Los esfuerzos de la ONU para promover una reforma política en Birmania, país gobernado por una junta militar, recibieron un duro golpe el fin de semana, despertando dudas sobre la efectividad del enviado especial del foro mundial, Ibrahim Gambari.
El golpe fue la forma en que Aung San Suu Kyi, la detenida líder pro democrática, trató a Gambari en su última misión de seis días a Birmania, que concluyó el sábado. La premio Nobel de la Paz, de 63 años, se negó a recibirlo en por lo menos dos ocasiones. Fue un desaire sin precedentes.
Gambari por lo tanto no podrá mostrar esta vez la foto que ha usado en sus últimas tres visitas a Birmania para dar la impresión de que logra progresos con Suu Kyi en la búsqueda de un camino hacia la reforma política. Las imágenes del diplomático nigeriano posando con la líder democrática, quien pasó más de 13 de los últimos 18 años bajo arresto domiciliario, sugerían que ésta tenía una constante confianza en la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
Pero la escena el viernes en la puerta de la casa de Suu Kyi, en Rangún, confirmó que la situación había cambiado. La líder de la Liga Nacional por la Democracia se negó a abrir las puertas de su laberíntica mansión colonial a dos representantes del enviado especial de la ONU que llegaban para insistirle en que participara de una reunión, luego de que ella rechazara otra invitación 48 horas antes.
"El viernes por la mañana, dos colaboradores del enviado de la ONU fueron vistos por vecinos en la puerta de la residencia de Suu Kyi, gritando el nombre de Gambari. Se fueron sin que nadie los recibiera", informó The Irrawaddy, revista de periodistas birmanos en el exilio, citando a la agencia AP.
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Pero Gambari también abandonó esa nación del sudeste asiático sin otra fotografía que pudo haberle servido para mostrar a la comunidad internacional que hace su trabajo.
Fue la segunda vez que al diplomático se le negó una audiencia con el líder militar Than Shwe, jefe de la junta.
"Gambari siempre aprovechó la oportunidad de tomarse una foto con Suu Kyi para dar la impresión de que el proceso de diálogo político que lidera en nombre de la ONU está funcionando", señaló Zin Linn, portavoz del Gobierno de Coalición Nacional para la Unión de Birmania, el gobierno democrático birmano forzado al exilio por la junta militar.
"Pero esta vez no hubo foto. Ella envió un fuerte mensaje al pueblo birmano al negarse a reunirse con Gambari", explicó en una entrevista. "Ella quería que la gente supera que no pueden depender de la ONU para tener resultados. Tienen que pararse en sus propios pies", añadió.
Otros observadores son igual de mordaces. "A diferencia Gambari, Aun San Suu Kyi se niega a ser un títere en el juego de la junta. Esto confirma que perdió la confianza en Gambari. Ella ha dicho esto a través de la única forma de resistencia pacífica que tiene disponible", dijo a IPS el analista Debbie Stothard, de ALTSEAN, organización regional que trabaja por los derechos humanos en Birmania.
El fracaso de Gambari debe servir como "un llamado a los miembros del Consejo de Seguridad para que no sigan siendo estafados por la junta. La mayoría de los que toman las decisiones en al ONU utilizaron la misión de Gambari como una excusa para no actuar en Birmania. Pero nada ha cambiado, y ahora hay poco para esperar", añadió.
El foro mundial, sin embargo, tenía diferentes esperanzas cuando envió a Gambari el año pasado. El diplomático inició su misión luego de la indignación internacional por la forma en que la junta birmana reprimió a manifestantes pacíficos, liderados por decenas de miles de monjes budistas, en las calles de Rangún en septiembre pasado.
La primera visita de Gambari pareció tener resultados positivos. El diplomático se reunió tanto con Than Shwe como con Suu Kyi, y logró que la junta designara a un ministro para liderar las negociaciones con el movimiento democrático.
Entonces, la ONU promovió la idea de que el Consejo de Estado para la Paz y Desarrollo, como se llama oficialmente la junta, estaba abierto a cambios y a una genuina reforma.
Pero, a fines de 2007, la junta comenzó a mostrar sus músculos políticos y renegó de algunas promesas hechas al enviado de la ONU como parte de la "hoja de ruta" hacia la democracia. Entonces, comenzó a recuperar terreno el lenguaje duro, y los militares insistieron en que impondrían una democracia con "disciplina", más que una abierta e inclusiva, como señalaba el plan de reforma.
A mediados de marzo, cuando Gambari regresó a Birmania para su tercera visita, tuvo una recepción hostil de parte de la junta. El ministro de Información, Kyaw Hsan, le dijo que el régimen no tendría en cuenta un pedido de la ONU para cambiar el borrador de la Constitución con el objetivo de legitimar la participación política de la oposición, incluyendo a Suu Kyi.
La junta se mantuvo firme en mayo y llevó adelante un referendo plagado de irregularidades para aprobar la nueva Constitución, una semana después de que el país fue devastado por el poderoso ciclón Nargis, que mató a decenas de miles de personas. Fue un paso clave de la junta en su camino para lograr legitimidad política, de cara a las elecciones generales de 2010.
Para la oposición birmana, los acontecimientos en mayo sólo aumentaron la opresión en un país que ha sido gobernado por militares desde marzo de 1962 y que perdió sus esperanzas de apertura democrática cuando los opositores que triunfaron en los comicios parlamentarios de 1990 no fueron reconocidos por la junta.
"Gambari ha dejado que la junta siga su camino al apoyar su agenda política y no ofrecer su propia hoja de ruta política", sostuvo Zim Linn. "No nos sorprende este fracaso", afirmó.