Laos, uno de los países más afectados por las bombas de racismo y líder natural de las campañas para su prohibición, organiza una conferencia para que los países de la región suscriban la convención que censure el uso, producción, acopio y transferencia de esas armas.
La conferencia, que se inaugura este domingo y se extiende hasta el miércoles de la semana próxima, busca promover la Convención sobre Bombas de Racimo (CBR), abierta para su firma a principios de diciembre en Oslo.
Actualmente, Indonesia, Singapur y Tailandia son los que tienen más reservas de bombas de racimo en la región, y Singapur está entre las siete naciones asiáticas que las producen.
Ese tratado internacional pionero logró alcanzar un hito en mayo, cuando 107 gobiernos acordaron en la conferencia de Dublin adoptar el texto de la CBR, que se propone erradicar el uso, tenencia y comercialización de esas armas, parecidas a pelotas de tenis, que pesan como piedra.
"Cuando sea implementada, la Convención beneficiará de forma directa a las comunidades afectadas gracias a un mayor esfuerzo que se volcará a limpiar áreas plagadas con bombas de racimo, lo que salvará muchas vidas, aumentará las tierras para la agricultura y otras actividades productivas", señaló Peter Herby, director de la unidad de armas del Comité Internacional de la Cruz Roja.
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Ésas son buenas noticias para Laos, que necesita con urgencia eliminar las sub-municiones que no explotaron cuando fueron lanzadas.
En la actualidad, 14 de las 17 provincias de este país, sin salida al mar y golpeado por la pobreza, tienen gran cantidad de sub-municiones enterradas en el suelo.
La situación actual es un legado mortal de la guerra de Vietnam (1964-1975), durante la cual Estados Unidos tiró más de dos millones de toneladas de bombas de racismo sobre este país, que según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de los explosivos lanzados durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) sobre Europa.
Aviones estadounidenses lanzaron casi medio millón de bombas entre 1964 y 1973 en este país a fin de destruir la ruta de suministro de la entonces Vietnam del Norte, conocida como senda de Ho Chi Minh, en el este de Laos.
Esa práctica contra un país que no suponía ninguna amenaza para Washington fue una operación secreta durante y después de la guerra.
La mayoría de esos explosivos, unos 260 millones, eran sub-municiones, lanzadas a granel entre 300 y 600 en dispositivos más grandes.
Casi 30 por ciento de ellas no explotaron, lo que supone un problema para la población civil que muere o queda mutilada cada vez que estalla una, incluso 35 años después de haber sido lanzadas.
"Todavía hay unas 78 millones de bombas de racimo de las 260 millones lanzadas", señaló Edwin Faigmane, de una organización local dedicada al asunto y asociada con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
"Se destruyeron unas 395.245 sub-municiones sin explotar desde 1996 hasta julio de este año, 0,47 por ciento", apuntó.
"Erradicar las sub-municiones es un proceso lento. Si se las golpea pueden explotar y matar a una persona o penetrar el traje blindado", añadió Faigmane. "La CBR es importante para que Laos pueda recibir más fondos para erradicarlas. Este país aspira a recibir unos 11 millones de dólares por año".
Esos fondos son importantes para que un tercio de los casi seis millones de laosianos pobres, que en su mayoría viven en zonas rurales, las más golpeadas por el bombardeo estadounidense.
"Ocho por ciento de la población vive en áreas rurales, plagadas de sub-municiones sin explotar", indicó Tom Morgan, portavoz de la oficina en Laos de la británica organización Mines Advisory Group (grupo asesor de minas).
"En los lugares donde hay sub-municiones sin explotar, la pobreza es peor. Hay un vínculo directo entre ambas cosas", añadió. "En las zonas contaminadas no se puede cultivar y la gente tiene miedo de ampliar las tierras para la agricultura. Puede que haya un accidente por día en esos lugares".
El vínculo entre ambos problemas también fue expuesto por el Programa Mundial de Alimentos.
"La contaminación por sub-municiones es un obstáculo para la producción agrícola porque disminuye posibles formas de sustento", sostiene esa agencia de la ONU en su informe, "Laos: Análisis General de Vulnerabilidad y Seguridad Alimentaria".
"Alrededor de 17 por ciento de las familias que viven en localidades contaminadas por sub-municiones consumen pocos alimentos en comparación con 12 por ciento en otros poblados", añade. "La erradicación debe formar parte de la asistencia al sustento de sus residentes a fin de mejorar la producción agrícola".
Esa realidad no puede ser obviada por los donantes comprometidos con el combate a la pobreza rural en Laos, indicó Patchamuthu Illangovan, director del Banco Mundial en este país. "Todo donante que preste asistencia a zonas rurales debe hacer frente al problema de las bombas de racismo".
Pero ha sido todo un desafío atraer la atención internacional y los consiguientes fondos para el desarrollo, dijo a IPS. "La comunidad internacional desconoce la amplitud del problema porque se percibe a Laos como un pequeño país marginal de la región".
Laos quiere sacarse la etiqueta de país menos desarrollado, pero la cuestión de las bombas de racimo es un problema.
"El desarrollo nacional se demorará. El país no podrá logar su objetivo de abandonar esa categoría para 2020", dijo a varios diplomáticos el viceprimer ministro, general Duangchay Phichit, a principios de este año.