugiado mayoritariamente en Pakistán.

"Estaremos en una posición mucho mejor de combatir a Al Qaeda si no debemos combatir a los afganos. Tenemos que dejar de luchar contra el Talibán, porque es el enemigo incorrecto", dijo.

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