El Windsor Golf and Country Club es un coqueto hotel cinco estrellas en Kenia. Su campo de golf es considerado el mejor de África oriental y central. Su construcción, en 1992, marcó el fin de la era dorada en que el café era la mayor fuente de divisas extranjeras del país.
A comienzos de 1988, el reinado del café se hundió y, por primera vez desde la independencia en 1963, fue empujado al cuarto puesto detrás del turismo, la horticultura y el té. Este cambio de suerte hizo sonar la alarma en el sector cafetalero.
No sorprendió a nadie que algunos cultivadores de café, particularmente inversores de grandes fincas, optaron por abandonar la actividad y dar otro uso a sus campos para protegerse de futuras pérdidas.
Hoy, el Windsor Golf and Country Club es un remanente de la época anterior a la muerte de los grandes sectores de establecimientos cafetaleros, cimentando el camino para glamorosos proyectos de bienes raíces.
Los principales beneficiarios de esta metamorfosis económica son los nuevos ricos del país, que acaparan costosas propiedades residenciales construidas sobre franjas de tierra que otrora fueron establecimientos cafetaleros.
[related_articles]
Entre ellas figuran Ridgeways, Garden Estate, Runda y Thome, arbolados —y cerrados— suburbios de Nairobi.
«Los réditos que se obtienen a partir de una hectárea sembrada, en comparación con los bienes raíces, son mínimos. A los cafetales también les lleva mucho tiempo dar ganancias», explicó Isaac Muchomba, secretario ejecutivo de la Asociación de Comerciantes de Café de Kenia (KCTA).
El declive continuó. Hace unos 10 años, los países productores ganaban 10.000 millones de dólares por ventas minoristas que ascendían a unos 30.000 millones de dólares.
Hoy estos países ganan apenas 6.000 millones de dólares en ventas, a pesar de que las ventas crecieron a 70.000 millones de dólares, según el Global Policy Forum, una organización que postula que los libres mercados no son suficientes para garantizar la prosperidad global.
Además, el sector afronta el espectro de la escasez de mano de obra. Según la KCTA, los trabajadores jóvenes abandonan en busca de mejores empleos. En el sector minifundista, se estima que la edad promedio de los productores de café es hoy de 56 años..
«Esto implica un panorama de nido vacío en sistemas que tradicionalmente dependen de la mano de obra familiar para las actividades agrícolas. Esto se complicó más por la generalizada falta de interés entre los jóvenes», señaló la asociación en un informe.
Estimaciones de la industria muestran que los cultivos de café ascendieron este año es de 142.117 hectáreas, menos que el año pasado, cuando eran 149.218 hectáreas.
Pero los caprichos del mercado permiten prever la posibilidad de una nueva era dorada. Los esfuerzos por fortalecer las marcas nacionales de café están teniendo éxito.
Un proyecto administrado por la Unión de Cooperativas de Agricultores de Kenia (KPCU), la mayor firma de procesamiento y mercadotecnia del café, determinará las marcas sobre la base de las calidades que las diferencian por su lugar de origen.
La KPCU, entre cuyos miembros figuran unos 700.000 pequeños cultivadores y unos 2.000 hacendados, identificó hasta ahora tres marcas, entre ellas Mt. Kenya, Aberdares y Kenyan Blue Mountain.
El viceministro de Agricultura, Gideon Ndambuki, calculó que el gobierno destinó 250 millones de chelines (3,5 millones de dólares) para comercializar café keniata de marca, a partir de 2009.
En el pasado, los esfuerzos por comercializar el café de Kenia en el mercado internacional fracasaron por el conflicto de intereses entre vendedores individuales.
Kenia llegó tardíamente al universo de las marcas. Varios países africanos llegaron hace años. Etiopía, principal productor del continente, tiene tres cafés especiales: Yirgacheffe, Sidamo y Harar.
Entre otros estados africanos que también optaron por crear marcas para sus cafés figuran Burundi, Ruanda, Uganda y Tanzania.
El impulso por ponerle marca al café keniata comenzó a fines de mayo de este año en Londres, cuando se firmaron los nuevos acuerdos internacionales que regulan el sector.
Según el convenio, Kenia fue reconocida como productora, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando el café nacional se usaba sólo en combinación con los de otros países.
«Los cultivadores se beneficiarán de primas más elevadas, especialmente los del café Blue Mountain, llamado así porque tiene atributos similares al Blue Mountain de Jamaica, el más caro del mundo con 45 dólares por libra», dijo Sylvester K’Okoth, gerente de mercadotecnia y valor agregado en la KPCU.
«Aunque a los cultivadores se les pague bien, las cantidades que producen no son sustanciales y no se están beneficiando plenamente porque los costos de producción son altos», destacó Loise Njeru, directora gerenta del Consejo del Café de Kenia (CBK) y jefa de la delegación a la conferencia de Londres.
El gerente de servicios técnicos del consejo, Bernard Gichovi, explicó que los cultivadores producen un promedio de tres kilogramos por árbol, muy lejos de su potencial.
«Si los cultivadores produjeran 15 kilogramos por árbol, sentirían el efecto del aumento de los precios, pero todavía no pueden ver los cambios», dijo Gichovi.
Como regulador de la industria cafetalera, el CBK muestra optimismo en ese sentido. Njeru dijo que los depósitos de la entidad podrían recibir unas 57.000 toneladas de café en la temporada 2008 debido al buen clima.
El volumen de café producido en el país viene en declive desde el máximo de 128.000 toneladas en 1997-1998 a 42.000 producidas en 2007-2008.
Pero George Ooko, del Fondo de Desarrollo del Café (CDF), que presta dinero a los productores, dijo que para 2012 Kenia tendrá una producción anual de 100.000 toneladas.
En octubre, por ejemplo, el CDF, creado hace dos años, desembolsó un total de 700 millones de chelines (10,1 millones de dólares) a los cultivadores para que rehabilitaran los árboles en aquellas áreas donde la producción decayó.
«Teníamos 50.000 cultivadores beneficiándose de nuestros fondos. En la próxima temporada cubriremos a otros 50.000», dijo Ooko.
«Estos préstamos se destinan a comprar fertilizantes y agroquímicos. Apuntamos a elevar la productividad por árbol. Si duplicamos nuestras ganancias por concepto de exportaciones, el país ganará unos 8.000 millones de chelines (102.6 millones de dólares) anuales», agregó.
Kenia, que cultiva café desde 1893, es actualmente el 18 mayor productor mundial y el sexto de África. Produce granos de la variedad arábiga, de alta calidad.