SIDA-AMÉRICA LATINA: «Hace falta una agenda regional»

Si la región de América Latina y el Caribe sigue mejorando la situación económica es probable que disminuya a la mitad su porcentaje en las donaciones del Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, según Lelio Mármora.

Crédito: Daniela Estrada/IPS
Crédito: Daniela Estrada/IPS
La alternativa es que los países mejoren sus estadísticas epidemiológicas, construyan una agenda conjunta y planteen en la dirección del Fondo cambios en los criterios de elegibilidad de los proyectos, dijo Mármora, representante regional en esa entidad, en entrevista con IPS en el marco de la XVII Conferencia Internacional sobre el Sida, que finalizó este viernes en México.

El Fondo nació en 2002 a sugerencia del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo y de un conjunto de naciones africanas. Se trata de una alianza entre gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y entidades filantrópicas. El Banco Mundial es su administrador fiduciario.

En América Latina, 70 por ciento de los recursos se destinan a la lucha contra el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida, causado por el VIH) y el resto se divide equitativamente entre la malaria y la tuberculosis. Desde hace un año, Mármora es jefe del equipo regional en la Secretaría que administra las subvenciones.

Al principio, el Fondo sólo atendía a los países más pobres. Luego se abrió a las naciones de ingreso medio bajo (entre 936 y 3.705 dólares de producto interno bruto por habitante) y hace un año se extendió a los de ingreso medio alto (3.706 y 11.455 dólares), pero con algunas condiciones en términos de prevalencia (proporción de la población que vive con la enfermedad) y coparticipación de costos. IPS: —Usted ha mencionado que el Fondo tiene un características innovadoras. ¿Cuáles son esas?
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Lelio Mármora: —Las principales características de este modelo innovador son tres. La primera es que el diseño de los proyectos se hace a través de un mecanismo multisectorial, que se denomina de coordinación-país, donde están representados el gobierno, la sociedad civil, las personas que viven con las enfermedades, iglesias, la academia y en general todos los actores interesados.

El segundo elemento es que se trata de un esquema de financiamiento basado en resultados. Si un proyecto tiene un buen desempeño, consigue más fondos y viceversa. Y por último, es el propio país quien define tanto los objetivos de su plan como la ejecución.

Nosotros no tenemos manuales de administración, normas de adquisición ni de contrataciones. El país diseña e implementa su estilo de trabajo y obviamente toma el riesgo de que le vaya bien o mal.

—¿Cómo han respondido los países de la región a este modelo?

—Ha sido muy exitosa la respuesta. Hoy tenemos una cartera de 1.000 millones de dólares en la región, con un desembolso de casi 200 millones de dólares al año. Ha habido una evolución muy importante en materia de cantidad de propuestas recibidas.

En 2006 recibimos 14 y se aprobaron cuatro, en 2007 recibimos 23 y se aprobaron 10 y este año recibimos 35 propuestas. Hay una curva de crecimiento importante.

En general, los proyectos tienen una buena calidad de desempeño. Nosotros tenemos un sistema de clasificación que va de la letra A a la D (de mejor a peor). No tenemos ningún proyecto en categoría C, lo cual demuestra que la ejecución es relativamente exitosa.

—Para América Latina, los criterios de elegibilidad utilizados por el Fondo son un problema de cara al futuro…

—Yo no lo llamaría problema, es una realidad. El Fondo es un mecanismo diseñado para los más pobres. Es necesario tener esto en cuenta para hacer el análisis. Es cierto que el crecimiento sostenido que ha tenido América Latina en los últimos seis o siete años hace que muchos países pasen a ser de renta media alta, lo cual los hace parcialmente elegibles.

Hasta hace un año eran no elegibles. Pero el Fondo se ha flexibilizado y ahora acepta a países de ingreso medio alto como países elegibles, pero con algunas condicionantes. Tienen que tener uno por ciento de prevalencia de enfermedad a nivel general o cinco por ciento de prevalencia en poblaciones vulnerables.

Aunque nadie sabe cómo será el crecimiento de los países en el futuro, si las tendencias siguen tal como ahora es probable que en los próximos años muchos países de la región pasen a ser de ingreso medio alto, lo cual es muy bueno, pero va a impactar en la condición de estados plenamente elegibles por el Fondo. Al menos si seguimos con estos criterios de elegibilidad, que pueden cambiar.

—En la sesión especial sobre América Latina y el Caribe que tuvo lugar en la Conferencia, usted señaló que la participación de la región en la torta de recursos del Fondo podría bajar a cinco por ciento o inclusive tres por ciento. ¿Qué significa esto?

—Es un cálculo que no tiene ningún rigor científico, porque depende de muchas variables, pero si seguimos esta tendencia (de crecimiento de las economías) podríamos decir que, en el peor escenario, llegaremos a representar la mitad del actual nueve por ciento que tenemos en el total de recursos entregados por el Fondo.

Pero esta reducción cualitativa puede ir acompañada de un crecimiento cuantitativo de la cartera. Probablemente en cinco años vamos a estar desembolsando más dinero de lo que estamos haciendo hoy para la región, pero ese dinero va a ser un porcentaje menor dentro del total que entrega el Fondo.

—¿Qué podrían hacer los países latinoamericanos para revertir esta situación?

—Hay dos elementos importantes, según mi criterio. Lo primero que nosotros como región tenemos que hacer —y esto no es una opción sino una obligación— es mejorar de manera sustantiva nuestra calidad de datos epidemiológicos y estadísticos, en términos de definición de poblaciones vulnerables, medición de la pobreza y la exclusión social.

Los países tienen que trabajar fuertemente en tener datos de excelencia, que permitan tomar decisiones a los financistas sobre una base segura. Tiene que existir una articulación muy fuerte entre el sector sanitario y las instituciones estadísticas.

El segundo aspecto, que no sólo se aplica a esta problemática de la elegibilidad, sino a toda la gama de temas asociados a la lucha contra estas enfermedades, es la conformación de una agenda regional. Las enfermedades no respetan fronteras. Si bien la respuesta es país por país, tienen que tener un objetivo regional, una agenda regional.

La región tiene que saber exactamente qué es lo que quiere hacer y en términos institucionales plantear estos temas en la Junta de Directores (del Fondo), que es el ámbito natural donde se discuten y toman decisiones respecto a la elegibilidad, por ejemplo.

Entonces, los países de América Latina y el Caribe tienen que tener una posición muy concreta respecto a qué es lo que les conviene en términos de elegibilidad en el marco del Fondo.

—¿Pero existe la posibilidad cierta de que en el corto plazo el Fondo vuelva a modificar sus criterios de elegibilidad? En la Conferencia usted habló de la posibilidad de crear un "coeficiente" distinto.

—Lo que surgió en ese panel (sobre América Latina) son más opiniones personales que institucionales. Hay discusiones muy interesantes sobre si el criterio de elegibilidad debe reposar sobre un criterio económico-financiero, un criterio epidemiológico o bien una mezcla de ambos, creando un coeficiente como el que usted bien dice.

Pero, mientras que esto no se plantee en el ámbito en el que se tiene que plantear, obviamente no se va a generar el debate y obviamente no se van a tomar las decisiones. Por eso es que, insisto, sería interesante que la región plantee y haga una reflexión sobre eso.

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