Agencias humanitarias estiman que casi la mitad de la población de Somalia, 3,5 millones de personas, serán en diciembre desplazados internos, que sufrirán hambre y necesitarán ayuda urgente para sobrevivir.
Sin embargo, las posibilidades de hacer llegar la indispensable asistencia prácticamente se han desvanecido, aunque la sequía y los conflictos internos amenazan con agravar aun más la crisis humanitaria en este país sin instituciones estatales firmes desde hace años.
"En el mar, los barcos que traen la ayuda se enfrentan con la amenaza de los piratas y, en tierra, los socorristas sufren robos a mano armada y secuestros", dijo Abdullahi Musse, un somalí que trabaja para una organización humanitaria internacional.
"En el trayecto hacia los depósitos, o en su camino para llevar los suministros a la población, los camiones no pueden circular sin escolta y deben pasar en su ruta por innumerables puestos de control, imposibles de cruzar sin pagar un 'arancel' a diversos grupos armados", agregó.
"Es una tarea de alto riesgo con mínimas garantías de seguridad", se lamentó Musse.
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Este año, unos 20 socorristas fueron asesinados. Otros 17 fueron liberados tras ser secuestrados mediante el pago de un rescate, mientras que 13 permanecen en cautiverio.
El personal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de otras instituciones internacionales ha sido desplazado por los incesantes combates entre grupos islámicos insurgentes y las fuerzas del gobierno federal de transición, apoyado por tropas de Etiopía.
Ambas facciones se acusan recíprocamente de atacar a los socorristas y se presentan como sus protectores.
A esto se suman las pandillas criminales que se dedican al secuestro, atraídas por los jugosos rescates que pagan los extranjeros para la liberación de barcos capturados por los piratas.
Según la Organización Marítima Internacional, con sede en Londres, 25 navíos corrieron esa suerte en 2007 y diez en lo que va de este año.
Agencias de la ONU y otras nueve organizaciones internacionales todavía permanecen en Mogadiscio, la capital del país, pero sólo mantienen personal nativo.
Sin embargo, Musse dijo a IPS, en entrevista telefónica, que también los somalíes se han convertido en blanco de ataque, por lo que la entrega de ayuda se ha paralizado por completo.
Hay 250 asentamientos informales para desplazados internos en Mogadiscio y más de 200 a lo largo de la carretera hacia Afogye, una pequeña ciudad 30 kilómetros al sur de la capital.
La ONU señaló que, hasta junio de este año, 857.000 personas se habían visto obligadas a abandonar sus hogares de Mogadiscio y dependían de la ayuda internacional.
Regiones agrícolas en las zonas centrales y meridionales de Somalia, principal escenario del conflicto interno, no han recibido lluvias en esta estación y la escasez de alimentos es aguda.
"Una de las razones por las que tantas personas han abandonado la capital y se trasladaron a campamentos en Afogye es que ese lugar resulta más accesible a los socorristas que la capital", explicó Musse.
"Muchas familias se separaron para obtener la ayuda que no podían recibir en Mogadiscio. Pero, igualmente, en las últimas dos semanas, las personas asentadas en el corredor entre la capital y Afogye han manifestado su frustración por el cese de la entrega de suministros", agregó.
Una gran hambruna está en gestación si no se incrementa la ayuda en los próximos meses, advirtió la organización humanitaria internacional Oxfam.
El Ahmed Ould-Abdalla, representante especial de Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, reclamó la semana pasada al Consejo de Seguridad que buques de guerra de diversos países escolten a los barcos mercantes que llevan suministros a Somalia y también mayor protección para los socorristas en el terreno.
Pero los acontecimientos políticos conspiran contra la ayuda humanitaria a los desplazados.
Con el auxilio de las fuerzas etíopes, el gobierno de transición controla un puñado de ciudades en la región centromeridional del país, mientras que diversos grupos insurgentes islamistas tienen supremacía en la mayor parte del resto del territorio.
La organización insurgente Unión de Tribunales Islámicos se fracturó como consecuencia de un acuerdo de paz con el gobierno de transición auspiciado por la ONU. Facciones islamistas radicalizadas rechazan el pacto e incrementaron sus ataques en el centro y sur del país.
Los Tribunales están ahora divididos en dos grupos principales. El encabezado por el jeque Sharif, que firmó el acuerdo de paz, y la facción radicada en Eritrea, liderada por Hasan Dahir Aweys, veterano de la guerra de Afganistán cuando ese país estaba bajo de la ocupación de la disuelta Unión Soviética, que lo invadió en 1980.
Fue uno de los muyahidínes (guerreros islámicos) que con el apoyo, entrenamiento y aprovisionamiento de armas y fondos de Estados Unidos combatieron a las tropas soviéticas. Actualmente está buscado por Washington, que lo acusa de terrorismo y de vínculos con la red extremista Al Qaeda.
"Es difícil decir qué grado de control tienen estos dos personajes sobre Al-Shabab, que figura en la lista de organizaciones terroristas" del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, "y otros grupos de muyahidines que han combatido para expulsar a las tropas etíopes de Somalia", señaló Bashir Awale, periodista radial de Mogadiscio.
Muchos grupos con nombres islámicos, desconocidos hasta ahora, han amenazado a los socorristas.
"Pero las fuerzas del gobierno provisional son igualmente culpables por la parálisis de la ayuda", aclaró Bashir, quien mencionó la existencia de cuatro puestos de control de las autoridades de transición a pocos kilómetros del trayecto entre Mogadiscio y Afgoye y varias docenas más en la capital.
En vistas de la compleja y volátil naturaleza del conflicto, el representante especial de la ONU reclama una fuerza de paz internacional para estabilizar el país y proteger las operaciones humanitarias.
Ould-Abdalla cree que "en el marco del favorable contexto creado por el acuerdo de paz es tiempo de que el Consejo de Seguridad adopte acciones rápidas, firmes y decisivas".
Sin embargo, el Consejo se ha mostrado impotente para tomar medidas en relación con una serie de conflictos en los últimos 19 meses, por las discrepancias entre sus miembros permanentes que gozan de la facultad del veto sobre sus resoluciones (tres naciones occidentales —Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña—, más China y Rusia).
Estados Unidos ofreció, ante las consultas sobre la creación de una coalición militar para hacer cumplir la paz, una respuesta tan escurridiza que prácticamente representa una negativa.
"Bueno, se sabe que estamos muy ocupados en este momento, en primer lugar. En segundo, siempre hay cuestionamientos cuando se trata de que Estados Unidos encabece una coalición", señaló el embajador de ese país en la ONU, Zalmay Khalilzad.
Khalilzad acusó a Al Qaeda de los ataques contra los socorristas, pero no se mostró a favor de instar al Consejo de Seguridad a tomar acciones.
No existen planes en discusión antes del 15 de agosto, fecha en la que el secretariado del organismo debería presentar un plan para Somalia. Organizar una fuerza de paz con un mandato claro y firme podría demandar meses.
"Somalia es el lugar más riesgoso del mundo para los miembros de las organizaciones humanitarias, pero su pueblo necesita ayuda desesperadamente", señaló Musse. "Resolver este dilema requiere una intervención internacional imparcial, y la necesitamos hoy."