El espectro de una nueva Guerra Fría acosa a Europa desde este martes, tras el reconocimiento formal, por parte de Rusia, de la independencia de las provincias georgianas de Osetia del Sur y Abjasia.
Aunque sin las gafas ideológicas de la Guerra Fría, que parecía relegada al olvido hace unos pocos años por la caída del muro de Berlín, el decreto firmado por el presidente ruso Dimitri Medvedev tiene un potencial explosivo.
Georgia es un aliado clave de Occidente en la región del Cáucaso, zona de paso de energía rumbo a Europa y cruce estratégico hacia Medio Oriente, Irán, Afganistán, Rusia y Asia central.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, advirtió este mismo martes que la decisión de Rusia "puede tener implicaciones más amplias para la seguridad y estabilidad del Cáucaso".
"El reconocimiento de los estados es materia de decisión de los estados soberanos", anotó Ban en una declaración escrita. "El secretario general lamenta que los esfuerzos en curso para encontrar una solución común de la crisis en Georgia dentro del Consejo de Seguridad (de la ONU) puedan complicarse" con la decisión de Medvedev.
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Por su parte, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, calificó el decreto ruso de "irresponsable", y exigió a Moscú a respetar sus compromisos internacionales.
"Esta decisión es inconsistente con numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que Rusia votó en el pasado. También es inconsistente con el acuerdo de cese del fuego de seis puntos patrocinado por Francia, que el propio presidente Medvedev firmó" el día 12, agregó
"Abjasia y Osetia del Sur se encuentran dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Georgia, y así deben seguir. La acción de Rusia solo exacerba las tensiones y complica las negociaciones diplomáticas."
Francia también deploró la decisión rusa y reclamó una solución política.
El acuerdo firmado por Moscú y Tiflis impone la retirada de las fuerzas georgianas de las dos provincias en conflicto, hacia donde se encontraban antes del comienzo de las hostilidades, el día 8.
De acuerdo con el texto firmado, Rusia también se retiró de Georgia, pero no de Osetia del Sur y Abjasia.
Con el decreto de este martes, Moscú vuelve a exigir un acuerdo de seguridad y estabilidad más amplio en la región. Pero Georgia y sus poderosos aliados occidentales insisten en que Rusia también debe retirarse de los territorios disputados.
Y el gobierno de Medvedev no está dispuesto a negociar eso. "El pueblo de Osetia del Sur y el de Abjasia se han pronunciado en varias oportunidades con referendos a favor de la independencia", dijo el presidente ruso. "Tienen derecho a decidir su destino por sí mismos."
El embajador de Rusia en la ONU, Vitaly Churkin, declaró en conferencia de prensa: "No cuestionamos la soberanía y la independencia de Georgia, pero Osetia del Sur y Abjasia tienen derecho a la autodeterminación, según la Carta de las Naciones Unidas y otros instrumentos internacionales."
Churkin acusó al gobierno georgiano y a sus aliados occidentales, incluido Estados Unidos, por el bloqueo del diálogo diplomático.
Gran Bretaña fustigó este enfoque. "Estábamos avanzando, pero la integridad territorial (de Georgia) era parte esencial" del acuerdo, dijo el embajador británico en la ONU, John Sawers.
Estados Unidos y sus aliados occidentales exigen la retirada completa de Rusia, país que considera su presencia militar en Osetia del Sur y Abjasia en consonancia con los acuerdos internacionales vigentes.
Tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991, Osetia del Sur y Abjasia quedaron incluidas en Georgia, aunque entonces se sabía que el público de ambos territorios pretendía su reconocimiento como estados independientes.
Rusia creó fuerzas de mantenimiento de la paz en ambas regiones en 1992 y en 1994, luego de incursiones militares ordenadas por Tiflis bajo la consigna "Georgia para los georgianos".
Moscú afirma que trató de preservar la unidad de Georgia por 17 años, pero que se vio obligada a cambiar de postura luego de que el gobierno georgiano lanzó una operación militar masiva en Osetia del Sur el 8 de este mes, que tuvo como consecuencia el desplazamiento de cientos de miles de personas y la muerte de centenares.
Funcionarios rusos parangonaron el reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y Abjasia con la de la provincia serbia de Kosovo, que declaró la suya el 17 de febrero último con aval de numerosos países occidentales.
El parlamento de Georgia advirtió que Rusia trataba de "cambiar las fronteras de Europa por la fuerza". El presidente georgiano Mijaíl Saakashvili sostuvo que la medida rusa carece de "base legal".
El embajador de Rusia ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Dimitri Rogozin, mostró ansiedad sobre las posibilidades que se abren hacia el futuro.
Rogozin comparó la tensión actual entre Rusia y Occidente con la que prevaleció en vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y dijo que un nuevo congelamiento de las relaciones parecía inevitable.
"La atmósfera actual me recuerda a la situación que se vivía en Europa en 1914, cuando a causa de un terrorista se enfrentaron las principales potencias del mundo", dijo Rogozin al periódico empresarial ruso RBK, según The Guardian.
"Espero que Saakashvili no pase a la historia como un nuevo Gavrilo Princip", el serbobosnio que, al asesinar en 1914 en Sarajevo al archiduque austro-húngaro Franz Ferdinand, dio origen a la Primera Guerra Mundial, dijo Rogozin.
De las brasas mal apagadas de esa conflagración, concluida en 1918, se encendió la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), seguida, a su vez, por cuatro décadas de Guerra Fría entre los bloques ideológicos liderados por Estados Unidos, por un lado, y la Unión Soviética.
"Lo que podemos estar presenciando no es sólo el fin de la Guerra Fría, o el pasaje de un periodo particular de la historia de posguerra, sino el fin de la historia como tal", escribió, tras la disolución de la Unión Soviética y el campo comunista, el filósofo estadounidense Francis Fukuyama en su ensayo "The End of History and the Last Man" ("El fin de la Historia y el último hombre".
Según Fukuyama, la humanidad tal vez asistía entonces "al punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano".
Pero el episodio georgiano puede resultar en una reedición de la Guerra Fría, aunque no del mismo tipo que la anterior, como observó el ex ministro de Relaciones Exteriores de Alemania Joschka Fischer en una columna publicada en el semanario Die Zeit.
La actual puede ser una conflagración entre la única superpotencia, Estados Unidos, y una Rusia que fortalece a sus fuerzas armadas con los ingresos de sus enormes reservas de petróleo y gas.
Se trataría, en esta ocasión, de un conflicto dirigido por Moscú para ampliar su esfera de influencia y contrarrestar la estrategia de la OTAN, bajo el control de Estados Unidos, de aislar a Rusia con radares y misiles de la "nueva Europa", es decir los países que estuvieron otrora bajo dominio soviético.