Sriyawathie vadea un estanque turbio y verdoso en este meridional distrito costero srilankés en busca de cáscaras de coco dejadas en remojo para facilitar la separación de la corteza y la cobertura filamentosa, que luego dejan secar e hilan para fabricar cuerdas, esteras y escobas.
"Así es cómo lo hacemos", contó sonriendo Sriyawathie, de 55 años. Después de sacar la cáscara del agua, se la golpea hasta que aparecen las fibras rojizas, explicó. El proceso entero puede llevar unos cuatro meses.
La industria de fibra de coco, una actividad básicamente artesanal en esta zona, en su mayoría practicada por mujeres, se recupera con lentitud del tsunami de diciembre de 2004, que destruyó la producción en toda la costa. Pero tuvo que competir contra decenas de empresas srilankesas que exportan productos de alta calidad.
Varias organizaciones no gubernamentales como la británica Oxfam Internacional ayudan a reflotar esos pequeños emprendimientos para que las mujeres puedan recuperar su economía.
En julio, en esta meridional localidad, 49 organizaciones comunitarias, integradas por 205 grupos, se juntaron para formar una federación a fin de promover y respaldar a las mujeres que trabajan en la producción de fibra de coco así como propietarios y administradores de activos, recursos y procesos de esta industria.
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Con los conocimientos económicos y técnicos aportados por Oxfam, la federación pretende aumentar el acceso a mejores técnicas de producción, materia prima de alta calidad y más mercados lucrativos para los trabajadores.
Algunas artesanas como G. C. Kusumawathie señalaron que el apoyo de la federación y de Oxfam le sirvió para recuperar su rutina normal.
Kusumawathie, cuyos pozos en la playa fueron destruidos por el tsunami, ahora compra fibras separadas a máquina y las hila para formar la cuerda, junto con otras tres mujeres. "Sacamos unos cuatro dólares al mes por persona", relató.
Los esposos pescadores ayudan en la tarea durante la época de los monzones, cuando el mar está demasiado agitado para pescar y el hilado es la única fuente de ingresos de las familias.
Las organizaciones comunitarias, cada una de las cuales tiene entre 60 y 100 miembros, poseen sus propias cuentas bancarias, señaló K. D. Daya Padmini, facilitador contratado por Oxfam para el proyecto.
Cada miembro deposita unos 40 centavos de dólar al mes, lo que le da derecho a pedir un préstamo de unos 27 dólares.
Las organizaciones no gubernamentales dan efectivo a las mujeres para mejorar el trabajo, señaló Himali Hemakeerthi, asistente de programa de Oxfam, en tanto el otro préstamo otorgado al grupo comunitario se usa para cubrir las necesidades familiares.
"Nuestro proyecto comenzó después del tsunami, cuando la industria de fibra de coco estaba muy mal y muchas mujeres perdieron su fuente de ingresos", indicó..
La federación de organizaciones comunitarias reúne a más de 200.000 tejedoras y sus familias.
La fibra hecha a máquina no es tan atractiva como la de los pozos de playa, dónde las olas decoloran la cáscara dejando una fibra limpia y blanca.
La industria artesanal produce cuerdas, esteras, cepillos y escobas para el consumo local, en tanto decenas de fábricas srilankesas exportan productos de alta calidad como geotextiles, esteras de fibra de coco engomada, entre otros.
Sri Lanka es el único proveedor mundial de fibra de coco marrón y junto con India representan casi 90 por ciento de las exportaciones de ese material, según cifras oficiales.
La industria de la fibra de coco de este país se caracteriza por concentrar en las provincias Oeste y Sur la actividad artesanal, intensiva y realizada por una mayoría de mujeres, que trabajan con materia prima blanca.
En cambio, en la provincia Noroeste, la tarea es más modernizada, mecanizada y orientada a la exportación de productos elaborados a base de la fibra marrón, según una investigación del Instituto Nacional de Gestión de Empresas, encargada por Oxfam en 2006.
La fibra blanca se extrae de la cáscara del coco verde, en tanto la marrón, más resistente, se saca del fruto maduro.
Alrededor de 10 por ciento de la fibra de coco procede del Sur, dónde se extrae mediante métodos tradicionales, en tanto 85 por ciento es marrón, de las provincias del Noroeste y Oeste.
Los productos en base a fibra de coco representaron seis por ciento de las exportaciones agrícolas, más de uno por ciento del total y 0,35 por ciento del producto interno bruto nacional en 2005.
Anulawathie, una de las tejedoras, ata con destreza dos o tres cáscaras de coco a un palo para hacer una escoba tradicional. "Es para usted", señala con un gesto de buena voluntad.
"No tienen conocimientos para vender", explicó Thushara Dharmasiri, de Oxfam.
"El próximo paso será enseñarles a vender sus productos para dejar de depender de los intermediarios", señaló, porque ellos les compran las escobas a tres centavos cada una y luego las venden al doble.