El nuevo primer ministro de Tailandia, Somchai Wongsawat, comienza su mandato en medio de un clima de hostilidad sin precedentes contra el parlamento surgido de las urnas.
El segundo jefe de gobierno que asume en lo que va del año afronta las protestas de la opositora Alianza Popular para la Democracia (APD), un conglomerado de clases medias urbanas, la elite adinerada y sectores monárquicos que desde mayo dicta en la calle la agenda política nacional.
A tal punto llega el control de la APD que Somchai, un ex juez y burócrata de 61 años, no puede ingresar en la Casa de Gobierno, ocupada desde fines de agosto por miles de opositores.
El primer ministro número 26 de Tailandia desde que este país se convirtió en una monarquía constitucional hace 76 años debió instalar sus oficinas en el viejo aeropuerto de Bangkok. El tiempo que permanecerá en el cargo es aún motivo de especulaciones.
La coalición gobernante de seis partidos logró reunir el miércoles la voluntad de 298 entre 466 parlamentarios para designarlo al frente del gobierno.
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Somchai reemplaza a Samak Sundaravej, quien renunció la semana pasada porque un tribunal lo encontrara culpable de recibir dinero por conducir un programa televisivo de cocina, lo cual fue considerado incompatible con su condición de primer ministro.
El nuevo jefe de gobierno es cuñado del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, derrocado por un golpe militar en 2006. Thaksin retornó al país tras un exilio de 18 meses, pero volvió a abandonar Tailandia en agosto para eludir procesos judiciales por corrupción.
De hecho, los estrechos lazos con Thaksin llevaron al colapso al gobierno de Samak, quien llevó al Partido Poder del Pueblo (PPP) a la victoria en las elecciones de diciembre pasado.
La APD lo acusó de ser un testaferro de Thaksin, a quien considera un símbolo de la corrupción desenfrenada, y lanzó las protestas callejeras para forzar su renuncia.
Aunque Somchai es un "caballero" y tiene "mejor reputación", su designación no aplacará las protestas, advirtió Somsak Kosaisuk, uno de los líderes de la APD, al hablar a la multitud reunida en la ocupada sede gubernamental.
En un esfuerzo para transmitir un mensaje de unidad, luego de ser designado por los legisladores como jefe de gobierno, Somchai se dirigió hacia el escaño del líder opositor en el parlamento, Abhisit Vejjajiva, y le estrechó la mano.
"Somchai estará bajo fuego desde el comienzo. No habrá luna de miel para él", señaló Thitinan Pongsudhirak, politólogo de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok. "Tendrá que estar a la defensiva y hacer frente a los mismo ataques que recibió Samak." Según Pongsudhirak, su elección como primer ministro "es una medida de corto plazo. El PPP quiere mantener la situación hasta la aprobación del presupuesto 2009 de en octubre. Esto ayudará al partido a preparar el terreno para convocar a nuevos comicios".
La gestión de Somchai será una nueva prueba para determinar quién tiene mayor influencia en los asuntos políticos del país: los manifestantes que controlan las calles o el parlamento.
"Esta es la primera vez que los participantes en las protestas fijan la agenda en lugar del gobierno, que recibió un mandato en elecciones para hacerlo", señaló Thanet Aphornsuvan, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Thammasat de Bangkok.
"Esto es diferente a las manifestaciones que tuvimos en 1973 y 1992 para poner fin a dictaduras militares", añadió Thanet.
El programa de la APD, advierten algunos analistas, socava la democracia. Propone que 70 por ciento de los legisladores sean designados y sólo el restante 30 por ciento elegidos en elecciones.
Su política es ultranacionalista y busca asegurar que los intereses de las elites sean resguardados.
"La APD trata de debilitar al parlamento y de concretar un 'golpe popular', pues tiene el apoyo de algunos sectores militares", dijo Thanet.
El desafío opositor a la legislatura y las leyes nace de su particular interpretación de una cláusula constitucional, que garantiza el derecho a la protesta pública.
"La APD confía en que las autoridades no reprimirán las protestas, aunque han violado muchas leyes. Es la primera vez que esa garantía constitucional se usa de esta forma, aunque por las razones equivocadas", agregó Thanet.
La inusual libertad de acción que disfruta la alianza opositora se debe a su base de apoyo, que incluye a las clases medias urbanas, la elite adinerada, burócratas, partidarios de la monarquía, algunos dirigentes sindicales y un sector de la prensa.
Los manifestantes que ocupan las calles tienen más poder que la oposición parlamentaria, liderada por el Partido Demócrata.
La APD lanzó una campaña similar en 2006 para desplazar a Thaksin, acusado de corrupción, nepotismo y abuso de poder. Esas protestas abonaron el terreno para el golpe militar del 19 de septiembre de ese año.
A fines de los años 90, cuando los demócratas estaban en el gobierno, los campesinos pobres fueron menos afortunados. Las protestas que protagonizaron para pedir cambios en la política oficial fueron duramente reprimidas.
Chaturong Chaiseng, ex ministro durante el gobierno de Thaksin, cuyos triunfos electorales se basaron sobre el amplio apoyo de las masas rurales pobres, afirmó que "la APD quiere asegurarse que el poder se mantenga en manos de la elite no elegida en comicios".
"En la política tailandesa siempre ha existido un conflicto entre quienes buscan mantener el poder en el ejército o cuerpos designados 'a dedo' y quienes desean que lo ejerzan representantes elegidos por el pueblo. Este es el desafío fundamental que enfrenta el gobierno actual", agregó. ***** +Una "democracia" en la que los pobres no voten (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=89771) +Justicia indigesta para el primer ministro (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=89707)