El gobierno mexicano desea inaugurar una nueva etapa de relaciones con Estados Unidos tras la elección de Barak Obama como presidente de ese país. Pero no será una tarea fácil, más aún cuando en su campaña amenazó con abandonar el tratado comercial mutuo y apoyó la construcción de un muro en la frontera común.
Apenas se confirmó el triunfo de Obama el martes, el conservador mandatario de México, Felipe Calderón, lo invitó a visitar el país. A través de una misiva, expresó además su deseo de iniciar una "nueva etapa" en las relaciones bilaterales.
Con la elección del postulante por el opositor Partido Demócrata se abre "un nuevo horizonte" para México, pero hay que ser realistas, la posibilidad de cambio "será gradual y tomará tiempo", dijo a IPS Graciela Pérez, profesora e investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
México y Estados Unidos, separados por una frontera de 3.200 kilómetros, son socios junto a Canadá del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan). El intercambio comercial diario promedio entre ambos países es de unos 1.000 millones de dólares, pero ahora va en descenso debido a la crisis financiera mundial.
Unos siete millones de mexicanos viven en Estados Unidos sin tener los documentos migratorios en regla y siguen llegando más cada día pese a que en buena parte de la frontera se construyó un muro para impedir el flujo. La barda fue un proyecto impulsado por el presidente saliente, George W. Bush, y avalado por Obama en su calidad de senador.
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México y el resto de América Latina no han sido temas importantes para Obama, pero su histórico triunfo abre una ventana de oportunidades, consideró Jorge Chabat, experto del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
Lo que el gobierno de México tendría que hacer ahora es presentar su caso a Obama y buscar diálogos, dijo Chabat a IPS. Este observador apuntó que el presidente electo de Estados Unidos conoce en los hechos muy poco de México y América Latina.
En opinión de Pérez, en cambio, el talante "prudente y claro" de Obama podría facilitar un cambio en las relaciones con México.
Si bien los vínculos entre ambos países no pasan por una etapa crítica, son distantes y frías desde que México se rehusó a apoyar a Washington en su decisión de invadir Iraq en marzo de 2003. Además, continuamente sufren roces por la postura estadounidense de reprimir y perseguir policialmente a los inmigrantes.
Pérez cree que, incluso, las posiciones del mandatario electo en contra del Tlcan y en las referentes al muro fronterizo podrían relativizarse y mudar a "nuevas fórmulas" durante una negociación con el gobierno mexicano.
En campaña, Obama declaró que usará "el martillo (cláusula de retiro del Tlcan) como presión para asegurarnos que obtendremos estándares ambientales y laborales que sean vigilados".
El gobierno de Calderón rechazó tal amenaza y la posibilidad de renegociar o cerrar el acuerdo, en vigencia desde 1994. Sin embargo, para activistas sociales la revisión del Tlcan es justa y necesaria.
Alejandro Villamar, portavoz de la Red de Acción de Libre Comercio de México, declaró a IPS que el triunfo de Obama es una buena noticia para quienes ansían que el Tlcan se reajuste, pues desde su punto de vista ese instrumento sólo ha causado problemas.
El artículo 2205 del tratado contempla la posibilidad del retiro de uno de los socios con el único requisito de dar aviso con seis meses de anticipación.
En mayo, en un acto de campaña, Obama declaró que la política de Bush "en las Américas (América Latina) ha sido negligente hacia nuestros amigos, ineficaz con nuestros adversarios, desinteresado en los retos que importa en la vida de la gente, e incapaz de hacer avanzar nuestros intereses en la región".
El futuro presidente señaló en esa ocasión que apoyaba los esfuerzos policiales y militares de México en la lucha contra el narcotráfico. Sobre el tema migratorio, reiteró que la frontera de Estados Unidos debe permanecer reforzada y que los empleadores deberán enfrentar "duras pruebas" si tienen relación con extranjeros.
No obstante, Obama también ha declarado que apoya la definición de una reforma integral migratoria, que incluiría la "legalización" de unos 12 millones de extranjeros indocumentados, la gran mayoría mexicanos.
Pérez, a su vez, puntualizó que el triunfo de Obama permitiría a México y Estados Unidos encontrar una nueva forma de entenderse, pues, según dijo, hay entre ambos países todavía muchos prejuicios, matices e intereses que les impide entenderse a cabalidad.
El embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhan, declaró, por su parte, que debería reconocerse que México y América Latina en general no son una prioridad "geoestratégica" para Estados Unidos.
Según informó Sarukhan, la embajada mexicana se acercó durante la campaña electoral estadounidense a las oficinas del demócrata Obama y de John McCain, del gobernante Partido Republicano, para que logren "cerciorarse de que la relación con nuestros países (latinoamericanos) genera dividendos".
El embajador opinó que los ataques al Tlcan fueron parte de la campaña, pero que difícilmente aterrizarán en la realidad.