Las audiencias públicas con que la Suprema Corte de Justicia de Brasil amplifica el debate de cuestiones controvertidas, como el aborto, cumplen un papel pedagógico para la población, aunque ejercen poca influencia en el fallo de cada magistrado, que se apoyan en la larga experiencia jurídica.
El Supremo Tribunal Federal (STF), como se llama la Corte de última instancia en Brasil, promovió tres audiencias sobre el aborto de fetos anencéfalos desde agosto y fijó una cuarta para este martes, antes de decidir si las mujeres tienen derecho a interrumpir la gestación en estos casos, como lo tienen cuando su vida corre riesgo o si el embarazo es producto de una violación.
El año pasado ya había reunido a expertos para discutir públicamente el uso científico de células madres embrionarias. Pero sólo en mayo pasado confirmó, por estrecha mayoría, la constitucionalidad de la Ley de Bioseguridad, aprobada en 2005, que autoriza la investigación con embriones descartados en la reproducción asistida.
"Esas audiencias públicas son importantes ante la ausencia de información y de debate racional" de temas dominados por la religión, señaló a IPS Dulce Xavier, coordinadora de acciones por la despenalización del aborto del grupo Católicas por el Derecho de Decidir (CDD).
En un país donde muchos, incluso legisladores, se orientan por lo que "el cura dijo", tras una larga historia en que la Iglesia Católica se confundió con el Estado, la justicia es uno de los pocos "espacios públicos de igualdad, en que se puede debatir de forma mas democrática", explicó.
La difusión que tiene un debate en la Suprema Corte de Justicia lo hace más importante aun, porque las iglesias disponen de muchas emisoras de radio y televisión, diseminando informaciones equivocadas, "se puede decir maliciosamente", que afectan derechos reconocidos legalmente, destacó.
Xavier entiende que el desequilibrio es absoluto, porque las organizaciones feministas y de defensa de los derechos humanos "no tenemos ninguna concesión" para disponer de esos medios de comunicación masiva.
El proceso que provocó las audiencias actuales viene de 2004, cuando la Confederación Nacional de Trabajadores de la Salud requirió al STF dirimir dudas sobre el derecho legal de abortar la gestación de anencéfalos, ante el sufrimiento inútil y daños a la salud de la embarazada.
En estos casos no se trata de abortos, ya que no está presente la potencialidad de vida, según representantes de la organización sindical.
Las interrupciones del embarazo en estos casos exige la autorización judicial. Miles de mujeres la obtuvieron en las dos últimas décadas, pero cerca de un tercio, según un estudio de la feminista Comisión de Ciudadanía y Reproducción, tuvo su pedido rechazado, en varios casos con argumentos religiosos. Otras sólo recibieron una respuesta demasiado tarde.
La posibilidad de que sobreviva más que algunas horas un bebe sin cerebro es cero, arguyó en el marco de la tercera audiencia pública el ministro de Salud, José Gomes Temporão, al defender lo que llama "anticipación del parto" en esos casos.
La anencefalía es "letal en 100 por ciento de los casos", corroboraron el médico y diputado federal José Pinotti y otros obstetras llamados a opinar.
Los partidarios de la prohibición del aborto, en general médicos, activistas y parlamentarios católicos, hicieron hincapié en el derecho a la vida, tal como en la discusión sobre uso de embriones en investigaciones científicas.
Sería un "retroceso a la barbarie", según Ieda Verreschi, médica de la Asociación de Desarrollo de la Familia, tras sostener que hay en cualquier feto una vida humana que no se puede juzgar sólo por su "eficiencia".
Se trata de "eutanasia", ya que se elimina la vida de un feto "que molesta" a causa de sus "deficiencias", según el diputado Luiz Bassuma, del gobernante e izquierdista Partido de los Trabajadores, quien preside el Frente Parlamentario en Defensa de la Vida.
Los defensores de la vida como un valor absoluto argumentaron también con el caso de Marcela Ferreira, nacida en noviembre de 2006 en el interior del estado de São Paulo y que vivió 20 meses, pese a un diagnóstico inicial de anencefalía.
Sin embargo, una junta médica atestiguó en ese caso se trata de otra malformación del sistema nervioso, merocranía, que no corresponde a la ausencia total del encéfalo.
Médicos que participaron en las audiencias rechazaron también la idea de mantener la gestación hasta el final para la donación de órganos, observando que se trata de órganos con "múltiples deficiencias" y demasiado pequeños.
El juez Marco Aurelio Mello, relator del proceso, vaticinó un triunfo del proyecto de despenalización del aborto por anencefalia, por unanimidad entre los 11 jueces del STF, en el juicio que se espera concluir aún este año.
Pero Xavier mantiene la cautela, porque entiende que el Estado brasileño es laico en la Constitución, pero no suficientemente en la práctica. Este es un país en que la Iglesia Católica "instaló la primera escuela" y predominó en la enseñanza por varios siglos, recuerda.
La activista teme la influencia de esa institución religiosa, la más importante del país en la materia, que posee parroquias en todos los rincones del territorio y poderosos medios de comunicación, aunque destacando encuestas y prácticas que apuntan a un gran alejamiento entre la jerarquía eclesiástica y los que dicen practicar este fe.
Casi todos los brasileños que se declaran católicos son favorables al uso de condones como protección contra el virus de inmunodeficiencia humana y de otros anticonceptivos, al derecho de la mujer a decidir sobre interrumpir o no el embarazo de fetos anencefálicos y a los estudios científicos con células embrionarias, pese a la oposición del Vaticano, recordó Xavier.