Un centro de estudios estrechamente ligado al presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, llamó a un «drástico giro estratégico» en la política hacia Pakistán.
El Centro para el Progreso Estadounidense (CAP, por sus siglas en inglés) señaló en un informe difundido el lunes que esa transformación debe apuntar a fortalecer las instituciones civiles y promover una efectiva contrainsurgencia contra Al Qaeda y grupos extremistas islámicos en las áreas tribales fronterizas con Afganistán, que amenazan la estabilidad de Pakistán.
El estudio también destaca que esos objetivos deben ser parte de un más amplio esfuerzo multilateral, para tomar en cuenta las preocupaciones de Islamabad en materia de seguridad en relación con Afganistán e India.
"Estados Unidos debe abandonar su enfoque reactivo y de corto plazo, que está estrechamente centrado en los esfuerzos bilaterales", señaló el informe titulado "Partnership for Progress" ("Asociación para el progreso").
"En cambio, una estrategia proactiva de largo plazo debe buscar fomentar la estabilidad y prosperidad en Pakistán a través de un enfoque multilateral y regional", agregó. Según los autores, éste será el mayor desafío que enfrentará el gobierno de Obama en materia de política exterior.
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El informe, producto de un año de estudios y consultas con el Grupo de Trabajo de Pakistán, integrado por 33 expertos en el tema, es considerado un indicador de la política que adoptará el gobierno de Obama, quien asumirá el cargo el próximo 20 de enero.
El presidente del CAP, John Podesta, ha actuado como jefe del equipo de transición de Obama desde mucho antes de las elecciones del 4 de noviembre, y dos de los cuatro autores del trabajo, Brian Katulis y Lawrence Korb, ocuparían puestos de importancia en el nuevo gobierno.
Aunque el estudio representa sólo la opinión de sus autores, varios integrantes del Grupo de Trabajo de Pakistán han sido durante la campaña electoral asesores clave de Obama en asuntos de la región.
El informe se conoce en medio de una creciente preocupación en Washington por la situación en Afganistán y Pakistán.
Según el análisis del CAP, se asiste al fortalecimiento de "una red de extremistas que comprende a la milicia islamista Talibán, Al Qaeda y grupos militantes locales asociados", que han logrado importantes avances siete años después de haber sido desplazados de Afganistán por la invasión liderada por Estados Unidos en 2001.
Desde entonces, Washington ha otorgado más de 11.000 millones de dólares en ayuda a Islamabad, destinada en su mayoría al ejército, con la esperanza de que el gobierno del ex presidente Pervez Musharraf (1999-2008) cooperara con los esfuerzos estadounidenses para prevenir que los talibanes y otros grupos retornaran a Afganistán.
Pero no sólo concretaron ese retorno, sino que en Pakistán se han extendido de las Áreas Tribales Federalmente Administradas —donde se supone que están instalados los líderes de Al Qaeda— a la Provincia de la Frontera Noroccidental y otras partes del territorio.
La situación económica pakistaní añade otros motivos de preocupación. Incluso antes del estallido de la crisis financiera internacional, la inflación había llevado los precios de los alimentos y los combustibles fuera del alcance de muchos ciudadanos, lo que generó protestas callejeras y disturbios en varias ciudades.
Como consecuencia de la rápida caída de las reservas internacionales, el gobierno del presidente Asif Ali Zardari debió solicitar al Fondo Monetario Internacional un préstamo de 7.600 millones de dólares a dos años. Es muy probable que las condiciones incluyan reducciones en los subsidios a bienes básicos, lo que podría provocar más agitación y fortalecer a los grupos radicalizados.
A pesar de todo, el estudio del CAP identifica elementos positivos que podrían ayudar a mejorar la situación. A diferencia del régimen de Musharraf, dominado por el ejército, el actual gobierno surgido de elecciones en febrero es considerado legítimo por la mayoría de los paquistaníes, señaló.
Por lo tanto, tiene "un mayor potencial para representar y movilizar a la población para combatir a los grupos militantes y fortalecer las instituciones gubernamentales", destacó el estudio.
La asunción de Obama también puede reducir las tensiones. El actual presidente estadounidense George W. Bush se convirtió en una figura extremadamente impopular en Pakistán debido a su fuerte apoyo a Musharraf, según encuestas realizadas en los últimos dos años.
Asimismo, otros países parecen más inclinados a ayudar a Islamabad para que enfrente sus problemas económicos, según el CAP. Es el caso del Grupo Amigos de Pakistán, integrado por Arabia Saudita, Australia, Canadá, China, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Japón, la Organización de las Naciones Unidas, Turquía y la Unión Europea.
Esa voluntad parece extenderse al Congreso legislativo de Estados Unidos, que probablemente apruebe un proyecto presentado meses atrás por el vicepresidente electo, Joe Biden, con el apoyo de Obama, para otorgar a Pakistán 7.500 millones de dólares en ayuda económica y para el desarrollo durante los próximos cinco años.
"Este proyecto prepara el terreno para una nueva estrategia, en la que Estados Unidos busque una asociación con el pueblo de Pakistán y no sólo con los militares para que cooperen con los objetivos de seguridad" de Washington, destacó el estudio del CAP.
El informe, además de recomendar que se otorgue mucha más ayuda no militar, pide que el gobierno estadounidense reconozca los límites de su influencia en Pakistán y adopte un enfoque multilateral, una dirección que Bush ya había comenzado a adoptar a través del Grupo de Amigos y otras iniciativas.
"En este momento, la imagen de Estados Unidos en Pakistán es tan negativa que cualquier esfuerzo para buscar el cambio que tenga a Washington como líder puede quedar automáticamente desacreditado", alertó el informe.
La ayuda militar se debe mantener, pero canalizada a través de las instituciones civiles, según el CAP, que enfatizó que Washington debe ser lo más transparente posible en materia del dinero que entrega.
Por otra parte, Estados Unidos debe balancear sus medidas de corto plazo, como sus cada vez más frecuentes ataques aéreos contra objetivos de Al Qaeda y los talibanes, con las metas de largo plazo, como el fortalecimiento de la credibilidad y eficacia de los líderes e instituciones civiles pakistaníes, según el estudio.
El diario The Washington Post informó el domingo que Washington e Islamabad llegaron en septiembre a "un acuerdo tácito", según el cual Estados Unidos no haría comentarios sobre esos ataques aéreos en las áreas fronterizas, mientras que se esperaba que Pakistán presentara protestas contra ellos.