En medio de una enorme expectativa y no menos dudas ante el crucial cambio, Paraguay se prepara para la histórica investidura presidencial este viernes del ex obispo católico Fernando Lugo, quien logró desplazar al Partido Colorado tras más de seis décadas de hegemonía.
Lugo, afiliado a la Teología de la Liberación y de perfil ideológico centroizquierdista, asumirá el cargo secundado por un gabinete ministerial tan heterogéneo como la propia Alianza Patriótica para el Cambio (APC), la coalición de 10 partidos políticos y más de 20 movimientos sociales que lo llevó al triunfo en las elecciones generales de abril.
Entre sus colaboradores figuran un jefe de gabinete con pasado guerrillero en los años 70, el sociólogo Miguel López Perito, un diplomático simpatizante de la causa palestina y acusado de antiisraelí como canciller y dirigentes políticos de derecha y de extracción colorada en otros ministerios, así como ex sacerdotes y sindicalistas en varios cargos de singular importancia.
También y por primera vez en la historia de este país una mujer indígena, Margarita Mbywangi, estará al frente de la secretaría de Estado que atiende los problemas de este sector de la población.
"Es un gabinete heterogéneo. Habrá que ver si efectivamente puede lograr un trabajo en equipo", advirtió en conversación con IPS la politóloga Line Bareiro. Más que las diferencias ideológicas, el principal desafío para Lugo será resolver los conflictos de intereses entre estos grupos, apuntó.
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Para otro analista político, Alfredo Boccia, la conformación del gabinete, en general, "demuestra cautela y hasta una actitud conservadora".
"Lugo va a pisar bien con los pies sobre la tierra. Tiene que priorizar la gobernabilidad y evitar los conflictos ideológicos para ocuparse con más ahínco de los problemas cruciales del país", señaló Boccia a IPS.
La gobernabilidad es un aspecto clave para el futuro gobierno, teniendo en cuenta que la nueva oposición, el añejo Partido Colorado, es la bancada con más legisladores aunque no cuenta con mayoría propia.
Este viernes dejará el gobierno paraguayo Nicanor Duarte, marcando así el fin de 61 años de poder omnímodo de la Asociación Nacional Republicana, más conocida como Partido Colorado, que incluyó la dictadura de Alfredo Stroessner de 1954 a 1989.
Duarte termina su mandato de cinco años en medio de graves acusaciones de corrupción, una denuncia persistente sobre administraciones anteriores, despilfarro de los recursos estatales y el nivel más bajo de popularidad entre los presidentes de América Latina, según una encuesta realizada por la firma mexicana, Consulta Mitofky.
A pesar de esa performance presidencial, el coloradismo logró conformar la mayor bancada en ambas cámaras legislativas, uno de los principales escollos que deberá sortear el otrora llamado "cura de los pobres" devenido en mandatario, de vivir modesto, habitualmente calzado con sandalias al estilo franciscano, ordenado en 1977 y ungido obispo con sólo 43 años.
La conformación del cuerpo ministerial fue la primera prueba de fuego para el futuro presidente de Paraguay, nacido en una humilde familia del sureño departamento de Itapúa.
Este ex obispo de la Iglesia Católico, de 57 años, dispensado definitivamente de su condición de sacerdote por el papa Benedicto XVI, tuvo que lidiar con su propio entorno para realizar los nombramientos, en un proceso que causó controversias, críticas y las primeras fracturas en la coalición.
La relación de Lugo con su vicepresidente electo y titular del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Federico Franco, se tornó tensa en las últimas semanas tras la designación para cargos públicos de confianza de políticos que discrepan con la dirección de esa agrupación, tradicionalmente la segunda en importancia en el país después del coloradismo.
Franco dijo públicamente que su partido no había sido "correspondido" con la distribución de cargos de gobierno, si se tiene en cuenta que fue el principal responsable de la ventaja de votos que obtuvo Lugo respecto de sus competidores para ganar la presidencia.
De los cuatro ministros liberales designados, ninguno es afín al vicepresidente electo. Previamente, Lugo ya había tenido que sufrir la primera desavenencia política cuando la canciller designada en principio dio un paso atrás en desacuerdo con el nombramiento de un liberal como director de la firma hidroeléctrica Itaipú, que Paraguay comparte con Brasil.
Esta actitud motivó la designación para encabezar el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alejandro Hamed, un historiador de origen sirio, dirigente político de izquierda y ex embajador del país en Líbano.
Hamed fue cuestionado incluso por el gobierno de Estados Unidos, que lo acusa de estar vinculado con grupos radicales árabes.
También debió afrontar una denuncia por la presunta concesión irregular de visados a ciudadanos libaneses que huyeron de su país en medio del bombardeo israelí de julio de 2006. La causa fue finalmente desestimada por la justicia, pero quedó como secuela el alejamiento de cinco influyentes dirigentes la APC como señal de rechazo por su nombramiento.
Para enturbiar aún más el escenario, en el último tramo antes de la asunción presidencial, varios referentes del nuevo gobierno y el propio Lugo han denunciado presuntos planes para sabotear a las autoridades que asumirán.
El vicepresidente electo denunció hace unas semanas, aunque no dio pruebas, la existencia de planes para desabastecer de combustible para motores diésel (de entregas racionadas en los últimos meses), así como de medicinas en los hospitales públicos.
A ello se suma la escasez de cemento, debido a una avería del molino de la empresa estatal Industria Nacional del Cemento (INC), que ha paralizado prácticamente el sector.
La APC advirtió además de "la ejecución compulsiva (y adelantada) de los recursos (dinero) en ciertos ministerios".
"Las evidencias nos llevan a pensar que todas las ejecuciones (presupuestarias) pretenden un vaciamiento de los recursos de ciertas instituciones claves, a fin de despojar al gobierno que asumirá el 15 de agosto de una cobertura mínima para las acciones previstas", señala un comunicado emitido por la coalición.
Asimismo, la APC citó como otro factor de presunto sabotaje el interés de atribuir al nuevo gobierno la serie de invasiones de haciendas por parte de campesinos sin tierra en el centro y noreste del país tras el triunfo electoral del ex clérigo.
La transición política que comenzará este viernes se dará en medio de un panorama interno poco favorable para Lugo, con graves conflictos sociales, una economía en decadencia, desconfianza ciudadana en las instituciones y el fantasma de la ingobernabilidad, según coinciden los analistas.
"Me conformaría con que este nuevo gobierno cumpla con los tres puntos básicos prometidos durante la campaña", dijo Bareiro.
Estos son el saneamiento y fortalecimiento de la función pública, donde hasta ahora prima el clientelismo político, la "recolocación" de Paraguay en el mundo a través de la renegociación de los tratados de los complejos hidroeléctricos de Itaipú, con Brasil, y de Yacyretá, con Argentina, y la reforma agraria.
Precisamente, este tercer compromiso electoral es un asunto capital en Paraguay, que ostenta el peor índice de distribución de la tierra de América Latina y el Caribe. Observadores destacan, al respecto, que el trabajo pastoral de Lugo trascendió a la sociedad paraguaya por su apoyo a los campesinos sin tierra del empobrecido departamento de San Pedro, donde encabezó el obispado.
En medio de este complejo panorama político, la capital paraguaya vive con inusual efervescencia los días previos a la asunción de Lugo, que contará con la presencia de 11 presidentes, seis vicepresidentes y del príncipe Felipe de España.
Entre los mandatarios que confirmaron su asistencia están Cristina Fernández, de Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, Evo Morales, de Bolivia, Michelle Bachelet, de Chile, Rafael Correa, de Ecuador, José Manuel Zelaya, de Honduras, Daniel Ortega, de Nicaragua, Tabaré Vázquez, de Uruguay, Hugo Chávez, de Venezuela, Teodoro Obiang, de Guinea Ecuatorial, y Ma Ying-jeou, de Taiwán.
Junto a ellos están previstas las presencias de cancilleres y otros representantes de más de una cincuentena de países y de una veintena de organismos internacionales.