La conciencia política de las personas pobres y marginadas del campo y la ciudad de Tailandia era totalmente distinta hace 10 años, según Prateep Ungsongtham, quien vivió y trabajó en el gran tugurio capitalino de Klong Toey. Los últimos acontecimientos no harán más que reforzar la tendencia.
"No les preocupaban sus derechos. Era muy difícil generarles conciencia e involucrarlos en una conversación política", recordó Prateep, una mujer de unos 50 años criada en ese asentamiento de rápida expansión y donde siempre realizó su trabajo social, lo que le valió el nombre de "ángel del tugurio".
"Ellos creían que eran ciudadanos de segunda o de tercera clase, una posición que habían asumido mucho tiempo atrás", apuntó Prateep, quien también fue senadora por un periodo tras las primeras elecciones de la cámara alta en 2001.
"Aceptaban ser ignorados porque eran pobres, reclamaban poco a los gobernantes", explicó.
En los últimos meses, Prateep debió alejar a la gente de Klong Toey que venían a consultarla sobre los cambios que están ocurriendo en Tailandia, incluso la alertaron acerca de algunas situaciones que ella no había advertido.
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Desde hace más de seis meses este país está aquejado por una crisis política que lo dejó al borde del caos. La democracia tailandesa siempre fue frágil. Hubo 18 golpes de Estado y 24 gobiernos no pudieron llegar al fin de su mandato.
El pulso entre la oposición de derecha y los partidarios del gobierno, que se inició el 2 de este mes cuando la Corte Constitucional proscribió al partido gobernante, Partido del Poder Popular (PPP), está lejos de terminarse.
"Esto nunca había pasado antes. Los pobres tienen mayor conciencia política, y en especial sobre el origen de su situación", dijo a IPS Prateep.
"Lo más importante es que entendieron la democracia, que su voto vale lo mismo que el de los ricos, que tienen dignidad", indicó Prateep. "Los pobres son conscientes de su situación y de que con su voto pueden cambiar el sistema político".
En medio de la crisis, el Parlamento eligió esta semana como primer ministro a Abhisit Vijjajiva, del Partido Demócrata, el quinto jefe de gobierno en un poco más de dos años.
El despertar político de los tailandeses marginados en este reino, con resabios feudales, también es un hecho documentado por especialistas que observan el nuevo entusiasmo de la población rural del cinturón agrícola del norte y noreste del país.
"Están apareciendo muchas organizaciones populares en las aldeas que cambian la forma en que los votantes se relacionan con los parlamentarios", indicó Worapol Promigabutr, profesor de sociología de la Universidad Thammasat, de Bangkok.
"Antes, seguían a los legisladores y aceptaban sus acciones. También sentían que estaban por debajo de los militares y de los funcionarios y que no podían hacer nada", explicó.
"Ahora exigen más a los parlamentarios", señaló. "Los jefes de aldea están bajo presión para reunirse con los legisladores del noreste en caso de que rompan las promesas contraídas. Los pobres de esa región descubrieron que su voto tiene un significado".
"Esa forma de pensar es nueva y revolucionaria en la democracia tailandesa", apuntó. "Vivimos en un periodo de transición hacia una verdadera democracia".
El cambio de mentalidad que se da entre los millones de oprimidos se atribuye a Thaksin Shinawatra, primer ministro entre 2001 y 2006, vilipendiado por la derecha, la elite monárquica de Bangkok.
Tras el golpe militar que lo depuso en septiembre de 2006, Thaksin se exilió para escapar a una serie de procesos judiciales por casos de corrupción durante su gestión. Ya fue sentenciado a dos años de prisión por abuso de poder durante sus cinco años y medio de gobierno.
Pero antes de su expulsión, Thaksin ya había sembrado las semillas de una nueva cultura política que dio una mayor participación en la definición de su futuro a los pobres de este país, con más de 65 millones de habitantes.
Thaksin había prometido que si ganaba su partido, Thai Rak Thai (TRT, Tailandeses Aman a los Tailandeses), implementaría políticas favorables a los pobres. Entre ellas programas de atención médica universal y otros de carácter económico.
El nuevo poder del voto descubierto por una gran cantidad de ciudadanos sorprendió incluso a algunos aliados improbables de Thaksin, magnate multimillonario de las telecomunicaciones que llegó a simbolizar a los "nuevos capitalistas" de la economía tailandesa, en auge en los años 90.
"Con la llegada del TRT, los pobres sintieron por primera vez que su voto tenía un significado en relación con los funcionarios elegidos que deben gobernar el país", señaló Surachai Sae Dan, miembro del proscrito Partido Comunista de Tailandia (PCT).
"Fue un cambio respecto del sistema de patrocinio político controlado por la elite", explicó Surachai, quien estuvo 16 años preso por razones ideológicas. "El voto de los pobres no importaba antes. Recibían la asistencia que, según los ricos, ellos necesitaban. No había negociación política alguna".
El golpe de Estado militar, respaldado por las elites conservadores, sólo reforzó la idea que tenían los pobres de las zonas rurales y urbanas del valor de colocar su papeleta en la urna.
"Sintieron que les habían robado su voto", explicó Giles Ungpakorn, politólogo de la Universidad de Chulaongkorn, de Bangkok. "Eso confirmó su conciencia creciente acerca del poder del sufragio".
La campaña lanzada este año por la Alianza Popular por la Democracia (APD) un movimiento de ultranacionalistas monárquicos, a fin de echar al gobierno elegido en las elecciones de diciembre de 2007, que sucedió al TRT, sólo aumentaron el grado de conciencia política de los marginados.
Los ataques de la APD contra los pobres acusándolos de estúpidos, sin educación ni inteligencia para votar no ayudaron en nada. El movimiento ultranacionalista también quiso recortarles el derecho de voto mediante una iniciativa parlamentaria tendiente a designar a 70 por ciento de los legisladores.
La ruidosa campaña de la APD, irónicamente, fortaleció la confianza de los pobres en la democracia electoral. Y la designación de Vijjajiva como primer ministro no hará más que reforzar esa tendencia.
"La APD empujó a los pobres en esa dirección. Su entusiasmo aumentó como reacción a las manifestaciones" organizadas por el movimiento elitista, explicó Giles a IPS. "Ayudó a socavar la vieja relación patrón-cliente, característica de la política tailandesa".
El hecho fue evidente por las manifestaciones masivas en la que los oradores condenaron el golpe de Estado militar y llamaron a defender el derecho de los votantes.
El sábado ocurrió la última demostración de fuerza que reunió a una multitud de 50.000 personas del campo y de la ciudad en un estadio deportivo de Bangkok.
Y el líder del TRT, conocido por las violaciones de derechos humanos durante su gobierno, se convirtió en el icono del movimiento popular. El sábado, uno de los oradores gritó por el micrófono "Thaksin es un símbolo de la democracia por el que vale la pena luchar".
"¡Luchar, luchar, luchar!", bramó la multitud.