Los ministros de Energía y Ambiente de la Unión Europea (UE) revisaron a la baja su meta de uso de biocombustibles, debido a las nuevas evidencias que le atribuyen a su producción, en parte, la carestía mundial de alimentos.
La UE declaró el año pasado su objetivo de elevar a 10 por ciento la cuota de biocombustibles utilizados en el transporte para 2010, en el marco del plan de la Comisión Europea —rama ejecutiva del bloque— para reducir 20 por ciento las emisiones de gases invernadero para 2020.
La mayoría de los científicos especializados en clima y energía aseguran que los gases invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, son la principal causa del recalentamiento planetario.
El viceministro alemán de Tecnología y Energía, Jochen Oman, dijo luego de una reunión de ministros de la UE celebrada a comienzos de este mes que el bloque había "descubierto" que las directivas de la Comisión hablaban de "fuentes renovables", no sólo de biocombustibles.
Se trata de los destilados del maíz, la caña de azúcar, la soja y otros cultivos, y hasta hace poco se los consideraba combustibles libres de carbono que podían ser usados en automóviles sin producir emisiones de gases invernadero.
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Luego de reunirse con sus pares en St. Cloud, en las afueras de París, el ministro de Ambiente y Energía de Francia, Jean-Louis Borloo, dijo que los biocombustibles "son sólo una alternativa, entre otras".
Numerosos documentos de la UE establecen el objetivo de aumentar la participación de estos carburantes en el sector del transporte, entre ellos el artículo 3 de una directiva dictada por la Comisión en 2003 que reclama a los países fijarla en 5,75 por ciento.
En ese mismo año, el gobierno francés —del cual Borloo fue viceministro para el Desarrollo Urbano primero, y de Trabajo y Asuntos Sociales luego— aprobó un plan para incrementar la cuota de agrocombustibles a siete por ciento para 2010.
Otra directiva europea, aprobada por el Consejo de la UE en marzo de 2007, establece "un objetivo obligatorio mínimo de 10 por ciento, a ser alcanzado para 2020 por todos los estados miembro en su cuota de biocombustibles en el consumo total de gasolina y diesel para transporte, a ser introducida de un modo redituable".
Ahora, tras la corrección efectuada en St. Cloud, la UE podría cambiar sus puntos de vista oficiales sobre los biocombustibles, otrora considerados la solución ideal para alimentar la creciente demanda de energía sin afectar el clima.
Esto se debe a que nuevas evidencias científicas indican que los agrocombustibles no son tan verdes como se pensaba, así como subrayan su responsabilidad en la escasez y el encarecimiento de los alimentos.
El Banco Mundial calculó que la producción de biocarburantes es responsable de 75 por ciento de la inflación alimentaria. Un informe confidencial de esa institución filtrado a la prensa indica que el aumento de precios de la energía y los fertilizantes representó apenas 15 por ciento del incremento.
La cifra contradice a los técnicos del gobierno de Estados Unidos, según quienes los agrocombustibles han contribuido con menos de tres por ciento del aumento de los alimentos.
La UE también prestó atención al informe El Panorama Agrícola 2007-2016, elaborado en conjunto por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), integrada por 30 naciones ricas, y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El estudio indica que la presión sobre los precios de los alimentos "puede ser o bien directa, a través de la creciente demanda y los cambios en los patrones de consumo por el aumento de los ingresos, o bien indirecta", entre ellos "por usos alternativos de cultivos alimentarios como insumos para combustibles".
Todo ello "ha conducido a precios internos más altos", añade.
La UE admitió, sobre la base del informe de la OCDE y la FAO, que "el crecimiento de los mercados de biocombustibles se traduce en el fuerte incremento de la demanda de productos alimentarios".
El documento prevé que el uso de trigo para producción de agrocombustibles aumentará 12 veces y hasta alcanzar unos 18 millones de toneladas para 2016.
"El incremento del uso de semillas oleaginosas (particularmente las de colza) y el maíz es menos dramático, pero todavía alcanzarán 21 millones de toneladas y 5,2 millones de toneladas para 2016 respectivamente", agrega el documento.
Otro estudio, realizado por la Agencia para el Fomento de la Protección Ambiental (EPEA), con sede en la septentrional ciudad alemana de Hamburgo, señala que los agrocombustibles "crean muchos más problemas que los que resuelven".
La EPEA les atribuyó un agravamiento de la deforestación, de las emisiones de gases invernadero, "una inseguridad alimentaria potenciada, la creación de más pobreza, una mayor degradación del suelo, una menor biodiversidad y el agotamiento acelerado de los recursos naturales".
Según Borloo, "a lo largo de los años los agrocombustibles fueron la única verdad" ambiental, pero "esa idea está cambiando con la máxima velocidad. Lo que considerábamos la solución hace un par de meses ahora cayó en desgracia".