Los hermanos Michel y Alexander Sánchez se consagraron durante ocho años a la edición de Scriptorium, un fanzine dedicado al rock que se hace dentro y fuera de Cuba, en un entorno que se resiste a aceptar a ese género y a sus amantes como parte de la cultura nacional.
Aunque los años más duros de la incomprensión hacia la comunidad rockera han pasado, quienes prefieren esa música de raíz anglosajona no cuentan en esta isla aún con espacios suficientes para realizar sus conciertos o reunirse, mientras el apoyo de las autoridades del sector cultural continúa siendo mínimo e inconstante.
"Empezamos en 1999, cuando los fanzines (revistas de aficionados) nacionales que consumíamos se hacían con máquinas de escribir, luego se montaban en una hoja, que se fotocopiaba y se engrapaba manualmente, pero aun así mantenían muchos conceptos y mostraban las ganas de hacer de sus autores", relató a IPS Michel Sánchez.
"Nos propusimos entonces que Scriptorium tuviera una periodicidad, una estética diferente y un staff de personas que escribieran, diseñaran y trabajaran la parte técnica", recordó este estudiante universitario.
"Teníamos que comercializarlo para costearlo, porque de favores no podíamos vivir. Eso marcó la diferencia con respecto a otros fanzines", afirmó. Gracias al autofinanciamiento, esta publicación ha sobrevivido al paso de los años, que han visto reducirse el número de revistas similares de unas 15 en la pasada década a sólo tres.
Manos amigas permiten cada tres o cuatro meses la impresión y distribución en conciertos y festivales de rock de una cantidad irregular de ejemplares, que puede ir desde un centenar hasta 750, algo "heroico", según el testimonio de "los jimaguas", como se les conoce a los hermanos Sánchez dentro y fuera de este país caribeño.
"El objetivo es promocionar el rock cubano y criticar de una manera constructiva el material de las bandas", señaló Alexander Sánchez. En las páginas de Scriptorium también suelen aparecer entrevistas a grupos extranjeros, con los cuales estos jóvenes han mantenido contactos por correspondencia desde la pasada década.
"Al principio comenzamos más centrados en el tema del 'metal' (rock duro), porque a los grupos que lo tocaban se les hacía más difícil la promoción en los medios, pero después nos dimos cuenta de que todos enfrentaban el mismo tipo de bloqueo a la divulgación, las mismas privaciones y prejuicios", dijo Alexander, profesor de inglés.
En la década del 60, los medios de comunicación cubanos, controlados por el Estado, redujeron casi a cero la difusión del rock y de cualquier otra expresión musical en inglés, por ser considerado "el idioma del enemigo", según el periodista cubano Ernesto Juan Castellanos en su trabajo titulado "El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos".
Cuatro décadas después, el acceso a la televisión de las agrupaciones rockeras es todavía bastante restringido, mientras la radio aplica políticas que limitan la transmisión de canciones en inglés.
"La sociedad cubana ha cambiado, pero no creo que tanto", apuntó Alexander, quien reconoce que su cabello largo y sus preferencias musicales no le han causado problemas en su trabajo en la Escuela Nacional de Arte, aunque en la calle lo llaman "freaky" (rarito, en inglés), "que es un adjetivo peyorativo, de repulsión a esa gente de bajo mundo".
"Tenemos un espacio que no es suficiente como para que te miren como un ser humano y no por la música que oyes. Deberían hacer campañas por el respeto a la diferencia, por aceptar a las personas por lo que son y no por la manera de vestir, la orientación sexual o la orientación musical", aseveró.
"El rock se ha asociado a la droga, a la enajenación del individuo si no estás tatuado, si no eres un delincuente, entonces piensan que no eres rockero", sostuvo Michel, de 31 años.
"Ser rockero es amar la música por encima de todas las cosas, más allá de la estética, de la conducta, de esas asociaciones que lo perjudican y van contra su esencia, que es la libertad de ser contestatario", subrayó..
La intolerancia contra los miembros de la comunidad rockera alcanzó el paroxismo a fines de los años 60, cuando "muchos casos de autotitulados 'revolucionarios de Patria o Muerte'" organizaban piquetes que arremetían contra jóvenes cuya apariencia les incomodaba, los pelaban a la fuerza, cortaban sus pantalones y los golpeaban impunemente, afirma Castellanos en su disertación.
Décadas después un John Lennon de bronce se sentó en un parque de La Habana, cada fin de semana se celebran conciertos en el teatro Maxim, pero la policía aún mira con recelo a la muchachada de pelo largo y ropas oscuras reunida en una céntrica calle capitalina, y el mítico Patio de María, la catedral del rock en esta isla, continúa cerrado.
Ese espacio, que sesionó durante más de una década en una casa de cultura comunitaria por iniciativa de la promotora María Gattorno, cerró sus puertas en 2003 con la "justificación" de una reparación del local y, sin otra explicación, fue desaparecido como opción cultural.
Michel y Alexander observan el presente del rock cubano con cierto pesimismo. A su juicio, la inacción ante el cierre del Patio de María y frente a la censura a grupos como Porno para Ricardo por sus letras contestatarias, han puesto en tela de juicio la existencia de un movimiento rockero nacional unido en torno a una meta común.
Mientras, ellos aseguran que Scriptorium continuará saliendo, porque a ese empeño dedican la mayor parte de su tiempo, por el compromiso con la escena de rock cubana y, en especial, con sus lectores.
"Vamos a seguir haciéndolo, con tantos palos que nos ha dado la vida, con palos o sin palos, digital o impreso", aseguró Michel. "Es una de las cosas que hemos descubierto en el rock y una de las más hermosas que nos ha pasado", confesó.