BIRMANIA: Minorías víctimas de crímenes contra la humanidad

Los ataques del ejército de Birmania en la zona oriental del país, que ya llevan tres años, exponen a la junta militar a cargos por crímenes contra la humanidad.

Esto se suma a la creciente lista de acusaciones por violaciones a los derechos humanos, entre los que se incluye el empleo de la violación como arma de guerra en las zonas en las que habitan las minorías étnicas.

Birmania se encuentra bajo el control de dictaduras militares desde 1962.

Civiles que huyeron de los territorios bajo ataque relataron que el ejército toma como blanco a hombres desarmados, mujeres y niños "de forma extendida y sistemática", informaron grupos humanitarios y organizaciones de derechos humanos.

Un creciente número de refugiados de la etnia karen, la segunda más numerosa del país, cruzan la frontera hacia Tailandia. Muchos viven en el montañoso estado de Karen, escenario del conflicto separatista más prolongado, y frecuentemente ignorado, del sudeste de Asia.
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En él se enfrentan el ejército birmano y el ala militar de la Unión Nacional Karen (UNK).

"Las tropas toman como blanco a los civiles y evitan las instalaciones de los rebeldes separatistas. Esta es la razón por la que calificamos a esos ataques como crímenes contra la humanidad", dijo a IPS Benjamin Zawacki, investigador del organismo de derechos humanos Amnistía Internacional.

"La campaña se inició en noviembre de 2005 y ha escalado. Ahora ni siquiera se detiene en la época del monzón, de mayo a octubre, como ocurría en el pasado. Hubo un cambio en la estrategia y la intensidad", agregó.

Las operaciones militares son las más amplias y prolongadas en una década. "El ejército birmano rota a los soldados cada seis meses y ha penetrado profundamente en áreas karen, dijo el vicepresidente de la UNK, David Tharckabaw, en una entrevista telefónica.

"Nada se respeta. Incluso están destruyendo plantaciones de frutas, como langostas", afirmó.

La lista de violaciones a los derechos humanos documentadas por Amnistía y confirmadas por otros grupos, incluyen el asesinato de aldeanos a golpes, puñaladas o disparos. También está extendida la práctica de la tortura seguida de muerte.

Los civiles karen denunciaron que son obligados a realizar trabajos forzados, que sus cosechas de arroz son quemadas y que han sido víctimas de desapariciones.

"Antes de dejar la aldea, los soldados colocaron minas, una de ellas frente a la iglesia. Un hombre de unos 70 años pisó una y murió por la explosión", relató una campesina a Amnistía. Las tropas quemaron 20 de las 30 casas de la aldea.

"Lo perdí todo, la cocina, los muebles, las reservas de arroz. No se pudo rescatar ni un trozo de papel. Lo mismo le ocurrió a las otras 19 familias cuyas casas fueron quemadas", agregó.

La persistente campaña militar, que incluye el empleo de infantería e intenso uso de morteros pesados, ha limitado las zonas libres a las que pueden escapar los civiles karen y los desplazados internos.

"Casi 66.000 personas de 38 pueblos han sido forzados a abandonar sus hogares, a causa del conflicto y las violaciones a los derechos humanos, cometidas en un clima de impunidad", dijo a IPS Duncan McArthur, coordinador de ayuda en emergencias del Consorcio de la Frontera Birmano-Tailandesa, una red de 11 grupos humanitarios que asisten a los refugiados.

Algunos se han volcado hacia la región noroccidental de Tailandia, donde ya existen nueve campamentos que albergan a unas 120.000 personas.

"Existen alrededor de 20.000 nuevos arribos no registrados, además del crecimiento natural de la población de los campamentos", señaló McArthur.

Existen en Birmania más de 500.000 desplazados. Cerca de 451.000 viven en las área rurales étnicas. Esto coloca al país en situación similar a las de Afganistán, Bangladesh y Sri Lanka, donde su número se cuenta por centenares de miles.

La diferencia es que no actúan en Birmania agencias internacionales que ayuden a las víctimas y sirvan como observadores neutrales en una zona de conflicto.

Incluso la Cruz Roja Internacional, que ofrecía prótesis a las víctimas de las minas antipersonal, sufrió restricciones a sus operaciones impuestas por la dictadura militar birmana. A mediados de 2007, la organización criticó duramente a la junta, al explicar los motivos por los cuales debió suspender su actividad en Birmania.

Las denuncias de la Cruz Roja sobre las graves y repetidas violaciones a los derechos humanos en las área de conflicto de la región oriental del país confirmaron lo que habían señalado muchos analistas.

"Los repetidos abusos cometidos contra hombres, mujeres y niños que viven en la frontera entre Birmania y Tailandia violan muchas de las disposiciones de las leyes humanitarias internacionales", señaló la organización.

Los miembros de la etnia karen constituyen casi siete millones de los 57 millones de habitantes de Birmania. Tienen su propia cultura y lenguaje y, entre ellos, hay budistas, cristianos y animistas. Los birmanos, que constituyen el grupo mayoritario, son predominantemente budistas, hablan birmano y cuentan con una cultura e historia forjada por reyes locales antes de la colonización británica.

La lucha de los karen por su independencia comenzó en 1949. La UNK ha rehusado firmar acuerdos de paz con las autoridades, a diferencia de otros grupos separatistas de diferentes etnias. Sin embargo, quienes lo hicieron en las últimas dos décadas descubrieron que las promesas de la junta militar sobre mayor autonomía política jamás fueron cumplidas.

"La estrategia de los militares es continuar atacando a la UNK y los civiles karen para empujarlos a la frontera con Tailandia", dijo Tharekabaw.

"Su objetivo es controlar toda la tierra y a todas las personas, algo que no se había producido antes. Si no pueden controlarlos, tienen que matarlos o deshacerse de ellas. Es un régimen fascista y su ideología es el extremismo, el racismo y el militarismo", afirmó.

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