Nyo Ohn Myint aún recuerda con claridad el momento, hace 20 años, en que comenzó la leyenda de Aung San Suu Kyi. Él estaba allí cuando la ahora premio Nobel de la Paz dio un conmovedor discurso y se convirtió en símbolo de esperanza en un país oprimido por un régimen militar desde 1962.
El entonces profesor de la Universidad de Rangún estaba en un convoy de cinco vehículos que llevaba a Suu Kyi, la mañana del 26 de agosto de 1988, desde su mansión de estilo colonial en la capital birmana hasta un mitin frente la majestuosa y dorada pagoda de Shwedagon.
Era una marcha lenta, recuerda Nyo Ohn Myint, de 25 años. Tomaron una hora para cubrir una distancia de poco más de cinco kilómetros.
Esa primera aparición pública de Suu Kyi ganó significado frente a la brutal represión que realizaron dos semanas antes los militares birmanos, matando a tiros a unas 3.000 personas desarmadas que protestaban contra la dictadura.
Casi 500.000 personas se congregaron para escuchar a Suu Kyi, entonces de 43 años y sólo conocida como la hija del héroe de la independencia birmana Aung San, radicada en la ciudad británica de Oxford y casada con un académico británico.
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Nyo Ohn Myint estaba a un lado del escenario y escuchó atentamente cómo Suu Kyi presentó sus credenciales políticas. Ese día ella emergió "como la persona que podía liderar a nuestro país", dijo en una conversación telefónica desde la norteña ciudad tailandesa de Chiang Mai.
"Ella impresionó a las multitudes y estaba totalmente comprometida a tomar el desafío político de tratar con el régimen militar", añadió. Otros estudiantes activistas que estaban en la vanguardia de las protestas pro democráticas en 1988 tienen las mismas impresiones del debut de Suu Kyi en la escena política birmana.
"Le dio esperanza a la gente con su discurso", dijo Myint Myint San, entonces estudiante de botánica de 22 años en la Universidad de Rangún. "Hizo un gran trabajo para ayudar a la gente a entender lo que significaba la democracia, y se atrevió a hablarle al ejército y enfrentar al (entonces dictador) general Ne Win", indicó.
En los días siguientes, hubo una gran demanda de las cintas de audio de su discurso. "La gente las escuchaba una y otra vez. Se empezó a hablar de que Birmania tendría su segunda independencia", dijo Myint Myint San a IPS
El histórico discurso significó también un drástico cambio en el destino de una mujer que había llegado a Birmania en marzo de 1988 sólo para atender a su madre enferma, sin tener en mente ninguna idea de activismo político.
"Cuando regresé a Birmania en 1988 para cuidar a mi madre enferma, tenía planeado abrir una cadena de bibliotecas en nombre de mi padre. No me atraía una vida en la política", dijo en una entrevista de 1995 para la revista estadounidense Vanity Fair. "Pero los habitantes de mi país clamaban por democracia, y como hija de mi padre, sentí que tenía el deber de involucrarme", añadió.
Sin embargo, dos décadas después, la esperanza del retorno a la democracia parece aún remota. La junta militar se mantiene firme en el poder y controla aun más el panorama político que en 1988. La misión democrática de Suu Kyi fue marginada.
Pero esto no disminuyó su estatura como icono democrático bajo el modelo no violento del líder indio Mahatma Gandhi. Esto, sin embargo, ha costado un gran sacrificio personal, ya que más de 13 de los últimos 19 años ha pasado bajo arresto domiciliario, y sus reuniones con partidarios y familiares son restringidas por los militares.
Suu Kyi fue vindicada en 1990, cuando un nuevo partido que ella lideraba, la Liga Nacional por la Democracia (NLD), ganó la mayoría en las elecciones parlamentarias, pero la junta se negó a reconocer los resultados. En 1991, se le concedió el premio Nobel de la Paz, el primer galardón de los 40 que ha recibido hasta ahora.
Desde entonces, los intentos internacionales para impulsar una reforma política en Birmania han necesitado del apoyo de la carismática Suu Kyi para ganar credibilidad y respaldo público.
"Se ha convertido en un punto de reunión para el movimiento democrático en Birmania. Ha contribuido enormemente al crecimiento de la cultura democrática en los últimos 20 años", dijo Aung Naing Oo, politólogo birmano exiliado en Tailandia. "Su lucha ha puesto en el mapa mundial los problemas políticos y el sufrimiento de Birmania".
Si se la saca de la escena, el NLD pasa a no ser nada, sostuvo. "Eso también se aplica a todo el movimiento democrático birmano: perderá su oportunidad si ella no está", añadió.
Sus dos décadas en Rangún también le ayudaron a construir puentes entre la mayoría birmana y las muchas minorías étnicas, 17 de las cuales tienen movimientos rebeldes con campañas separatistas contra los militares.
Líderes de estas comunidades confirmaron que la reconciliación entre la mayoría birmana y las minorías es posible a través del diálogo con Suu Kyi.
Ellos confían en su visión de una Birmania democrática, que ha presentado a lo largo de los años en discursos y escritos.
"Cuando pedimos democracia, todo lo que estamos pidiendo es que a nuestro pueblo se le permita vivir en tranquilidad, bajo el imperio de la ley, protegido por instituciones que garanticen nuestros derechos, los derechos que nos permitirán mantener nuestra dignidad humana, así como curar las heridas y dejar que florezca el valor y