Los nuevos blancos de Israel en su campaña contra el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) son las escuelas, centros comerciales, clínicas, organizaciones humanitarias y comedores populares de Cisjordania. Mientras, en Gaza persiste la tregua.
Jefes militares israelíes identificaron la infraestructura civil de Hamás como principal fuente de su popularidad y comenzaron a cerrar esas instituciones en ciudades como Hebrón, Naplusa y Qalqilyah.
Las tropas irrumpieron la semana pasada en el ayuntamiento de Naplusa y confiscaron sus computadoras. También ingresaron a un centro comercial y colocaron en los escaparates avisos de clausura.
Una escuela para niñas y un centro médico fueron cerrados, y requisaron computadoras y documentos de una asociación de caridad.
La intención declarada por las autoridades es evitar que Hamás utilice a esas instituciones como fachada para canalizar el dinero para financiar ataques contra Israel, cuyo derecho a existir como Estado no es reconocido por el movimiento islamista.
[related_articles]
Pero el principal objetivo de la campaña es limitar la creciente popularidad de Hamás en Cisjordania y evitar que tome el control del territorio como lo hizo en Gaza hace un año, cuando desplazó por las armas al secular y moderado partido Fatah, que lidera el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Abú Mazen.
En Gaza, Hamás se ganó las mentes y los corazones de la población no sólo por ofrecer una alternativa al liderazgo de Fatah, envuelto en escándalos de corrupción, sino porque su red de escuelas, clínicas, campamentos de verano y asociaciones de caridad daban a sus empobrecidos habitantes lo que las autoridades palestinas no les brindaban.
Como parte de la campaña, el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, ilegalizó 36 organizaciones no gubernamentales que funcionan en el exterior, con el argumento de que recaudaban fondos para Hamás.
Según estimaciones oficiales israelíes, entre 120 y 200 millones de dólares han sido canalizados durante el último año a instituciones asociadas a Hamás en Gaza y Cisjordania, procedentes de América del Sur, Arabia Saudita, Estados Unidos, Europa, Jordania y los estados del Golfo Pérsico (o Arábigo).
En los últimos meses el ejército israelí también clausuró un orfanato, una panadería y otras instituciones en Hebrón, presuntamente vinculadas con el movimiento islamista. Aunque en Gaza existe una tregua entre Israel y Hamás, sus términos no se extienden a Cisjordania.
El periodista Gideon Levy señaló esta semana, en su columna del diario Haaretz, que las acciones contra las instituciones relacionadas con Hamás son "ridículas"..
Los habitantes de Cisjordania "no pueden ser simultáneamente encarcelados, privados de ganarse la vida y no recibir asistencia social mientras tomamos represalias contra quienes están tratando de ofrecerles eso, cualquiera sean sus motivos", agregó Levy.
"Si Israel quiere eliminar las asociaciones caritativas debe ofrecer servicios alternativos. ¿Sobre las espaldas de quiénes estamos combatiendo el terrorismo? ¿Sobre las viudas y los huérfanos? Es vergonzoso", señaló el periodista, quien fue portavoz del hoy presidente Shimon Peres cuando fue primer ministro a fines de los años 70 y principios de los 80.
Actuando contra las instituciones vinculadas a Hamas Israel corre el riesgo de aumentar la popularidad del movimiento islamista y, al mismo tiempo, socavar la de Fatah y Abú Mazen, percibidos, correcta o incorrectamente, como los beneficiarios de esta política.
Además, la popularidad de Hamás no deriva sólo de su red de protección social sino de la falta de cumplimiento de sus promesas por parte de Fatah, fundamentalmente la creación de un Estado palestino independiente en Cisjordania y Gaza.
En Israel algunos argumentan que la mejor forma de detener al movimiento islamista y favorecer a Abú Mazen sería poner fin a la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania, aliviar las restricciones de viaje y garantizar que haya progresos en las negociaciones con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina.
Muchos ministros israelíes no creen que Abú Mazen pueda garantizar el cumplimiento de un acuerdo de paz y por eso no toman seriamente las negociaciones reanudadas en diciembre.
Algunos incluso pidieron la liberación del líder de Fatah Marwan Barghouti, quien cumple cadena perpetua por su participación en ataques en los que israelíes perdieron la vida.
Barghouti, argumentan, tiene entre los palestinos la autoridad política necesaria para llegar a un acuerdo con Israel y hacerlo respetar. También podría ganar suficiente apoyo como para disputar el liderazgo de Hamás.