Como única alternativa para evitar la desaparición de la producción agropecuaria a pequeña escala, de mercados, ferias, mataderos rurales y de tabernas, Portugal optó por interpretar con sentido doméstico las estrictas leyes de la Unión Europea (UE) sobre seguridad alimentaria.
Las cada vez más rigurosas directivas de la UE para este sector habían comenzado a amenazar seriamente una importante actividad económica portuguesa como es su gastronomía basada en productos artesanales, que, junto al abundante sol, es una de las mejores cartas de presentación del país en el resto del mundo.
Para caminar al ritmo del bloque europeo, Lisboa creo una policía especial, cuyos agentes son los más temidos y odiados por una población habituada a devorar sabrosos platos preparados con elementos procedentes de pequeñas parcelas, consumidos por amantes de la buena mesa y el clima generoso.
De una casi total falta de control higiénico, Portugal pasó al otro extremo, dando poderes excepcionales a la Agencia para la Seguridad Alimenticia y Económica (ASAE).
Sin mayor trámite ante un organismo superior, sus agentes encapuchados para no ser reconocidos más tarde, aplicaban la ley a rajatabla, clausurando mercados, pequeñas tabernas, exploraciones agrícolas, minúsculas queserías y panaderías especializadas en la confección de bollos tradicionales.
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Sin embargo, la protesta generalizada en un país de "blandas costumbres", como suele ser descrito por la generalidad de la ciudadanía, obligó al gobierno del primer ministro socialista José Sócrates a echar pie atrás y adaptar las normas comunitarias europeas a una realidad más acorde con el país.
Ahora la producción en pequeña escala será menos complicada. Vender huevos, miel o pescado en pocas cantidades será más simple y con menos restricciones en cuanto a la higiene. Las instalaciones artesanales fueron eximidas de licencia especial y los sacrificios de animales para consumo facilitadas.
"En los últimos días, se han dictado una serie de medidas legislativas, despachos, circulares e informes destinadas a los pequeños productores artesanales y tradicionales, con el propósito de mejorar sus condiciones de supervivencia", explicó este martes a IPS la analista económica Carla Aguiar, experta de Diario de Noticias, de Lisboa, en este sector.
Sin embargo, la gran mayoría de los productores tradicionales "desconocen estas nuevas normas y no saben como defenderse de la ASAE", añadió.
Un despacho conjunto de los ministerios de Economía y de Agricultura, emitido a fines de julio, simplifica y facilita las condiciones de higiene para que los pequeños productores de alimentos puedan abastecer a los consumidores, en su gran mayoría "tascas" (tabernas), restaurantes y establecimientos comerciales en cantidades moderadas.
Portugal recurrió a prorrogativas permitidas en los reglamentos de la UE de 2004 y 2005 para determinados géneros alimenticios, que permiten a los países miembros la posibilidad de establecer sus propias normas para los productores de pequeña escala.
El decreto del gobierno portugués fija los máximos de lo que entiende por "pequeñas cantidades" por producto, contemplando huevos caseros, miel, pescado y mariscos, carnes y aves de corral, criaderos y animales de caza, pero con la obligación de registrar la actividad en la Dirección General de Veterinaria.
Asimismo, la reglamentación nacional de la directiva comunitaria permite a pequeños productores desarrollar su actividad artesanal en recintos de tipo familiar habitacional o transitorio, una autorización que favorece en especial a la elaboración de una vasta gama de quesos y dulces tradicionales.
Sin embargo "esta iniciativa gubernamental surgió tras varias quejas presentadas por los productores y las varias polémicas envolviendo a la ASAE", recordó Aguiar.
En efecto, el desmedido rigor de la ASAE provocó una protesta nacional casi unánime en la que tomaron parte en primera línea reputados intelectuales, que al defender los productos artesanales, recordaron que las tradiciones gastronómicas hacen parte de la cultura de un país
En los momentos más álgidos de la polémica, algunos escritores y cineastas llegaron al extremo de comparar la ASAE con la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), el brazo represivo del régimen corporativista-colonial que imperó en Portugal entre 1926 y 1974.
Aguiar cita al investigador Xavier Malcata, director de la facultad de Biotecnología de la Universidad Católica de Oporto, al subrayar que "las intoxicaciones con alimentos no tienen su origen en los productos tradicionales".
Malcata, quien hace dos décadas investiga la seguridad y protección alimenticia y fue "distinguido con el galardón 'International Leadership Award', en Columbus, Estados Unidos, ha asumido el papel de portaestandarte de la defensa de los productos tradicionales portugueses", añade la analista.
Según ese académico, "no se trata sólo de una manifestación de cultura". "Ambos, comer y beber, refuerza, configura un manantial para ser disecado, inclusive por su elevado valor sensorial y nutritivo", apuntó.
En cuanto a la ASAE, la analista vuelve a citar a Malcata cuando define como "actuaciones autistas" de la policía económica y alimentaria, porque "una fiscalización ciega puede provocar hecatombes en nuestro patrimonio".
En esta línea de análisis, el biotécnico citado por Aguiar coloca como ejemplo "la salchichería y panadería, dos preciosidades gastronómicas relacionadas con ciertas regiones y que tienen que ver con una evolución histórica de siglos, con nuestra propia etnia".
En cambio, otros apllauden a los tan a la moda "yogures probióticos", un producto innovador que en el fondo sólo ofrece una solución financiera para algunas grandes empresas, mientras ignoran "la calidad de los productos tradicionales, un factor diferenciador en relación a otros países", mientras la legislación actual "privilegia las especialidades extranjeras". El profesor lamenta los "excesos de la ASAE respecto de los productos tradicionales", admite que no se debe esquivar la fiscalización, pero "en diálogo con nosotros y con las asociaciones de productores".
Opina que la policía dependiente del ministerio de Economía debe entender que "las leyes no son dogmas, sino que tendría que actuar con sentido común y no ser más papista que el Papa".
Recomienda en cambio una acción fiscalizadora razonable, tomando en cuenta que "los productores de gran dimensión son los más reincidentes".
Aguiar comparte la visión del catedrático cuando sostiene que al realizar el propio acto de alimentarse, una persona se expone. "Los alimentos no están exentos de riesgos, sino que responden a un riesgo calculado. Riesgo cero . ni en los países nórdicos", sentenció.