«Yo tenía pena (vergüenza) de llorar», confiesa Alejandro López, un fornido cubano que hace un año decidió romper con la violencia y apartarse de los estereotipos de la masculinidad, contrarios a la expresión de sus emociones y sentimientos.
"Ahora le digo a la gente: desinhíbete, no vas a dejar de ser hombre por llorar", relató López a IPS. "Yo soy un hombre que llora, pero eso no quiere decir que no sea hombre", sostuvo.
Por lo general a los varones nacidos en esta isla, como en el resto de América Latina y el Caribe, se les educa en la creencia de que deben ser fuertes, exitosos en sus empresas y racionales. Así perpetúan un concepto hegemónico de la masculinidad, asociado a estilos de vida que se articulan en torno a la violencia, el ejercicio autoritario del poder y la competencia.
En diciembre de 2007, López asistió al primer Taller de Sensibilización sobre Masculinidad y Violencia de Género, efectuado en La Habana y que provocó un cambio radical en su manera de asumir sus relaciones familiares y con los colegas del centro de trabajo.
Aquel encuentro fue el resultado de un programa del no gubernamental Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR), que venía trabajando en tres comunidades citadinas en un proyecto sobre fortalecimiento a líderes comunitarios en el tema de la violencia de género.
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López decidió un día hablar sobre el tema de la masculinidad y la violencia en una actividad matutina de su centro laboral, la Empresa de Servicios de Refrigeración y Climatización. Para sorpresa suya, la charla agradó a su jefe y a los demás integrantes del colectivo que no habían reflexionado mucho sobre esas cuestiones.
Luego comenzó a desarrollar un grupo de acción dirigido a modificar las relaciones de género y reducir los niveles de violencia. Se propuso profundizar en las ideas prevalecientes sobre masculinidad, criticar los comportamientos machistas cotidianos, desterrar el lenguaje sexista y dar espacio a las mujeres en la toma de decisiones.
"He logrado que mis compañeros se den cuenta de que ejercen violencia psicológica sobre las mujeres", afirmó este directivo del Ministerio de la Industria de la Sideromecánica. "Al principio se reían, pero después lo han considerado seriamente, se dieron cuenta de que era mejor conversar y se redujeron las broncas", dijo.
López considera que en el ámbito laboral debería existir "un programa para educar a las personas en el diálogo, que fomente la no violencia". Estos conocimientos, piensa, complementarían las normativas establecidas en los reglamentos disciplinarios, que prohíben las agresiones entre colegas.
"He logrado más cosas desde que soy menos violento, con mis compañeros, con las mujeres que me rodean", aseguró López. "Sigo teniendo el mismo contenido de trabajo, pero las cosas se me hacen más fáciles porque he logrado dialogar, ceder cuando tengo que ceder", apuntó.
"Estamos en un momento que ha despertado el interés en un grupo de hombres, lo que se traduce en compromisos con la comunidad, en acciones que ellos han hecho desde lo personal, en los lugares de trabajo", señaló a IPS Zulema Hidalgo, de la OAR.
Hidalgo estima que aún este grupo de hombres contra la violencia necesita capacitación para afrontar el diálogo con otros hombres, para lo cual OAR cuenta con el apoyo del Centro Nacional de Educación Sexual, el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, el Centro de Orientación y Atención Psicológica y el no gubernamental Proyecto Palomas.
A juicio de Gabriel Coderch, coordinador general de OAR, "el problema de la violencia estuvo engavetado" en Cuba durante mucho tiempo, pero en la actualidad las estructuras encargadas de tomar decisiones a nivel social se han dado cuenta de su incidencia en la sociedad cubana.
"De la noche a la mañana no se cambia la subjetividad humana", reconoció Coderch.
Una veintena de estudios realizados en este país en la década del 90 mostraron que las víctimas de la violencia intrafamiliar son generalmente mujeres, que no solían buscar apoyo institucional ni denunciaban a los autores del maltrato.
Una tesis de esa misma época sobre el homicidio de mujeres, realizada en el Instituto de Medicina Legal, indicó que 46,9 por ciento de las víctimas había sido asesinada por su pareja.
Otra investigación más reciente, efectuada por la Facultad de Psicología de la Universidad Central de Las Villas, 276 kilómetros al este de La Habana, arrojó que la violencia está también presente en familias rurales, en las cuales son comunes las "ofensas, gritos, limitaciones de derechos, amenazas, sobrecarga de roles y omisión".
"Entre los determinantes psicológicos generales de las manifestaciones violentas se encontró una comunicación deficiente en todos los casos con dificultades en la resolución de conflictos de forma no violenta y carencias en habilidades comunicativas de emisión y recepción", señala el estudio publicado en octubre por la revista mexicana Psicología para América Latina.
"Sé que es un proceso lento, que no es de una sola persona, pero si se extiende a todo el mundo reduciremos los niveles de violencia psicológica a nivel social como ha ocurrido con la violencia física", consideró López.
"La gente me dice el cura, pero yo no soy cura, sólo soy ahora un poco más flexible ante las cosas", observó.