A sus 90 años y con apenas tres libros publicados, el poeta mexicano Alí Chumacero es toda una institución en la literatura local. Gracias a seis décadas de trabajar como tipógrafo y editor, muchos de sus colegas, ya fallecidos, escalaron a la fama y los aún vivos engrosan un batallón de fieles amistades.
Chumacero es desde junio y lo será hasta el fin de año centro de numerosos homenajes en México por su cumpleaños.
"No le deseo la inmortalidad porque sería castigarlo, pero sí que cumpla su promesa de morir a los 500 años apuñalado por un marido celoso", escribió a propósito del cumpleaños del mexicano el miércoles, su amigo el poeta argentino Juan Gelman, ganador el año pasado del Premio Cervantes.
Dueño de una escasa pero reconocida poesía, Chumacero ha trabajado por más de 60 años detrás de un escritorio en el estatal Fondo de Cultura Económica como corrector, tipógrafo y editor. Además, ha sido un incansable compilador de obras de varios escritores ya fallecidos. El poeta, que goza de cabal salud, se reivindica como un "obrero del libro".
"No soy un intelectual, yo trabajo como un albañil, viendo papeles y anotando. No acarreo ladrillos, pero tomo la pluma para hacer trabajo menor. Nunca dejaré de ser un obrero del libro", declaró en uno de sus homenajes.
Pero Chumacero es además un poeta y de los mejores, y "un hombre reconocido por solidario, promotor de otros, tolerante y dueño de un humor de carcajada inevitable", dijo a IPS el profesor de literatura Santiago Barrientos.
La obra de este poeta es corta, pero suficiente para ubicarlo como una "institución de las letras mexicanas", señaló.
Según el escritor Carlos Montemayor, la obra de Chumacero debe ser considerada clásica, "porque sus raíces se remontan a los preclaros orígenes de Quevedo, a la serenidad, elegancia y nitidez de la mejor poesía del Siglo de Oro, y porque su presencia es ya fundamental en las letras mexicanas".
Es una "poesía en cuya cadencia ninguna voz, ningún verso, ninguna frase destruye el ritmo interior y perfecto con que se integra el poema", expresó Montemayor en uno de los homenajes al longevo poeta.
"El otoño, la rosa y las violetas/ nacen de ti, movidos por un viento/ cuyo origen viniera de otros labios/ aún entre los míos", escribió Chumacero en su poema "Amor entre ruinas".
"Más retiro mi rostro de tus ojos/ porque ya no podré pensar una palabra/ que no habite tu nombre,/ y porque surges hasta del silencio/ como enemiga que desdeña el arma/ y de improviso nace entre las sombras,/ cuando sin ti yo no sería/ sino un olvido abandonado/ entre las ruinas de mi pensamiento", reza su poema "Entre mis manos".
Chumacero, que es autor de los poemarios "Páramo de sueños" (1940), "Imágenes desterradas" (1948) y "Palabras en reposo" (1956), declaró hace poco que no se arrepiente de haber escrito poco. "Prefiero escribir un verso que perdure y no 40 libros de los cuales no se acuerde nadie", expresó.
Como editor y tipógrafo trabajó con obras de compatriotas suyos como Octavio Paz (1914-1998), ganador en 1990 del Premio Nobel de Literatura, del también laureado Carlos Fuentes y el reconocido poeta José Gorostiza (1901-1973). Como poeta ganó importantes premios literarios locales, el Xavier Villaurrutia (1984), Alfonso Reyes (1986) y el Nacional de Ciencias y Artes (1987).
El escritor y promotor cultural Emmanuel Carballo, dijo que Chumacero "ha sido mi maestro y el hombre que me enseñó a escribir". "Él corregía mis artículos. Lo único ileso era: 'por Emmanuel Carballo'. Todo lo demás lo había corregido, puesto en español y vuelto inteligente".
Chumacero se precia de tener docenas de amigos hechos al fragor de la literatura. Sus fiestas de cumpleaños, realizadas puntualmente cada 9 de julio, asisten muchos de ellos y lo transforman en un acontecimiento cultural siempre reseñado en la prensa local.
"No me gusta ni la seriedad ni la fama. La fama sólo hace que se desvele uno y se canse. Por eso uno después está durmiéndose en la calle, en el taxi o en la oficina. Mejor ser rico que famoso", declaró en tono de broma al diario Reforma.
Chumacero casi nunca habla de política ni le gusta dar opiniones sobre el panorama artístico. Por eso, dice él, ha logrado tener tantos y tan buenos amigos.
"Aunque sea un hombre de izquierda, no tengo derecho a inventarme pretextos. Prefiero hacerle un poema a una mirada o a la caída de una flor", expresó.
Para el profesor Barrientos, Chumacero tiene fama de ser paciente y directo con sus amigos. "Eso se ve en su poesía, es un hombre transparente, limpio, sin agendas o intereses ocultos como sucede con muchos otros escritores", opinó.
"Cesa tu voz y muere/ sobre tus labios mi alegría./ No habrá palabra que en tu piel levante/ ni un incierto sabor de brisa oscurecida/ como el recuerdo que en mis ojos deja/ el paso de tu aliento,/ porque vives inmersa en tu silencio,/ impenetrable a mis sentidos/ y si mis manos en tu piel se posan/ inclinas la cabeza,/ navegas en un tiempo que escucha tu latido,/ y entre sus aguas, inundándote/ bajo la tersa forma de su espejo", reza el poema "A una estatua".
En "Diálogo con un retrato", escribe: Surges amarga, pensativa,/ profunda tal un mar amurallado;/ reposas como imagen hecha hielo/ en el cristal que te aprisiona/ y te adivino en duelo,/ sostenida bajo un mortal cansancio/ o bajo un sueño en sombra, congelada".
Sobre la inevitable muerte, declaró hace poco que se trata de "un accidente pequeño porque es rápido. Ya ejecutada, es largo, parece que no tiene vuelta".
"Lo importante es la vida y por lo que hay que luchar es por no ser feliz. Son felices los tontos. Una persona no tiene porque ser feliz, tiene que luchar, ver el mundo. La felicidad es la muerte. Hay que estar siempre contra la felicidad. Cada día se presentan dificultades, hay que enfrentarlas y buscar la manera de que alguien las resuelva", señaló longevo poeta.