IRAQ: El paraíso perdido de los judíos kurdos

Es común que, al referirse a la violencia en Iraq, funcionarios y medios de prensa estadounidenses describan a los pobladores de ese país como «salvajes» que no pueden evitar asesinarse unos a otros.

El candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos del opositor Partido Demócrata, Joe Biden, dijo en el debate con su rival del gobernante Partido Republicano, Sarah Palin, que "la historia de los últimos 700 años" muestra que los iraquíes son incapaces de convivir entre ellos.

Una visión diferente, sin embargo, puede encontrarse en el libro del periodista estadounidense de ascendencia kurda Ariel Sabar titulado "My Father's Paradise: A Son's Search for His Jewish Past in Northern Iraq" ("El paraíso de mi padre: La búsqueda de un hijo de su pasado judío en Iraq septentrional").

Sabar cuenta la historia de su padre, Yona, quien creció en los años 40 en Zakho, pequeña ciudad iraquí en la que judíos, musulmanes y cristianos se vinculaban sin mayores dificultades.

Los judíos como Yona Sabar conformaban una pequeña comunidad cuyos miembros "trabajaban, oraban a su dios y hablaban su propio lenguaje" sin grandes problemas, tal como lo habían hecho "por alrededor de 2.700 años".
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La descripción que realiza Sabar de los días de infancia de su padre es conmovedora. "Al pequeño niño le gustaban los techos. Y desde ellos, en su ciudad del Kurdistán iraquí, ese niño de ocho años de cabello oscuro —su nombre era Yona— podía mirar a todo el mundo a sus pies."

Así podía ver "la tienda donde su padre vendía ovillos de lana, el puesto del mercado donde su abuelo sumergía 'sherwals' y 'shalla u-shappiksas' en tambores de tintura, dando nuevos colores a esos pantalones y chaquetas".

"Y más allá, en el jardín de la casa sobre la calle principal, estaba uno de los personajes favoritos de Yona: el relator de historias, que encendía la imaginación de los niños con fábulas de fantasmas y mendigos y héroes."

Luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un tercio de los habitantes de Bagdad eran judíos. Luego de la Segunda (1939-1945) llegaron a ocupar posiciones en el gabinete, el parlamento y los tribunales.

"Esto habla de una cultura que, a pesar de las imágenes que dominan los titulares, era realmente civilizada, sofisticada, cosmopolita y multicultural, mucho antes de que este último término se pusiera de moda entre los profesores universitarios y los progresistas", dijo Sabar a IPS.

Paradójicamente, fue el asesinato de seis millones de judíos en Europa a manos del régimen nazi alemán lo que puso fin a esa convivencia social. La masacre llevó a la creación del Estado de Israel en 1948, y sus vecinos árabes fueron a la guerra para impedirlo.

A medida que los cadáveres de soldados iraquíes volvían a su país aumentó el sentimiento antijudío en Iraq. Algunos judíos prominentes fueron ejecutados, otros arrestados y torturados por colaborar con el "enemigo", aunque en muchos casos sus vínculos con Israel se limitaban a la comunidad religiosa.

En 1951, la represión estatal y las acciones de grupos violentos forzaron a los judíos de Zakho a un éxodo masivo.

Yona Sabar tenía 12 años cuando su familia llegó a Israel, que no fue para ellos una tierra prometida. En general, en Iraq habían gozado de una buena posición, y en Jerusalén debieron apiñarse en un pequeño departamento.

Miembros de la familia que fueron propietarios de negocios en Iraq debieron aceptar trabajos de baja calificación. Todos sufrieron discriminación por ser kurdos.

En su adolescencia, Yona se vio forzado a trabajar limpiando bolsas de cemento y a asistir a la escuela nocturna. No resulta sorprendente que al finalizar sus estudios universitarios emigrara a Estados Unidos, donde realizó un posgrado en la Universidad de Yale y se convirtió en uno de los más renombrados especialistas en arameo, el lenguaje que hablaba en Zakho.

Actualmente, vive en la ciudad de Los Angeles.

Padre e hijo viajaron juntos al Kurdistán iraquí en 2005. Ariel retornó al año siguiente para buscar más información sobre su familia. En esa oportunidad sus escritos se refirieron a cuestiones como los ancestros, el desplazamiento y la marcha de la historia.

Yona Sabar dijo a IPS, en una entrevista telefónica, que el viaje de 2005 lo convenció de que el mundo de su juventud se había perdido para siempre.

"Había sólo una o dos personas que recordaban el pasado", afirmó.

"Incluso cuando uno de nuestros anfitriones nos invitó a su casa y le pidió a su esposa que nos preparara algún platillo judío, la mujer no tenía idea de qué le estaba hablando. Finalmente encontró a alguien que recordó qué clase de comida era", relató.

Yona Sabar dijo que le gustaba el título del libro, aunque considera sus visiones paradisíacas del pasado como "nostalgia" más que como otra cosa. "El Paraíso es donde uno coloca todos sus sueños y deseos, donde se siente más pleno espiritualmente", aseguró.

Al recordar su periplo, primero desde el Kurdistán a Israel, luego a Estados Unidos, señaló: "Cuando estaba en un lugar siempre pensaba en el anterior, idealizándolo. Ahora me doy cuenta de que es sólo una fantasía. Estoy muy feliz aquí."

Ariel explicó que su padre aún busca, en su vida cotidiana en Los Angeles, pequeños retazos del Kurdistán. "Esos paralelismos a veces me parecen fantasiosos, otras incluso risibles. Pero descubrí que son reales para él, necesarios para un hombre desplazado".

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