AMBIENTE-CARIBE: El rostro huracanado del cambio climático

Los enormes estragos provocados por los huracanes Gustav, Hanna y también Ike en el Caribe han revivido la incertidumbre sobre los efectos del recalentamiento global en la formación e intensidad de esos fenómenos atmosféricos, un tema que divide a la comunidad científica y desvela a poblaciones y autoridades locales.

Mientras transcurre el debate entre los especialistas en el clima, organizaciones internacionales estudian las consecuencias económicas y sociales de las catástrofes causadas por los ciclones en la región, con el objetivo de implementar medidas que garanticen la adaptación a los desastres naturales.

"Durante los próximos años continuaremos con temporadas de huracanes activas, salvo que ocurra durante El Niño, que en la cuenca atlántica hace mermar la actividad en un año dado", señaló a IPS José Rubiera, jefe del Centro Nacional de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba.

El Niño, la fase cálida de la llamada Oscilación del Sur, es un fenómeno periódico que resulta de la interacción entre la temperatura de la superficie de las aguas y la atmósfera en el océano Pacífico cercano al Ecuador, que afecta a buena parte del planeta, en especial a la zona andina sudamericana.

"Seguro continuaremos teniendo huracanes intensos, lo que está en correspondencia con el calentamiento de las aguas del (océano) Atlántico", subrayó.

La elevación de la temperatura del mar favorece la formación de tormentas tropicales. Algunos especialistas consideran que el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero ha contribuido en cierta medida —una cuestión aún en discusión en medios académicos— al calentamiento de los océanos en 0,5 grados Celsius.

Sin embargo, no existe consenso sobre el impacto del alza de la temperatura en la frecuencia o la intensidad de los huracanes.

Los estadounidenses Judith Curry y Kerry Emmanuel publicaron en 2005 sendos estudios, según los cuales la intensidad de los ciclones tropicales en el mundo ha crecido desde 1970, a la par del calentamiento en los mares del planeta. No obstante, el número se ha mantenido en una cifra alrededor de 90.

"En el área del Atlántico se ha observado un incremento en la frecuencia desde 1995, que está relacionado con los ciclos de 25 a 30 años de actividad ciclónica, tal como ocurrió en otros períodos durante los siglos XIX y XX", observó Rubiera.

"En otras partes del mundo no ha ocurrido incremento en la frecuencia", acotó.

"Algo muy distinto es si hablamos de intensidad, pues sí parece estar produciéndose más huracanes intensos categorías tres, cuatro y cinco", que es el máximo nivel en la escala Saffir-Simpson, apuntó el experto.

Entre 1952 y 2000, Cuba fue azotada solamente por un huracán cercano a la categoría tres, el llamado Flora en 1963, que dejó más de 1.000 víctimas en la región oriental. En el período de 2000 a 2008, seis ciclones de gran intensidad han golpeado a este país caribeño, el último de ellos, Ike, prácticamente atravesó el territorio de este a oeste.

La escala Saffir-Simpson clasifica los huracanes según la velocidad del viento sostenido, que va desde 119 kilómetros por hora hasta más de 250. Además de las fuertes rachas, el oleaje y la sobreelevación del nivel del mar, las lluvias y los tornados son los principales elementos destructivos de estos organismos meteorológicos.

"Es interesante destacar que, como esta escala es cuadrática, un huracán categoría dos no es dos veces más destructor que uno categoría uno, sino cuatro veces. Al mismo tiempo, uno de categoría tres no es tres veces más destructor que uno categoría uno, sino nueve veces", explicó Rubiera en un artículo publicado en la revista Enfoques, de la corresponsalía de IPS en Cuba.

La región caribeña ha sentido en los últimos años con especial crudeza ese poder demoledor de los ciclones.

En 2004, Granada, una pequeña isla del Caribe anglófono con alrededor de 80.000 habitantes, sufrió daños valorados en 889 millones de dólares, más del doble de su producto interno bruto (PIB) de 2003, a causa del huracán Iván.

Mientras, Ike y Gustav dejaron este mes pérdidas en Cuba estimadas en unos 5.000 millones de dólares, lo cual comprende la destrucción de más de 63.000 viviendas y la devastación de cerca de 100.000 hectáreas de cultivos, en un país con un serio déficit habitacional y una agricultura incapaz de alimentar a sus 11,2 millones de habitantes.

Según la Información oficial de los daños, publicada por el diario oficial Granma, la acción de ambos meteoros ha sido "la más devastadora en la historia de estos fenómenos meteorológicos en Cuba con relación a la magnitud de los daños materiales ocurridos".

La situación es peor en Haití, asolada además por Hanna, donde la cifra de víctimas fatales supera las 300 y se calculan en un millón las afectadas. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), esa empobrecida nación caribeña necesita con urgencia al menos 108 millones de dólares de ayuda.

"Lo cierto es que va teniendo lugar un efecto acumulativo, donde nuevos fenómenos impactan sobre áreas que aún no han logrado una debida recuperación", alerta el informe titulado "El cambio climático en América Latina y el Caribe", publicado en 2006 por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

Otro documento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), de agosto de 2006, llama a adoptar de manera simultánea medidas de mitigación y adaptación a los desastres naturales, ante los sombríos pronósticos climáticos para los próximos años.

"Tenemos que balancear entre la urgencia de restablecer albergues y techos, para una población vulnerable, y la reconstrucción de casas con estabilidad y techos que aguanten huracanes futuros", dijo a IPS Susan McDade, coordinadora residente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Cuba.

"El reto es construir con mejor calidad y no sólo reemplazar casas que siguen siendo vulnerables a fenómenos naturales, y eso va a exigir una coordinación entre toda la comunidad internacional y trabajo con las autoridades cubanas", afirmó la funcionaria.

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