Cuando Kenia compró vehículos Toyota para sus fuerzas armadas, en lugar de los hasta ahora ubicuos Land Rover, puso fin al estatus privilegiado que gozaban los productos importados desde Gran Bretaña, la ex potencia colonial.
Otro ejemplo es el de la compañía británica De la Rue, que ha estado a cargo de la impresión de los billetes de la moneda keniata desde la independencia de este país, en 1963. Hoy lucha por mantener el contrato.
Rompiendo con la tradición, el gobierno del presidente Mwai Kibaki invitó a otras empresas internacionales a realizar sus ofertas para eventualmente hacerse cargo de esa tarea.
No son los únicos casos. También desde 1963 la empresa británica J&S Franklin Ltd. había sido la única proveedora de uniformes y equipos de combate para las fuerzas armadas de Kenia, pero su contrato fue cancelado en beneficio de una compañía china.
Asimismo, las británicas Brooke Marine y Vosper Thornycroft, que habían gozado de la exclusividad en la construcción de buques para la Armada de guerra keniata desde la independencia, deben afrontar ahora la competencia de otros proveedores.
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Este viraje en la dirección del comercio exterior de Kenia está reflejado en las estadísticas oficiales. En 2007, las importaciones desde Gran Bretaña se ubicaron en torno de los 425 millones de dólares, mientras que este país compró a China productos por un valor de 660 millones de dólares y a India por 821 millones.
El panorama era muy diferente en 2001, cuando las exportaciones de Gran Bretaña a Kenia alcanzaron 317,7 millones de dólares, frente a 187,4 millones correspondientes a India y 98 millones en el caso de China.
El cambio comenzó en 2003, con la finalización del mandato del ex presidente Daniel Arap Moi (1978-2002), y sólo les tomó tres años a China e India para desplazar a Gran Bretaña como la fuente principal de importaciones de Kenia.
"Esto es el resultado de una prudente decisión de las autoridades keniatas, de abrir el país a los países asiáticos y al 'lejano oriente', que ofrecen mejores condiciones", dijo Gerrishon Ikiara, ex funcionario del gobierno de Kibaki y actualmente profesor del Instituto de Estudios sobre el Desarrollo de la Universidad de Nairobi.
"En el pasado, las compras del gobierno estaban envueltas en el misterio. Las consideraciones políticas pesaban más que el sentido común económico", agregó.
A su juicio, los países asiáticos ofrecen precios competitivos en bienes y servicios cuando se los compara con los de las compañías británicas.
"En este momento, la mayoría de las carreteras de Kenia están siendo reparadas o construidas a nuevo por compañías chinas. Nuestros aeropuertos internacionales están siendo modernizados también por empresas de China. Esto es el resultado de un proceso de licitaciones abiertas", dijo Ikiara a IPS.
Kwame Otieno, investigador del no gubernamental Instituto de Asuntos Económicos, culpa a "la rigidez del sistema británico" por el descenso de las importaciones desde ese país.
"Si un keniata, por ejemplo, quiere visitar Gran Bretaña, debe enfrentarse con una cantidad de estrictos requerimientos que actúan como un impedimento. Pero si desean viajar a Asia oriental el proceso es más amigable. Esta es una de las razones por las que muchos empresarios desistieron de trasladarse a Gran Bretaña y dejar de buscar negocios allí", agregó.
Pero el beneficio económico no es el único factor en esta ecuación. Se comenta que el descenso en el comercio bilateral entre Gran Bretaña y Kenia también se explica por las malas relaciones políticas entre ambos países.
Se dice que Arap Moi tenía un muy buen vínculo con Londres y que sucesivos gobiernos británicos prefirieron ignorar sus excesos. En consecuencia, compañías de esa nacionalidad recibían lucrativos contratos a expensas de otros países.
Además, el gobierno de Kibaki ha sido duramente censurado, especialmente por diplomáticos británicos, por su incapacidad para combatir la corrupción en los altos niveles.
Edward Clay, embajador británico en Kenia desde 2001 hasta 2005, fue declarado persona no grata a principios de 2008, a causa de sus críticas.
Robert Nyangiro, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Nairobi, señaló que "la camarilla que tomó el poder en 2003 siempre acusó a Londres de amparar las prácticas de Arap Moi. El gobierno británico fue utilizado como un espantajo, porque permitió que gobernara de forma autocrática".
En consecuencia, "cuando el grupo encabezado por Kibaki llegó al poder, removieron el estatus privilegiado que habían gozado las importaciones británicas", agregó.
La portavoz de la Embajada de Gran Bretaña en Nairobi, Charley Williams, no encuentra nada inusual en el cambio de tendencia.
"Se trata de negocios. Kenia tiene el derecho de elegir con quién desea comerciar. Aunque los bienes británicos tienen normalmente precios altos, su calidad no tiene rival", afirmó.
"Y si tomamos en cuenta los problemas asociados con la piratería y las falsificaciones en la producción de algunos países asiáticos, estimo que, con el tiempo, los consumidores locales que buscan obtener mercaderías de calidad volverán a comprar marcas británicas, que les dan garantías", aseguró.