En un ritual que incluye el sacrifico de cabras o aves de corral, un «babalawo» del culto yoruba en Venezuela puede «montar un santo» (atraer bendiciones de fuerzas de la naturaleza) sobre un iniciado que esté dispuesto a pagar hasta 10.000 dólares y a veces más.
El ancestral culto del pueblo africano yoruba, de las actuales Nigeria, Togo y Benin, "se ha desnaturalizado como una religión que se presta para negocios que son verdaderas estafas", señaló a IPS Pablo Acosta, presidente de la Fundación Ile-Ife, de Venezuela.
Ile-Ife es la mítica ciudad-origen del pueblo yoruba, muchos de cuyos hijos, traídos como esclavos a América, solaparon, con operaciones de sincretismo religioso, creencias y ritos que arraigaron y alimentaron cultos alternativos a la religión dominante, la católica, especialmente en países como Brasil, Cuba y otros de la cuenca del Caribe.
En el caso de Venezuela, la "santería", ropaje que adquieren ritos basados en el culto yoruba, ha adquirido un auge todavía no cuantificado, pero ya inocultable: en playas, a orillas de carreteras o en riberas de ríos aparecen las cajas con animales muertos.
Cintas, pulseras, collares o vestimentas de blanco delatan a seguidores del culto. Los babalaos o babalawos que actúan en Venezuela ya se cuentan por miles, según el sacerdote católico Otty Aristizábal. Los aprendices se reclutan entre adolescentes que cursan la escuela secundaria.
La sofisticación ha llegado al punto de traer desde Cuba y desde Nigeria a babalawos que "montan santos" entre la gente pudiente y, arrastrados por la "nueva ola", a personeros que se han encumbrado en las estructuras del poder político en Venezuela.
También se abre campo la "palería", de ritos considerados como de magia negra o brujería que en Cuba se han llamado Palo Monte o Palo Mayombe, y que incluyen para sus prácticas huesos humanos hurtados en los cementerios.
"Las prácticas que sincretizan creencias ancestrales africanas con la religión implantada como mayoritaria en Venezuela llegan a un gran número de personas. No hay estudios o estadísticas confiables, pero quizá hasta 30 por ciento de la población recurre a ellas", comentó a IPS Marjorie Montiel, vicepresidenta de la Fundación Ile-Ife.
El cardenal venezolano Jorge Urosa, arzobispo de Caracas, declaró a IPS que, "por supuesto, a la Iglesia Católica le preocupa el auge de todas esas prácticas, que rechazamos porque se apartan de nuestro credo y de los principios que nos guían".
"Pero, además, se apartan de los valores tradicionales que han conformado a la sociedad venezolana y suelen ser mecanismos para engañar a la gente en procura de favores y beneficios para quienes no son sino unos estafadores", dijo Urosa. Las tiendas que venden hierbas, figurillas y aditamentos para prácticas de santería y similares se multiplican en Caracas y otras ciudades. Hay 150 en la capital, según un reporte del diario El Universal.
"La gente sigue llevando las mismas hierbas y productos para sus baños y despojos, siguiendo las recetas que les dan para la salud, el amor o la fortuna, o para iniciación con los babalawos, pero sí, más cantidad, han crecido las ventas", indicó a IPS Aura Meza, encargada de un establecimiento en la céntrica zona de Quinta Crespo.
Por su parte, Montiel opinó que, "si las personas tienen necesidad de acudir a este tipo de creencias de matriz africana, tienen derecho a hacerlo". "Si no llegan a buscar lo que necesitan en iglesias como la católica, por algo debe ser", añadió Montiel.
Las supersticiones forman parte del paisaje humano latinoamericano, y siempre alcanzaron las cúspides de las pirámides sociales y políticas. El ya fallecido Luis Herrera Campins, presidente de Venezuela de 1979 a 1984 y católico devoto, llevaba siempre como amuleto una "pepa de zamuro", la semilla pulimentada de un árbol local.
El presidente Hugo Chávez también porta un escapulario que perteneció a "Maisanta", apodo de su bisabuelo Pedro Pérez, un combatiente de las luchas entre conservadores y liberales de comienzos del siglo pasado. Detractores del mandatario han divulgado supuestos informes y testimonios que lo mostrarían como seguidor de la santería.
"Tenemos informes de que personas que pertenecen a las cúpulas del poder político en Venezuela, y también del económico, han recurrido a los babalawos y erogado buenas sumas de dinero para hacerse con la supuesta protección de Ifá", dijo Acosta.
Ifá (conocimiento) es el sistema de adivinación geomántica de la cultura yoruba, a base de números y versos, y que en definitiva son un compendio de valores e instrumentos para relacionar al ser humano con elementos de la naturaleza como el sol, la luna, las aguas, los vientos, las mareas o las montañas, explicó.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró en 2005 al sistema Ifá como patrimonio histórico intangible de la humanidad.
Acosta, durante dos décadas estudioso del sistema, viajó al sur de Nigeria para hacerse babalawo y contactar a responsables del Consejo Internacional de la Religión Ifá.
"Allí me convencí de que por años estuve equivocado, la yoruba es sobre todo una cultura y las prácticas santeras en boga en Cuba, Brasil o Venezuela son perversiones que en la mayoría de los casos enmascaran un negocio", reiteró a IPS.
Deploró que Venezuela "permita el libre ingreso de babalawos o supuestos sacerdotes de una religión yoruba que llegan para hacer negocios, con frecuencia a engañar a gente sin asumir responsabilidades o pagar impuestos".
Además, "en algunos casos se sacrifican hasta 40 animales por santo, y los restos degollados se abandonan en parajes como orillas de los ríos. Eso no sólo es un horror, sino que crean hasta problemas ambientales y de salubridad", agregó Acosta.
Montiel dijo que la Fundación quiere tratar con los responsables del parlamento nacional sobre la necesidad de legislar sobre la materia, para dotar a las autoridades de herramientas para el control de estas prácticas. En tanto, Acosta dijo que ayudarían pronunciamientos contundentes de la Unesco sobre la materia.