El paso de tres huracanes en menos de tres meses causó a Cuba perjuicios por unos 10.000 millones de dólares, según los últimos costos estimados oficialmente, y dejó al desnudo la precariedad del fondo habitacional del país para resistir el embate de estos destructivos fenómenos naturales.
"Como consecuencia del cambio climático, estos huracanes van a ser cada vez más frecuentes e intensos. No nos queda más remedio que adaptarnos", dijo esta semana el presidente de Cuba, Raúl Castro, durante un recorrido por Camaguey y las Tunas, dos provincias aledañas del centro-oriente cuyos poblados costeros sufrieron el impacto de Paloma.
Al tocar tierra, Paloma se debilitó y se convirtió finalmente en un área de bajas presiones, pero la acción combinada de sus vientos, lluvia y salidas del mar dejó sin hogar a centenares de familias asentadas en localidades costeras como Santa Cruz del Sur, en Camaguey, y Guayabal, en la vecina Las Tunas.
En esa última localidad se perdieron totalmente 110 casas, mientras las restantes 273 que tenía el lugar sufrieron perjuicios de distinto tipo a consecuencia de las penetraciones del mar hasta alrededor de 700 metros, a una altura de hasta un metro. Los postes del sistema electroenergético, en su mayoría enterrados en la arena, quedaron por el piso.
Según el conteo oficial, son 9.889 las viviendas destruidas o averiadas en Santa Cruz del Sur, donde el mar avanzó hasta un kilómetro y medio y el nivel de las aguas sobrepasó los cuatro metros de altura. De ellas, 1.353 sufrieron derrumbes totales. "Salvé la vida, pero lo perdí todo", dijo una mujer interrogada el domingo por la televisión estatal.
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Las imágenes dejaron ver ese día la estela de destrucción dejada por Paloma en ese poblado de la costa sur del país, pocas horas antes de cumplirse el 76 aniversario de la peor catástrofe de origen natural de la historia de Cuba, cuando un huracán de categoría cinco provocó una marea de tormenta que arrasó el poblado y causó la muerte de unas 3.000 personas.
"Todavía hay gente que vivió aquello, ocurrido el 9 de noviembre de 1932. Murieron familias enteras. Fue terrible", contó a IPS Digna García, una profesora jubilada oriunda de Camaguey, distante 534 kilómetros de La Habana. En esta ocasión, previo al paso de Paloma, todos los residentes de los municipios en riesgo fueron evacuados con la debida antelación.
"Son medidas costosas, pero es difícil imaginar qué hubiera pasado si no evacuamos", comentó Castro, quien aseguró a los lugareños que se reconstruirán las viviendas lo más pronto posible, en la misma zona, aunque más alejado del mar. Prometió además que también se repondrá a las familias los bienes que perdieron.
El gobernante insistió en que el país debe prepararse para "convivir" con los huracanes y afirmó que ahora suman 47 los municipios afectados por los huracanes Gustav y Ike, entre el 30 de agosto y el 9 de septiembre, y Paloma, el sábado. "Estamos gastando lo que tenemos y no tenemos", (en compra de alimentos y materiales de construcción), comentó.
El diario oficial Granma informó en su edición de este miércoles que Gustav causó pérdidas valoradas en 2.072 millones de dólares, en tanto el impacto de Ike costó 7.275 millones de dólares. A su vez, Raúl Castro dijo que los daños totales, sumando los perjuicios provocados por Paloma, "ya casi estamos llegando a los 10.000 millones de dólares"
Un bien aceitado sistema de prevención ante desastres, dirigido por la Defensa Civil, redujo al mínimo las víctimas fatales, aunque los daños materiales siguen siendo cuantiosos, agravando, entre otros, el déficit de viviendas, reconocido por el propio gobierno como una de las asignaturas pendientes de solución.
Según Granma, las viviendas destruidas o seriamente perjudicadas por Paloma se suman "al medio millón dañadas por Gustav e Ike". En las regiones costeras del centro del país predominan las construcciones de madera y los techos de tejas o las cubiertas con láminas metálicas onduladas y planchas de asbesto-cemento.
Expertos indican que la combinación de los efectos del ambiente agresivo, la pobre calidad de los materiales de construcción, la falta de mantenimiento sistemático y su ubicación en zonas bajas y cercanas al mar aumentan la vulnerabilidad de estos poblados costeros ante los frecuentes huracanes.
Tras el impacto de Ike y Gustav, el Instituto Nacional de la Vivienda confirmó que sólo resistieron la fuerza de los vientos los techos de placa de hormigón y cabillas, bien reforzados. La entidad estatal reconoció, además, que los mayores daños se produjeron en casas cubiertas con tejas de fibrocemento, madera y tejidos vegetales, muy comunes en las zonas rurales.
"Vamos a tratar de crear la verdadera base de la industria de materiales de construcción, porque hasta que en este país todas las casitas no tengan por lo menos su placa vamos a estar cambiando techos y quita, pon y quita", dijo Raúl Castro, respecto de ese problema.
A mediados de este año, el déficit total de viviendas en el país se estimaba en unas 600.000. Un programa lanzado en 2005 aspiraba a construir 100.000 casas al año, pero la cifra debió reducirse posteriormente a la mitad para ajustarse a las posibilidades reales, según explicaron las autoridades.