Fue una victoria de sabor agridulce para los seguidores del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en las elecciones locales del domingo, porque, si bien lograron 17 de las 22 gobernaciones en juego, la oposición conquistó las principales plazas desde el punto de vista político, económico y poblacional.
La oposición mantuvo las dos gobernaciones que había ganado hace cuatro años, obtuvo otras tres de gran vitalidad y además se hizo de alcaldías emblemáticas, como la mayor de Caracas, el populoso municipio de Petare, al este de la capital y que ha sido bastión chavista, y la municipalidad de Maracaibo, segunda ciudad del país.
Chávez, quien condujo personalmente la campaña en las regiones críticas, cambió el tono confrontacional tras conocerse los resultados: "Yo, como jefe de Estado, les felicito, les reconozco su triunfo y espero que ellos reconozcan al jefe de gobierno, a la Constitución y al pueblo", declaró.
También los dirigentes opositores electos ofrecieron colaboración al gobierno nacional y todos los actores del proceso, comenzando por la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, se regocijaron por la elevada asistencia a las urnas, al llegar a casi 66 por ciento de los habilitados para votar, una tasa de participación inusual en consultas estaduales y municipales.
En parte se debió a que Chávez convirtió esta vuelta a las urnas, prácticamente un rito anual en Venezuela, en una suerte de nuevo plebiscito sobre su liderazgo, con resultados semejantes a los conseguidos a lo largo de la década: el país permanece políticamente partido en dos pedazos, con ligera mayoría del chavismo en los promedios.
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"Hay un equilibrio de fuerzas favorable al chavismo pero con una oposición que se recupera de sus errores de comienzos de década, consolida bastiones, mayoritariamente los urbanos donde se extiende la clase media, y gana otros", dijo a IPS el sociólogo Leopoldo Puchi, dirigente del centroizquierdista Movimiento al Socialismo.
Este lunes aún se demoraba la suma de los totales y la entrega de resultados por parte del poder electoral.
RESULTADOS
Luis León, director de la firma encuestadora Datanálisis, comentó a IPS que "los símbolos conquistados por la oposición fueron mejores de lo que pudo esperarse, porque ganó en la capital y en estados que representan el corazón económico y político del país".
La oposición retuvo las gobernaciones de Zulia y Nueva Esparta. El primero, en el recodo noroeste fronterizo con Colombia, es el estado más poblado y rico del país, con su producción de petróleo y alimentos, y exhibe una fuerte cultura local.
Su gobernador, Manuel Rosales, a quien Chávez amenazó con enviar a la cárcel acusándolo de dilapidar dineros públicos, compitió con el mandatario en la carrera presidencial de 2003 y en la víspera fue elegido alcalde de Maracaibo, la capital regional, mientras su pupilo Pablo Pérez era ungido para reemplazarlo en la conducción del estado.
Nueva Esparta, emplazamiento turístico que reúne a Margarita y otras islas del Caribe, se mantiene como un sólido bastión opositor.
La oposición también ganó el estado de Carabobo, el mayor asiento de industrias manufactureras, al oeste de Caracas, y Táchira, en los Andes del sudoeste fronterizo con Colombia y, como el Zulia, una zona que cultiva cierto regionalismo.
El quinto estado es Miranda, segundo en cantidad de habitantes de Venezuela y que comprende la parte este de Caracas y una de ciudades-dormitorio, turismo y agricultura. Y además se hizo con la alcaldía mayor de Caracas, que comprende algunos municipios de Miranda y el Distrito Capital, donde vive 60 por ciento de los capitalinos.
Un resultado doloroso para el chavismo fue perder Petare, donde vive casi un tercio de los caraqueños, la mayoría en unas 1.000 barriadas pobres amontonadas en sus colinas y que muchas veces apoyó al presidente, pero esta vez entregó la alcaldía al joven opositor Carlos Ocariz, vencedor de Jesse Chacón, del círculo de colaboradores inmediatos de Chávez.
Dirigentes políticos como Puchi y analistas como Oscar Schémel, de la encuestadora Hinterlaces, consideraron que en los casos de Petare, Miranda y otros funcionó una especie de voto castigo contra figuras percibidas como ineficaces o alejadas del sentimiento popular.
Los seguidores del oficialismo se impusieron en algunas provincias andinas, varias del corredor industrial y agrícola del norte del país, el oriente petrolero, el sudeste minero y asiento de industrias básicas, y en las llanuras centrales y sudoccidentales bañadas por ríos tributarios del Orinoco.
Un logro de los seguidores de Chávez fue vencer a disidentes del gobernante Partido Socialista Unidos de Venezuela (PSUV), que disputaron sin éxito media docena de estados, en algunos casos impulsados por los partidos Comunista y Patria Para Todos, a su vez expulsados por el mandatario de la alianza oficialista.
Los cinco estados cuyos gobernadores, elegidos en alianzas respaldadas por Chávez en 2004, se apartaron del campo oficialista en los últimos 18 meses, fueron recuperados por seguidores del presidente, con excepción de Carabobo, obtenido por el representante de una suerte de dinastía política opositora, Henrique Salas Feo. MAPA PLURAL
Las gobernaciones estaduales conquistadas, así como las alcaldías de varias ciudades importantes y decenas de pequeñas ofrecen un mapa político más plural de Venezuela y oportunidades para construir nuevos liderazgos.
La oposición "vuelve a estar dentro del aparato del Estado", señaló a IPS el sociólogo Tulio Hernández, en alusión a que los partidos contrarios a Chávez se retiraron de la contienda para las elecciones parlamentarias de 2005 y, como resultado, los 167 escaños de la unicameral Asamblea Nacional legislativa fueron ocupados por seguidores del presidente.
Desde las posiciones conquistadas, según Hernández, "los opositores tienen oportunidad de hacer buenas gestiones de gobierno regional y local, que los afiancen como opción y les permitan consolidar un liderazgo y un proyecto alternativo".
Los opositores gobernarán en espacios donde vive el 45 por ciento de los más de 26 millones de venezolanos y se genera un 70 por ciento del producto interno bruto del país.
León consideró que, con el nuevo panorama, "Chávez deberá encarar fórmulas de negociación en regiones clave y no podrá cumplir las amenazas proferidas durante la campaña", como enviar a la cárcel a los opositores, diseñar planes militares de contingencia o negarles la transferencia de recursos prevista en la legislación.
¿Y AHORA QUÉ?
Primero, Chávez deberá examinar los números de esta elección con un lápiz muy fino para establecer si le conviene, cuándo y de qué manera, promover una enmienda a la Constitución que posibilite su reelección indefinida, una vez que su actual sexenio termine en enero de 2013.
Una reforma constitucional que propuso en ese sentido e incluyó otros cambios en el Estado, de tinte socialista, fue negada hace un año por 51 por ciento de sufragantes.
Sus opositores tampoco saborean una victoria numéricamente consistente como para aventurarse a proponer un referendo que recorte el mandato presidencial de Chávez o la convocatoria de una nueva Asamblea Constituyente, y seguramente deberán esperar hasta las elecciones parlamentarias de 2010 para lograr nuevos avances.
La derrota en la Gran Caracas, Carabobo y Zulia de figuras del entorno de Chávez, de proyección mediática o por quienes el presidente apostó con fuerza, puede conducir a una recomposición de fuerzas dentro del PSUV.
Una incógnita es si Chávez leerá en los resultados un nuevo mandato para "profundizar la revolución", como hizo cuando fue reelegido en 2006 con 61 por ciento de votos e incluso después del revés de su propuesta de reforma constitucional hace un año.
El panorama será más complejo en 2009, porque los ingresos petroleros previsiblemente serán mucho menores que en 2007 y 2008, debido a la caída de los precios internacionales de ese recurso y a la contracción de la economía global.