TODAS LAS CRISIS DEL 2008 AFECTAN A LOS PAÍSES POBRES

El 2008 ha sido un año de crisis mundiales. Todas ellas están interrelacionadas y representan una fuerte amenaza para la estabilidad internacional. La crisis de los combustibles a principios de este año hizo que los precios del petróleo ascendieran vertiginosamente. La crisis alimentaria, provocada por una combinación de problemas climáticos (fundamentalmente sequías) y por la inflación de los precios locales de los alimentos, ha llevado a millones de personas a la pobreza y al hambre. Y más recientemente, la crisis financiera golpeó las economías globales, empujando a los gobiernos de los países desarrollados a destinar más de dos billones de euros a sus bancos a fin de estabilizar al sistema financiero internacional. De forma bastante extraña, esos mismos países están ahora teniendo dificultades para cumplir con sus compromisos como donantes y para reunir los 100.000 millones de euros establecidos para la asistencia anual al desarrollo.

Véanse las cifras involucradas: Estados Unidos movilizó cerca de un billón de dólares en fondos de garantías y fianzas para el rescate financiero y el paquete de rescate del Reino Unido es de por lo menos 400.000 millones de libras. En comparación, se estima que podríamos erradicar la pobreza mundial en dos años con 700.000 millones de euros de ayuda al desarrollo.

Muchos de los países más vulnerables son fuertemente dependientes de la Asistencia Oficial al Desarrollo (AOD), pero las predicciones prevén una disminución en más del 30% debido a la crisis económica. En 2007, la AOD sumó 117.500 millones de dólares, la mitad de la cual provino de los países de la Unión Europea (UE). Pero, pese a su liderazgo entre los donantes, en el mismo año la UE experimentó una ligera disminución en la asistencia al desarrollo.

La crisis financiera sobrevino cuando los países en desarrollo estaban ya batallando desesperadamente para contener el encarecimiento de los alimentos y los combustibles. Los disturbios motivados por el hambre que se produjeron en Haití, Costa de Marfil y Camerún a principios del 2008 son una prueba del hecho de que la pobreza extrema cataliza la angustia y la violencia. La distribución de los recursos financieros nunca antes fue tan desigual, con un 10% de la población mundial que actualmente posee más del 80% de la riqueza, mientras que la mitad más pobre tiene menos de 2%.

Aunque la crisis económica comenzó en los países más ricos, sus efectos serán más tangibles en el mundo en desarrollo. Aparte de los recortes en inversiones de ayuda exterior, la crisis del crédito tendrá sus principales efectos en las remesas de dinero de los emigrantes. En países como Zimbabue y Somalia, el dinero enviado por parientes que viven en el exterior es un salvavidas para millones de personas y a menudo su única fuente de sustento.

La recesión económica pone en evidencia que la actual arquitectura financiera es frágil e insatisfactoria. Los llamados internacionales a favor de la reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial -que llegan con retraso- deben ser instrumentados con particular precaución, de modo que sean garantizados el crecimiento económico sostenible y la prosperidad compartida.

Las cuotas de votación dentro del FMI reflejan los desequilibrios socioeconómicos existentes en el mundo. Los países emergentes tienen escasa influencia dentro del FMI. Por ejemplo, tienen más votos Bélgica, Luxemburgo y Holanda que Brasil, China e India. Dado el importante papel que el FMI juega en el mundo en desarrollo, es inevitable una redistribución de las cuotas de votación.

La liberalización del comercio es otro factor vital para el crecimiento económico y la sostenibilidad en los países en desarrollo, que al mismo tiempo puede tener un impacto positivo en la integración regional y en la gobernabilidad. Por ello, es de suma importancia concluir con las negociaciones en curso de la Agenda de Desarrollo de Doha de la Organización Mundial del Comercio, tomando en consideración los diferentes intereses y necesidades de los países en desarrollo.

Contra este telón de fondo, es necesario hallar nuevas fuentes para la financiación de la ayuda al desarrollo. Un ejemplo es la largamente discutida Tasa Tobin, una tasa impuesta a las transacciones monetarias. Éste debería ser el punto de partida de un debate para obtener los fondos adicionales para las necesidades internacionales urgentes derivadas de las crisis.

La crisis financiera ha sido una sacudida para las economías mundiales, pero también puede ser la chispa para encender nuevas ideas para la política de desarrollo. Por más daños que esta crisis está causando, también proporciona una oportunidad única para crear un sistema que refleje mejor las exigencias de los países en desarrollo. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Louis Michel, comisario para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea.

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