SRI LANKA: Oscuridad persiste a 25 años del Julio Negro

En vísperas del 25 aniversario del pogrom antitamil de 1983, Sri Lanka muestra pocas señales de haber aprendido la lección de un sangriento acontecimiento que cambió la historia del país y precipitó al vacío su otrora floreciente economía.

El analista político Pakiasothy Saravanamuttu, director ejecutivo del Centro para las Alternativas Políticas, dijo que los conflictos étnicos que siguieron al denominado "Julio Negro" costaron miles de millones de dólares.

Aun así, "no estamos ni cerca de una solución", señaló. Para Saravanamuttu, tampoco el actual gobierno está interesado en negociar un acuerdo que ponga fin al enfrentamiento armado.

La mayoría de las víctimas de la minoría tamil que han sobrevivido se resisten a hablar sobre la tragedia del 24 de julio de 1983. "¿Por qué hablar del pasado", dijo una anciana tamil al ser entrevistada.

Los disturbios estallaron en Colombo y el sur de Sri Lanka, donde predomina la mayoría singalesa, un día después del asesinato en una emboscada de 13 soldados a manos de rebeldes tamiles, en la septentrional ciudad de Jaffna, bastión de esa comunidad étnica.
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Multitudes indignadas de la mayoría singalesa tomaron represalias: atacaron y mataron a tamiles residentes en Colombo y en otras localidades del sur. Muchas mujeres sufrieron violación y numerosas viviendas y comercios terminaron incendiados.

Los antecedentes del Julio Negro fueron los brotes de violencia antitamil en 1958 y 1977.

El industrial tamil K. Vignarajah relató que su esposa Sarada, dueña y administradora de dos fábricas de vestimentas que fueron arrasadas, quedó devastada por los acontecimientos.

"Perdimos una casa también, pero gracias a Dios a nosotros no nos pasó nada", dijo. Poco después, la pareja y su hija de 10 años partieron hacia Gran Bretaña.

"Sri Lanka habría sido un paraíso sin este conflicto. Los absurdos políticos chauvinistas son responsables de esta situación… Tenemos muchos amigos singaleses", declaró Vignarajah, hoy dedicado a las inversiones bursátiles y a una consultoría internacional en materia de vestimenta.

Su hija vive y trabaja en Gran Bretaña, pero él, luego de pasar tiempo en la meridional ciudad india de Chennai, regresó a Sri Lanka.

En los años anteriores a 1983, Sri Lanka, el primer país de Asia meridional en liberalizar su economía, mucho antes que India, tuvo una economía floreciente y se encaminaba hacia una prosperidad como la de los "tigres" del sudeste asiático. El conflicto revirtió la tendencia.

¿Se recuperará Sri Lanka de esta crisis? El pacifista Jehan Perera cree que la situación mejoró si se la compara con el periodo anterior a 1983, dado que ahora la gente se manifiesta libremente a favor de los derechos y la autonomía de los tamiles.

"A diferencia de lo que ocurría antes, no hay animosidad de los singaleses hacia los tamiles. Antes, a causa de la insurgencia tamil (y de los reclamos de independencia), muchos singaleses veían a los tamiles como sus enemigos", dijo.

De todos modos, Perera consideró que predomina la idea de que los insurgentes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE), que lideran la guerra contra Colombo para asegurarle a la minoría tamil una patria separada en el norte y este de la isla, deben ser "aplastados".

"Ése no es un sentimiento antitamil", insistió.

Durante los disturbios de julio de 1984, muchos singaleses salvaron vidas y propiedades tamiles de los saqueos y destrozos perpetrados por pandillas que desafiaron un toque de queda.

Algunos tamiles se refugiaron en casas de singaleses durante los incidentes violentos, mientras la policía y los militares se limitaban a observar.

La estimación de víctimas oscila entre 400 y 3.000 tamiles muertos. Más de 18.000 casas y establecimientos comerciales fueron arrasados.

Cientos de miles de tamiles huyeron del país a India, Europa, Australia y Canadá, mientras jóvenes de esa comunidad se unían a organizaciones insurgentes, entre ellas el LTTE. Un millón de srilankeses son hoy desplazados internos.

Luego el LTTE surgió como la organización guerrillera más despiadada del mundo, estableció oficinas de financiamiento y promoción en el exterior y coaccionó a expatriados tamiles para que financiaran su maquinaria bélica.

Muchos profesionales de otras comunidades también abandonaron el país y todavía permanecen en el exterior, mientras Sri Lanka se esfuerza por contener un conflicto que se ha cobrado más de 80.000 vidas —militares, insurgentes y civiles—, además de daños multimillonarios y oportunidades perdidas.

El turismo, una de las principales fuentes de réditos del país, se esfuerza por recuperarse mientras las exportaciones de vestimentas. Las remesas de alrededor un millón de trabajadores srilankeses en Medio Oriente constituyen la primera fuente de divisas externas.

Desde 1983, la pérdida económica total, según algunas estimaciones en 1998, es 1,27 veces el producto interno bruto (PIB) del país. Sin embargo, la economía ha crecido cinco por ciento anual desde 1983, mientras se acercan a la isla pequeñas inversiones extranjeras.

El presidente Mahinda Rajapaksa lleva 33 meses en el poder. Hace dos años, tras un par de meses intentando dialogar con el LTTE, lanzó una ofensiva militar que tuvo gran éxito. Los rebeldes fueron ampliamente apartados de la región oriental y sufrieron serios reveses en partes de su baluarte principal, el norte.

Los periodistas tienen el acceso prohibido a las zonas de guerra. Hace falta una evaluación independiente sobre qué partes están bajo control del LTTE o desde dónde opera su líder, Velupillai Prabhakaran.

Kilinochchi, el pueblo donde los rebeldes tienen su sede oficial, es objeto de constante bombardeo del gobierno.

"No puedo ver ninguna paz" en el corto plazo, dijo Saravanamuttu. El ejército, que había asegurado que la insurgencia sería aplastada para fines de 2008, ahora sostiene que necesitará todo 2009 para cumplir esa misión.

"Aunque el gobierno tenga éxito al perseguir a los Tigres en su sede, ellos entrarán a la jungla y recurrirán a la guerra de guerrillas como antes, a menos que haya un acuerdo político", afirmó.

Tal vez la peor consecuencia del prolongado conflicto ha sido el creciente caos social, alentado por una sensación de impunidad que se origina, según él, en el hecho de que ninguno de los perpetradores de la violencia de 1983 fueron llevados a juicio.

Las violaciones de derechos humanos, cometidas por doquier, aumentan de modo constante en el transcurso de los años.

Últimamente se intensificó el secuestro de civiles —la mayoría, tamiles sospechosos de vínculos con el LTTE—, mientras que aumentaron los ataques y el acoso a periodistas y críticos de la guerra. Esto no ha ayudado a la causa de la concordia entre tamiles y singaleses.

Los enfrentamientos entre ambos se originaron con los gobernantes coloniales británicos, que dieron a los tamiles ventajas administrativas, educativas y económicas.

Luego de la independencia, la situación se revirtió: la comunidad mayoritaria quedó en el gobierno y acaparó los mejores empleos y la mayor parte de los recursos. Pronto comenzó a crecer el nacionalismo singalés y el tamil.

"No estoy amargado y no lamento nada, pero me siento triste por mi país", dijo Chris Kamalendran, experimentado periodista tamil y víctima de los disturbios.

Kamalendran, quien vive con su padre, su madre y otros parientes en el pueblo de Homagama, predominantemente singalés, al sur de Colombo, vio a una multitud —conformada en su mayoría por vecinos— prender fuego y saquear su hogar familiar.

"Yo estaba indignado, herido, y quería venganza", recordó, agregando que fue contenido por amigos singaleses moderados.

Él, como muchos tamiles y singaleses, está desesperado porque se llegue a una solución mientras él viva. Así "mi hija no sufrirá", argumentó.

Creyendo en la amistad entre comunidades, se casó con una mujer singalesa y tiene una hija que sigue el budismo, la religión mayoritaria.

Pero el problema se perpetuará "hasta que surja un líder nacional capaz de ofrecer un acuerdo político viable", sostuvo.

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