El patrón es conocido. Cada vez que India y Pakistán se acercan al diálogo, algo ocurre que lleva a la paz al precipicio y vuelve a crispar las relaciones, con acusaciones cada vez más fuertes entre las dos partes.
Las relaciones entre estos grandes vecinos de Asia meridional se han caracterizado por tensiones y distensiones, sobre todo en la última década, así como por crecientes reclamos de paz a ambos lados de la frontera acompañados por abiertas críticas mutuas a sus sistemas políticos y de seguridad.
La situación creada tras los atentados la semana pasada en la occidental ciudad india de Mumbai no es diferente.
El miércoles pasado, un escuadrón de 10 combatientes islámicos armados con rifles de asalto y granadas de mano desembarcaron en el puerto de Mumbai y tomaron control de los hoteles más lujosos y de un centro judío. Para cuando los comandos neutralizaron a los atacantes el viernes, 200 personas habían muerto, entre ellas 22 rehenes extranjeros.
Estos países comparten la masa continental de Asia meridional, cadenas montañosas, ríos, mares, culturas antiguas, historia, idiomas y religiones. Pero han librado tres guerras desde que se independizaron de Gran Bretaña en 1947, tras una sangrienta división del subcontinente en dos partes: la predominantemente hindú, India, y la mayoritariamente islámica, Pakistán.
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El cuarto conflicto importante entre los dos países se produjo en 1999, al que los líderes políticos de ambos países llamaron "situación casi de guerra". La tensión por la amenaza de un enfrentamiento nuclear atrajo la atención internacional sobre esta región como nunca antes.
Un año antes, los ensayos atómicos de Nueva Delhi e Islamabad habían llevado a Asia meridional a una tensión sin precedentes. Los dos gobiernos celebraron su capacidad nuclear, alimentando la rivalidad, el patrioterismo y el nacionalismo a ambos lados, todo reproducido por los medios. Hubo mucho menos cobertura periodística de aquellos que condenaron los ensayos y los discursos oficiales vinculando la religión con los intereses de la nación.
Los que protestaban contra este discurso eran acusados de traidores, de antipatrióticos, de "agentes del otro país", entre ellos el físico A.H Nayyar, radicado en Islamabad, activo promotor del Foro por la Paz y la Democracia de los Pueblos de Pakistán e India, organización creada en 1995.
Cuando Nayyar dio una conferencia de prensa condenando la proliferación nuclear en la región, jóvenes a favor de los ensayos nucleares pakistaníes lo atacaron lanzándole sillas.
"Hay personas en ambos países a las que no les gustan los esfuerzos de acercamiento. Aprovechan la primera oportunidad para hacer sonar los clarines de guerra y para promover la hostilidad", dijo a IPS al expresar su conmoción ante lo ocurrido en Mumbai.
Las pruebas nucleares llegaron a su fin gracias la histórica Declaración de Lahore, de febrero de 1999, cuando el entonces primer ministro pakistaní Nawaz Sharif invitó a su par indio A.B. Vajpayee a esa ciudad para sellar un acuerdo.
Dos meses después, mientras los gobiernos hablaban de paz, soldados pakistaníes ocupaban posiciones en Kargil, en la parte india de la disputada provincia de Cachemira.
Sharif dijo no tener conocimiento de la operación, pero el jefe de su Ejército, Pervez Musharraf, aseguro que se le había ordenado. El entonces presidente estadounidense Bill Clinton intervino para aliviar la tensión y logró que los soldados pakistaníes se retiraran en julio de 1999, evitando así una guerra. En octubre, Musharraf derrocó a Sharif.
El actual proceso de diálogo comenzó en 2004, bajo el régimen de Musharraf.
Hoy, Islamabad tiene al primer gobierno elegido en forma democrática en una década y, según observadores, es la primera vez que las autoridades pakistaníes muestran un interés genuino en reparar los daños hechos por políticas pasadas.
Esas políticas, vinculadas a los intereses geopolíticos de Washington, alimentaron el extremismo religioso y la militancia armada. Más tarde, esas fuerzas extremistas, apoyadas por la clase dirigente pakistaní, fomentaron la insurgencia en la Cachemira india y la violencia sectaria en Pakistán.
La tercera etapa en esta era de conflictos comenzó después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, cuando Musharraf se alió a su par estadounidense George W. Bush y lanzó una campaña contra los "combatientes islámicos".
Ahora sin Musharraf, el gobierno democrático de Pakistán intenta formular nuevos paradigmas de seguridad, a la vez de combatir el terrorismo interno, pero necesita apoyo, dijeron observadores.
"Por primera vez se siente que estamos en guerra" contra el terrorismo, sostuvo un analista de Karachi que pidió no ser identificado. "Durante el gobierno de Musharraf era sólo un juego para mostrarle a los estadounidenses que hacíamos algo, pero en los hechos se continuaba alimentando a algunos elementos militantes contra India", sostuvo.
"Sin la amenaza del comunismo, y la necesidad de los recursos energéticos de Medio Oriente, Estados Unidos sorprendentemente reconoció a India como un aliado contra el islamismo, y Pakistán se transformó en un paragolpes" frente al terrorismo, comentó el analista Vithal Rajan, de la ciudad india de Hyderabad.
"El gobierno indio, interesado en ganar la amistad estadounidense, ha caído en esta estratagema, distanciándose de la naciente democracia pakistaní y no dejando ninguna solución a la vista", señaló.
Mumbai todavía estaba aturdida cuando Rajan le escribió a activistas de la sociedad civil en Pakistán e India instándolos a no "reaccionar como la prensa popular", y pidiéndoles que tomaran "una postura más meditada".
Lal Krishna Advani, líder del principal partido opositor indio, Bharatiya Janata Party, calificó de acto de guerra el atentado en Mumbai. "Esto es algo peligroso y sin sentido. Una guerra se pelea entre países soberanos, no entre la policía y criminales. Está dentro de los intereses de India y de Pakistán que ambos países tengan gobiernos estables", sostuvo.
Las condenas airadas "no nos llevan a ningún lado", señaló, y agregó: "Tenemos que crear un espacio para pensar en el largo plazo".
El grupo pacifista internacional Avaaz.org divulgó un mensaje llamando a la unidad entre los dos países después de los ataques en Mumbai, que será publicado en periódicos de ambos países y entregado a líderes políticos.
"Estas tácticas han fracasado y estamos más unidos que nunca y decididos a trabajar juntos para detener el extremismo violento, y llamar a nuestros líderes políticos y religiosos a que hagan lo mismo. Si estos ataques nos llevan al odio y al conflicto, los terroristas habrán ganado", señala el texto.