La rápida urbanización crea más pobreza en las ciudades de Kenia. Promover la planificación familiar es una de las maneras de paliarla, mientras se protegen los derechos de las mujeres.
Este año, más de la mitad de la población mundial estará viviendo en áreas urbanas.
Según el informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) "Estado de la población mundial" publicado el año pasado, los pobres constituirán una gran parte del futuro crecimiento urbano.
La mayor parte de ese crecimiento en los países en desarrollo ahora se origina en un aumento natural (más nacimientos que muertes), en vez de en la migración desde las áreas rurales.
"Pero venga de donde venga, el crecimiento de las áreas urbanas incluye enormes cantidades de pobres. Ignorar esta realidad básica hará imposible planear un inevitable y masivo crecimiento de las ciudades o usar la dinámica urbana para ayudar a aliviar la pobreza", señala el informe.
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El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat) estima que más de la mitad de los habitantes de Nairobi residen en tugurios, donde el desempleo es elevado, los medios de sustento poco confiables, las viviendas de mala calidad y faltan servicios básicos como agua corriente y saneamiento adecuado.
Según Alex Ezeh, director ejecutivo del Centro Africano de Investigaciones sobre Población y Salud, con sede en Nairobi, los habitantes pobres de las áreas urbanas no pueden pagar viviendas formales, así que se trasladan a los tugurios, donde las malas condiciones hacen que su salud se vea más perjudicada que la de las personas que viven en otros lugares.
"Si uno mira la proporción de mortalidad infantil, (ve que) por cada 1.000 nacimientos exitosos en las áreas tugurizadas 91 mueren antes de su primer cumpleaños, en comparación con 67 en toda Nairobi y 79 en las áreas rurales. ( ) Por lo menos 151 niños mueren antes de su quinto cumpleaños en los asentamientos informales, en comparación con el promedio nacional de 115-117 en las áreas rurales y 95 en toda Nairobi", planteó.
Sin embargo, el informe del UNFPA indica que los beneficios potenciales de la urbanización superan por lejos las desventajas: el desafío es aprender cómo explotar sus posibilidades.
El trabajo recomienda reducir el principal componente que guía el crecimiento de la población urbana: el aumento natural. Según el informe, esos enfoques deberían aspirar a reducir los niveles de pobreza, promover los derechos de las mujeres y mejorar los servicios de salud reproductiva.
"Una vez que los políticos y la sociedad civil comprendan y acepten la composición demográfica y social del crecimiento urbano, algunos enfoques e iniciativas básicas se sugieren a sí mismas", indica.
"Los avances en el desarrollo social, como promover la equidad e igualdad de género, haciendo que la educación esté universalmente disponible y satisfaga las necesidades de salud reproductiva, son importantes para su propio bien. Pero también ayudarán a las mujeres a evitar una fecundación no deseada y a reducir el principal factor en el aumento natural de las poblaciones urbanas", señala el informe.
Para Ezeh, la iniciativa que se sugiere es que haya programas de planificación familiar dirigidos a las comunidades urbanas pobres. "Grandes proporciones de mujeres urbanas pobres que o bien no quieren más hijos o bien desean retrasar por lo menos dos años el nacimiento del próximo, están en riesgo de quedar embarazadas por no usar ningún método de planificación familiar", dijo.
También indicó que en toda África subsahariana los pobres de centros urbanos tienen muchas menos probabilidades que otras personas que habitan en ciudades de acceder a servicios de planificación familiar.
Los factores que hacen que una mujer decida usar métodos anticonceptivos son complejos, y un estudio de cinco años titulado "Educational outcomes in health and fertility" ("Resultados educativos en salud y fertilidad") está actualmente en curso para revelar estos factores.
El estudio, que se realiza en Kenia, Ghana, India y Pakistán, es coordinado por la Universidad de Cambridge con financiamiento del Departamento para el Desarrollo Internacional del gobierno británico.
Examina el vínculo entre la escolaridad y las decisiones reproductivas en los hogares pobres. Se centra en cuestiones relativas a las acciones de las mujeres y su poder de toma de decisiones en las comunidades pobres.
Otras preguntas que busca responder son si la escolaridad "funciona" influenciando al individuo o la comunidad, y cuántos años de escolaridad se requieren para habilitar a las mujeres a tomar decisiones más independientes y acceder a un espectro más amplio de recursos externos.
Fatma*, una mujer de 32 años que reside en el tugurio de Korogocho, en Nairobi, tiene ocho hijos. Su única formación la obtuvo en la madrasa (escuela religiosa islámica) a la que asistió de niña. Fatma cree que los niños son un regalo de Dios, por lo que cualquier intento de impedir la concepción es un pecado. Esta idea está profundamente arraigada en sus creencias religiosas.
Se casó cuando tenía 14 años y desde entonces ha dado a luz cada un año y medio o dos. Aparte de evitar mantener relaciones sexuales en sus "días inseguros" —algo que le enseñaron en la madrasa—, nunca ha usado ninguna forma de contracepción moderna, y dice que no la necesita.
"Usar anticonceptivos es matar algo. Muchas muchachas jóvenes que usan contraceptivos no pueden concebir cuando se casan, porque ahora son estériles, dado que ya han matado a todos sus hijos", declaró.
Su actitud contrasta con la de Jane*, una mujer de 37 años que tiene siete hijos y que también vive en Korogocho.
Jane está desempleada y vive con su esposo, un trabajador casual. Ellos sólo querían tener cuatro o cinco hijos, relató.
Luego de dar a luz al cuarto, ella decidió recibir la inyección anticonceptiva cuyo efecto se extiende por tres meses. Lo hizo en una clínica cercana y tuvo que pagar. Este método le causó un sangrado excesivo, así que lo interrumpió. Y entonces quedó embarazada.
Tras tener a su quinto hijo, optó por la píldora. Se la compró al farmacéutico local. Pero también le produjo severos efectos secundarios. "Cuando tomo la píldora tengo náuseas, me siento débil y a veces me da fiebre", dijo. Así que también abandonó este método.
Después de esto, dio a luz a otros dos hijos, el sexto y el séptimo. Ahora, el más pequeño tiene seis meses y Jane todavía está por comenzar a usar un método anticonceptivo moderno.
Jane afirmó que le gustaría que estos servicios sean de más fácil acceso y gratuitos, especialmente para las mujeres pobres. También le gustaría que las mujeres recibieran una educación adecuada sobre todos los métodos disponibles y sus efectos colaterales.
* Los nombres fueron cambiados para proteger la privacidad. Con aportes de Kathryn Strachan (Johannesburgo).