Las corrientes oceánicas cálidas pueden haber confundido a unos 2.500 pingüinos de la austral Patagonia argentina que encallaron, vivos y muertos, en las playas del norteño Brasil.
La mitad de los pingüinos que llegaron a las playas brasileñas en octubre estaban muertos, y el resto estaban hambrientos y maltrechos, dijo a Tierramérica la veterinaria Valeria Ruoppolo, del Fondo Internacional para la Protección de los Animales y su Hábitat (IFAW, por sus siglas en inglés) en la ciudad brasileña de São Paulo.
"Casi 50 por ciento de los que llegaron vivos se recuperaron", dijo Ruoppolo, quien coordinó las labores de rescate.
Los pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus) viven en zonas relativamente menos frías que otras especies y procrean y anidan en el sur de Argentina y Chile entre octubre y febrero, primavera y verano del hemisferio Sur, en un clima seco y menos crudo.
Durante el invierno, entre marzo y septiembre, salen a mar abierto a perseguir a las anchoas, su alimento preferido, y a engordar.
Los ejemplares jóvenes también migran hacia el norte. Este año, unos 2.500 de ellos viajaron desorientados más de 2.500 kilómetros para terminar en las costas de la cálida Salvador, capital del nororiental estado de Bahia, a 1.400 kilómetros de distancia de São Paulo, para asombro de los turistas que tomaban sol en las playas.
El rescate corrió a cargo del IFAW y del Centro de Recuperación de Animales Marinos de Brasil, con ayuda de las autoridades ambientales y de otras organizaciones.
Luego de meses de cuidado y engorde, 372 pingüinos fueron identificados con bandas adhesivas, subidos a un avión militar Hércules C-130 y traslados a la playa de Cassino, en el sur de Brasil.
Después de descansar allí una noche, fueron liberados en el Atlántico Sur, junto con unos pocos ejemplares adultos que también habían sido rescatados, con la esperanza de que éstos pudieran guiar al grupo de regreso a su hogar patagónico.
Unas 200 personas los despidieron desde la orilla cuando se sumergían entre las olas. Fue el mayor rescate conocido de pingüinos, un éxito para los especialistas en protección animal, pero un presagio terrible para las poblaciones de estas especies.
"Siempre aparecen algunos encallados aquí y allá. En 1994 y en 2000 hubo encallamientos grandes. Pero no como este año. Más de 2.000 pingüinos es algo inaudito", dijo Ruoppolo.
El pingüino de Magallanes es una de las 17 especies de estas aves. Todas viven en el hemisferio Sur, inclusive en la Antártida. Los magallánicos son de los más grandes, pesan algo más de cuatro kilogramos, y tienen el pecho blanco y bandas del mismo color a los lados, rodeando la negrura de la cabeza y el lomo.
La población de esta especie es frágil, se ha reducido en 20 por ciento, con aproximadamente un millón de parejas, según la conservacionista Wildlife Conservation Society. Los riesgos que se ciernen sobre ellos son el cambio climático, el turismo, los derrames de buques petroleros y las redes de captura de camarones.
"Intentaremos entender lo que pasó" mediante las bandas identificatorias, dijo la veterinaria.
Una vez que los pingüinos lleguen a sus colonias, voluntarios e investigadores en la zona notificarán a Ruoppolo. Ella incorporará información sobre el clima, las corrientes oceánicas y las fuentes de alimentos, con el fin de entender los encallamientos.
"Una de las diferencias es que la temperatura superficial del Atlántico era un grado más caliente. Los pingüinos siguen a los peces, sobre todo a las anchoas. Probablemente, este año las anchoas nadaron a mayor profundidad, buscando agua más fría y, como los pingüinos no podían alcanzar su alimento, terminaron encallando por estar hambrientos", conjeturó la especialista.
Sin embargo, advirtió, "no sabemos si podemos vincular los encallamientos al cambio climático. Lo sabremos pronto".
Para la científica Sybille Klenzendorf, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), "no sería raro que haya sido eso lo que pasó, dado el aumento de la temperatura oceánica".
El ambiente oceánico de la porción sur de la Patagonia está particularmente cambiante, agregó. La salinidad del agua se altera por el derretimiento de los glaciares, agregó.
"El contenido de sal del agua se reduce. No es sólo la temperatura lo que cambia", dijo Klenzendorf a Tierramérica.
Los científicos del WWF han advertido que un aumento de dos grados en la temperatura del planeta —que se manifestaría dentro de 50 años, incluso reduciendo los gases que recalientan la atmósfera—, pondría en grave peligro a especies como el pingüino emperador (Aptenodytes forsteri) y el de Adelia (Pygoscelis adeliae), así como a otras criaturas de la Antártida.
"Las metas de reducción de gases invernadero buscan estabilizar el clima a una temperatura dos grados por encima de los promedios actuales. Pero lo que estamos advirtiendo es que tenemos que ser aún más conservadores", agregó.
Además, otras presiones sobre los ecosistemas marinos, como la pesca, reducirá la ya decaída población de peces, alimento de estas aves. En la temporada de anidación, los machos deben nadar mucho más cada día para conseguir alimento, según P. Dee Boersma, estudiosa de los pingüinos en la Universidad de Washington.
Boersma, que montó una estación de investigación en Punta Tombo, hogar de la mayor colonia de pingüinos Magallanes en la austral provincia argentina de Chubut, afirma que los cambios del clima han incluido más lluvias en los últimos años.
La costa patagónica es por lo general muy seca, y el aumento de las precipitaciones provoca una creciente mortalidad de los polluelos, afirma Boersma en un estudio publicado por la revista científica BioScience.
"Los pingüinos son los centinelas del ambiente marino, y observándolos podemos aprender sobre el ritmo y la naturaleza de los cambios que están ocurriendo en los mares australes", afirma.
Punta Tombo es una delgada península ubicada cerca de la ciudad de Rawson. En su parte más ancha tiene menos de un kilómetro, y en la temporada de cría está repleta de pingüinos, y de turistas. En 2007 la visitaron más de 100.000 personas. Hay algunos esfuerzos locales para frenar semejante invasión.
En 1982, la colonia se salvó de perecer a manos de una empresa japonesa que quería sacrificar las aves y usar sus pieles para confeccionar guantes de golf. La zona fue convertida en una reserva protegida y en un centro de investigación, liderado por Boersma.
* Publicado originalmente el 27 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.