Los combates entre las fuerzas de seguridad de India y los separatistas del estado de Jammu y Cachemira, habituales en el pasado, dieron paso a otro tipo de confrontación: la de policías contra manifestantes pacíficos que reclaman la autonomía.
Resulta curioso que el levantamiento no violento surja cuando analistas políticos estaban a punto de firmar el acta de defunción del movimiento separatista cachemiro.
"En los últimos años, el público comenzó a desilusionarse. La rabia contra India y las ansias de libertad se apagaron un poco, sobre todo en comparación con lo que ocurría a principios de los años 90, cuando el conflicto alcanzó su punto máximo", dijo a IPS Gul Wani, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Cachemira.
El desencanto popular tenía sus raíces en las diferencias ideológicas entre las diversas organizaciones separatistas agrupadas en la Comité Multipartidario Hurriyat y porque su aliado, el vecino Pakistán, tenía sus propias preocupaciones, según Wani.
"Como los grupos separatistas iban en distintas direcciones, la gente se volvió pesimista acerca de una solución al problema de Cachemira", explicó.
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Las organizaciones que reclaman la libertad se dividen en dos grupos: los que abogan por una Cachemira independiente y los que prefieren integrarse a Pakistán.
Tras el fin de la colonia británica en 1947 y el surgimiento de dos Estados soberanos —India, de mayoría hindú, y Pakistán, de predominio musulmán—, Cachemira se volvió objeto de disputa entre ambos países.
India y Pakistán libraron tres guerras en un intento por controlar ese territorio. Hoy, un tercio de Cachemira pertenece a Pakistán y el resto a India.
Pakistán ha declarado oficialmente su respaldo moral, político y diplomático a la lucha separatista. Pero en los últimos tiempos viene ganando terreno la impresión de que Islamabad no le presta atención al problema.
Cachemires de India lanzaron una lucha armada independentista en 1989. Ese conflicto se cobró la vida de más de 68.000 personas.
Nueva Delhi sostiene que los combatientes reciben fondos y cuentan con respaldo de Islamabad, que lo niega.
Muchos analistas creen que la lucha armada ayudó a que la cuestión cachemira concitara la atención mundial. Pero tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, los métodos violentos parecen contraproducentes.
La sociedad civil del territorio se debate hoy entre la lucha armada y la consolidación de un movimiento no violento.
Las actuales protestas pacíficas parecen responder a la interrogante.
Las manifestaciones han sorprendiedo, incluso, a Syed Salahudeen, líder del Consejo Unido por la Yihad, coalición de más de 14 organizaciones armadas activas del lado indio. Salahudeen está radicado en Muzzaffarabad, en la Cachemira pakistaní.
"Dado que la población protesta de forma pacífica por la libertad, damos por terminadas nuestras operaciones en zonas habitadas por civiles, pero continuaremos con actividades en áreas fronterizas", declaró el dirigente guerrillero en un comunicado escrito.
Hizbul Muyahidin, la organización a la que pertenece Salahudeen, figura entre las que aboga por la integración de la Cachemira india a Pakistán.
La organización armada Frente de Liberación de Jammu y Cachemira (FLJC) renunció a la violencia en 1994. Su presidente, Mohammad Yasin Malik, señaló que las manifestaciones pacíficas son un buen augurio para la lucha por la libertad del estado.
"Es fantástico ver protestas pacíficas por la libertad. La rápida propagación de este sentimiento dentro de Cachemira me entusiasma", dijo Malik a IPS.
El FLJC aspiró en ocasiones a la independencia de este estado y en otras a integrarse a Pakistán.
Con la renuncia a la violencia de Malik y su supuesta búsqueda de un acuerdo con el gobierno indio, la organización se rompió en 1994. La facción combatiente opera en territorio pakistaní y está dirigida por Amanullah Khan.
Las generaciones más jóvenes son optimistas respecto del impacto de las manifestaciones pacíficas.
Antes del toque de queda de nueve días dispuesto por el gobierno el 24 de agosto para detener las protestas iniciadas el 22 de ese mes, se vieron jóvenes primeras llevando con pancartas y cantando consignas a favor de la libertad. Nueva Delhi levantó la medida el martes.
"Tratamos de terminar con las diferencias por la soberanía de Cachemira. Eso nos garantizará un futuro seguro. No entendemos por qué no podemos ejercer nuestro derecho a ser libres", señaló Hilal Ahmad, estudiante universitario.
Las generaciones mayores están hartas de la incertidumbre.
"Ahora aspiramos a la independencia definitiva. Poco importa si nuestros comercios sucumben en el proceso", señaló Mohammad Sultan, quien reabrió una confitería en la ajetreada zona comercial de Lal Chowk, tras el toque de queda.
Al menos 39 personas murieron en las últimas manifestaciones y varios cientos resultaron heridas antes de que el gobierno decretara el toque de queda en todo el estado.
Las protestas se dispararon cuando el gobierno cedió 40,5 hectáreas para construir un santuario hindú. La decisión causó masivas protestas de hindúes y musulmanes.
Los hindúes se concentran en la meridional zona de Jammu y los musulmanes dominan el valle de Cachemira.
Ciudadanos comunes, al igual que los separatistas del área musulmana, se oponen a la adjudicación porque temen que la decisión apunta a reducir la presencia de esa comunidad con el traslado de hindúes de otros estados al valle.
Tras varias semanas de protestas ininterrumpidas, el gobierno dio marcha atrás el domingo. Los peregrinos hindúes sólo podrán hacer un uso temporal del territorio cercano a la famosa cueva sagrada de Amarnath. Tampoco se podrá construir infraestructura permanente.
Pero las organizaciones separatistas no desaprovecharon la oportunidad.
"No se trata sólo de las 40 hectáreas. Nuestro reclamo original es la libertad. Nuestra lucha continuará", aseguró Malik, el líder del FLJC.
La queja principal de Malik es que no se ha consultado ni a la población del valle de Cachemira ni a sus representantes en lo que respecta a la resolución del estatus de este estado.
"El asunto sigue siendo que India y Pakistán no dan participación a los cachemires en la disputa. Ellos iniciaron un proceso de paz, pero nos dejaron afuera", señaló Malik.
El gobierno indio "comenzó a dialogar con algunas organizaciones separatistas de Cachemira, pero no se lo tomó en serio ni se propuso obtener un resultado" según Wani. "No salió nada de las varias rondas de conversaciones y eso terminó por fortalecer a los halcones del campo separatista."
Las demoras sembraron dudas en la población, según Wani.
"Sintieron que el gobierno estaba ganando tiempo y por eso la gente salió a la calle a reclamar una solución", sostuvo.