Por ahora parece que el consenso reina en el Grupo de los 20 (G-20) países ricos y emergentes, tras su décima reunión anual y cuando ha ganado relevancia a causa de la crisis financiera mundial. Pero solo se discutieron principios generales de una agenda por definir.
Este G-20 financiero, que reúne a los ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales de los siete países ricos del G-7, 12 emergentes y la Unión Europea (UE), tiene "un papel vital" en los desafíos económicos del mundo, ya que representa a las mayores economías de importancia sistémica, afirma el comunicado del encuentro de dos días.
Reformar las instituciones multilaterales nacidas en la Conferencia de Bretton Woods de 1944, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, ampliando "la voz y representación de los países emergentes y en desarrollo" para obtener mayor legitimidad y eficacia, es otra iniciativa que obtuvo apoyo general del grupo.
La necesidad de que todos los países controlen "los riesgos del excesivo apalancamiento" financiero, mejorar la supervisión nacional e internacional de las instituciones y poner en marcha políticas anticíclicas para mitigar los efectos de la crisis, fueron otros consensos mencionados en el comunicado.
Hubo coincidencia también en el diagnóstico de la crisis, como "resultado del riesgo excesivo" asumido por los mercados financieros, políticas macroeconómicas inconsistentes con creciente desbalance doméstico y externo y deficiencias de regulación y supervisión "en algunos países avanzados".
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El grupo llamó también a rechazar las presiones proteccionistas en el comercio y las inversiones y a apoyar la conclusión de la Ronda Doha de negociaciones comerciales. Pero las discrepancias surgirán cuando se discutan mecanismos concretos de regulación, reconoció el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mántega, quien presidió la reunión.
Hay países como Brasil, que abogan por "reglas más rigurosas" para el sector financiero "no bancario", que comprende variados fondos de inversión, y "límites estrechos para el apalancamiento", pero otros se "resistirán" porque tienen mercados financieros más poderosos, explicó.
Asimismo se puede esperar oposición a los reclamos de que los países ricos destinen recursos a las naciones en desarrollo para compensar los daños provocados por la crisis, acotó.
La "representatividad y la legitimidad" constituyen el primer principio orientador de la reforma del sistema financiero internacional, en la propuesta presentada por Brasil, que identifica un déficit de representación de las naciones emergentes tanto en el FMI, como en el Banco Mundial, el G-7 y el Foro de Estabilidad Financiera, que ha ganado también importancia ahora.
El G-20 está conformado por los miembros del G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón), 12 naciones emergentes, Arabia Saudita, Argentina, Australia, China, Corea del Sur, Brasil, India, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía) y la UE como bloque.
Sin embargo, aunque el G-20 reúna a naciones que concentran dos tercios de la población mundial, "no representa a los países más pobres" directamente, reconoció Trevor Manuel, ministro de Finanzas de Sudáfrica, que participó en la rueda de prensa final, junto con Mántega y el secretario de Finanzas británico, Stephen Timms.
Por eso el grupo tampoco puede actuar con la "arrogancia" de decidir por todos y debe escuchar a los demás países, acotó.
El comunicado final destaca las preocupaciones sociales. Las medidas contra la crisis deben buscar la estabilidad financiera, pero también "minimizar el impacto social negativo, especialmente en los países emergentes y de menor ingreso", señala el documento.
Manuel, Mántega y Timms son los portavoces del G-20 porque Sudáfrica ocupó la presidencia del grupo el año pasado, función ejercida por Brasil actualmente y que pasará a Gran Bretaña en 2009.
Timms destacó la necesidad de reglas internacionales porque se intensificó mucho el flujo transfronterizo de capitales, lo que exige mayor cooperación internacional y un "sistema de alerta precoz" para prevenir las crisis, algo que no funcionó en los últimos años.
Brasil propone medidas de corto plazo para el restablecimiento de "canales de crédito y flujos financieros", cuya repentina reducción amenaza con generar costos futuros más graves, "en términos de ingreso, empleo, inversiones y crecimiento económico". Muchos países avanzados ya adoptaron acciones "correctas pero insuficientes" para restablecer el crédito y la confianza, señaló Mántega.
Los gobiernos tienen que actuar "no por ideología, sino con pragmatismo", adoptando políticas anticíclicas, como flexibilidad en el área fiscal, ampliando inversiones y gastos públicos, para evitar la recesión prolongada o la depresión, dice la propuesta brasileña.
Un posible aumento de la inflación también preocupa, pero la caída de los precios de productos primarios y la desaceleración económica general tienden más a la deflación, observó el ministro brasileño. Algunos países cuya moneda se devaluó, como Brasil, sufren brotes inflacionarios, pero transitorios, acotó.
La reforma del sistema financiero internacional exige "más tiempo", pues tiene que pasar por evaluaciones técnicas, pero la crisis creó "condiciones políticas" para avanzar en eso ahora, sostuvo Mántega.
Para que el G-20 asuma protagonismo en esta transición del mundo de las finanzas, Brasil propone que este foro, de ministros financieros y autoridades monetarias, se eleve al nivel de jefes de Estado y de gobierno. La cumbre que tendrá lugar el 15 de noviembre en Washington, convocada por el presidente saliente George W. Bush, apunta en ese sentido.
Los equipos formados en esta reunión del G-20 seguirán elaborando esta semana propuestas para la cumbre de Washington, de donde deberán emerger grupos de trabajo técnicos que formularán medidas concretas contra la crisis, según Mántega. Lo que se espera es que esas medidas se definan en los próximos dos o tres meses, anunció.