EGIPTO: A punto de ebullición

El descontento popular hacia el gobierno de Egipto parece haber alcanzado su máximo histórico, aunque las autoridades muestran una mayor tolerancia.

"No cabe la menor duda de que el malestar popular con el gobierno aumenta en todos los ámbitos", dijo a IPS Nabil Abdel-Fattah director del semi-estatal Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Al-Ahram. "Los roces políticos son palpables".

El deslizamiento de tierra que el mes pasado mató a muchas personas en un asentamiento precario de El Cairo desató la ira popular. Fue un desastre del que muchos responsabilizan de forma indirecta al Estado.

Más de 100 personas perdieron la vida el 6 de septiembre cuando decenas de viviendas precarias quedaron sepultadas en el densamente poblado tugurio de Dweiqa, al este de la capital.

No se responsabilizó al gobierno de forma directa, pero el incidente puso sobre la mesa su permanente incapacidad para lidiar con la proliferación de asentamientos "informales" de estructuras precarias en la propia capital y sus alrededores, cada vez más poblados.
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"La proliferación de viviendas precarias es un problema de larga data", indicó Abd al-Fattah. "El incidente de Duweiqa ofuscó más a las personas pobres, ya molestas por lo la falta de políticas del gobierno para aliviar su difícil situación".

Hay unos 10 millones de egipcios, a los que el gobierno no ofrece ningún tipo de servicio, en asentamientos precarios como Duweiqa, señaló Hamadeen Sabahi, fundador del opositor Partido Karama.

De no resolverse el problema, "habrá un estallido popular espontáneo", advirtió.

Tras el desastre, Sabahi, también destacado legislador, propuso destinar la mitad del presupuesto anual de los ministerios para construir viviendas de bajo costo para los pobres de zonas urbanas.

"Pero, por ahora, el gobierno ignora totalmente la propuesta", dijo Sabahi a IPS. "Es como si no le importara para nada el bienestar de la población".

Pero ese no es el único incidente que perjudica la imagen del Partido Nacional Democrático (PND), del presidente Hosni Mubarak, y su gobierno, integrado principalmente por empresarios.

A principios de agosto, el magnate del PND Mamdouh Ismail fue absuelto del cargo de homicidio por la muerte de más de 1.000 personas en 2006 cuando un ferry de su propiedad se hundió en el mar Rojo.

El veredicto provocó indignación popular, y en especial entre familiares de las víctimas que lo consideraron una prueba de que las elites corporativas y gobernantes están fuera de la ley en Egipto.

Luego, la imagen de El Cairo recibió otro golpe cuando el magnate de la construcción, también legislador del PND, Hisham Talaat Moustafa fue acusado de estar vinculado con la muerte de la cantante libanesa pop Suzanne Tamim, brutalmente asesinada en Dubai a fines de agosto.

El caso está en proceso, pero la acusación extendió el halo de corrupción que pende sobre el partido de gobierno.

"Esos incidentes reencendieron un asunto que viene fermentándose desde hace tiempo y tiene que ver con la combinación de intereses empresariales y la autoridad y cómo esa práctica lleva, de forma inevitable, a la propagación de la corrupción en el gobierno", indicó Abd al-Fattah.

Para peor, la incapacidad del gobierno para proteger a la población de la acelerada inflación, que aumenta mes a mes, también causó gran frustración.

La carestía alimentaria se sintió especialmente durante el mes sagrado musulmán de Ramadán, cuando los fieles realizan un ayuno diario para romperlo luego con abundantes platillos nocturnos.

Alrededor de 40 por ciento de los 80 millones de egipcios son pobres que viven con un dólar al día, o incluso menos.

"Los precios de productos básicos están más caros que nunca, por lo que una gran cantidad de familias de bajos ingresos no tienen suficientes recursos para sobrevivir", indicó Abd al-Fattah.

Algunos analistas señalaron que la sumatoria de esos factores avivó una exasperación popular sin precedentes hacia un gobierno considerado incapaz de garantizar el bienestar de la población.

"El gobierno no ha podido cubrir las necesidades básicas de gran parte de la población", remarcó Abd al-Fattah. "Parece no tener la voluntad política para resolver de forma efectiva los graves problemas que aquejan a los egipcios".

Sabahi coincidió con él. "La inflación, el dictamen del ferry y la acusación de asesinato propiciaron un estado de ira incontenible. No sé ni siquiera si el presidente Mubarak tiene conciencia de la dimensión que adquirió el malestar en la calle", indicó.

Pero al parecer, la oposición política también es incapaz de desafiar el estatus quo. El parlamento está dominado por el PND, aunque alrededor de un quinto de los asientos legislativos están ocupados por legisladores independientes y de la oposición.

"La gente puede haber perdido la fe en el gobierno, pero tampoco se la dieron a la oposición", apuntó Sabahi.

"El gobierno hizo agua por todos lados, pero la oposición tampoco pudo manejar el descontento popular y promover un cambio político", explicó.

A mediados de agosto hubo un incendió que afectó a las dos cámaras del parlamento. El origen fue considerado accidental. Muchos egipcios no deben sentir lástima de que los asientos legislativos hayan sido afectados por las llamas, según Sabahi.

"Muchos egipcios expresaron su satisfacción con el hecho", indicó. "Y sospecho que algunos hubieran preferido que el parlamento estuviera en sesión cuando ocurrió el incendió".

El deterioro de la situación propició especulaciones respecto de inminentes cambios en el gobierno.

Abd al-Fattah mencionó la posibilidad de que Mubarak tenga pensado reorganizar el gabinete, ya sea antes o después de la conferencia anual del PND, prevista para noviembre.

Pero para Sabahi, ese tipo de cambio no será más que una solución "superficial y temporal".

Sin embargo, analistas sostienen que el gran descontento popular fue acompañado de una nueva tolerancia del gobierno a las críticas.

"La gente está furiosa, sí. Pero es notable que, ya sea en la prensa independiente o en conversaciones cotidianas, la gente no tiene miedo de expresar su malestar", sostuvo Abd al-Fattah.

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