Todos se quejan de los altos precios del petróleo, pero en realidad no refleja los costos ambientales y aún es insuficiente para promover los cambios necesarios para un futuro menos catastrófico de la humanidad, advierten expertos.
El alza "brutal y rápida" del precio del petróleo en los últimos años no generó cambios que apunten a una indispensable "regulación" del sistema económico global, sino a una "adaptación" tendiente a mantener el status quo, según Gilberto Dupas, coordinador del Grupo de Análisis de la Coyuntura Internacional de la Universidad de São Paulo.
La demanda petrolera seguirá creciendo por "la diseminación del patrón de consumo occidental, especialmente en China e India", y por el abaratamiento de los automóviles, en cuya industria se prevé que "sólo sobrevivirán las empresas globales que los produzcan a 2.500 dólares, acentuando la opción por transporte individual", arguyó a IPS.
Además del nuevo nivel de la demanda por alimentos y energía en el mundo, la lógica del capital promueve siempre "más destrucción creativa", con equipos y productos convirtiéndose en chatarra en "ciclos tecnológicos cada día más cortos" y en una continua renovación, que exige más energía y materia prima, acotó.
El "único síntoma" del impacto petrolero es la inflación generalizada, más evidente en el caso de los alimentos, reflejando la "dependencia sistémica al petróleo", sin que la crisis sea suficientemente profunda para promover una revisión de la lógica, evaluó Dupas, también presidente del Instituto de Estudios Económicos e Internacionales (IEEI).
"La resistencia del sistema es muy fuerte", concluye el autor del libro "O mito do progresso" (El mito del progreso), en el cual que analiza quienes determinan los rumbos del avance en el sector y sus costos ambientales y sociales.
En su opinión, está en cuestión la capacidad del sistema económico global de reconocer su crisis y autorregularse ante una profundización de la crisis, complicada por el recalentamiento de la Tierra.
Los incrementos de los precios del crudo, el cobre y el acero forman parte de un fenómeno nuevo que debe perdurar, según Fernando Cardim de Carvalho, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Antes, los países en rápido crecimiento económico, como los llamados cuatro tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), se industrializaban en base a la mano de obra barata "que se terminaba" cuando se llegaba a un cierto nivel de desarrollo importante. Con ello sus ciudadanos lograban ascenso social y así se estabilizaba el proceso. Pero ya no ocurre de ese modo.
China, con sus 1.300 millones de habitantes, representa una "fuerza estructural, una demanda en crecimiento sin freno a la vista". Es que siempre hay "nuevas chinas" para repetir o mantener el proceso, "modernas y subdesarrolladas al mismo tiempo". Es algo "sin precedentes, que hace inútil la historia" para hacer comparaciones, subrayó Cardim a IPS.
Así, China seguirá competitiva en la industria textil, mientras que antes éste era un sector que emigraba a países más pobres y de salarios más bajos, detalló el economista.
Argentina, Brasil y Chile viven de sus exportaciones a China, cuya demanda por el cobre y otras materias primas tiende a seguir creciendo por un futuro indefinido, con persistencia de los precios elevados.
Con una demanda creciente asegurada, el alza del valor del petróleo no puede ser confundida con las llamadas "burbujas" especulativas, que serian deshechas con alza de intereses, razonó Cardim. Pero los altos precios pueden conducir a una recesión a corto plazo, alentando la sustitución por otras fuentes energéticas a largo plazo, pronosticó.
De hecho, los precios del petróleo suben sostenidamente desde 2003, a diferencia de los "choques" anteriores, de 1973 y 1979, de alzas fuertes pero concentradas en poco tiempo, seguidas de la estabilización o incluso del retroceso menos de un año después.
Con el transporte caro, así como la energía en general y los alimentos, la economía mundial tiende a sufrir cambios por lo menos sectoriales, favoreciendo la industrialización local de materias primas, evaluó Giuseppe Bacóccoli, experto en petróleo del Programa de Posgrado en Ingeniería de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Brasil es uno de los países que se beneficiará con esta situación por disponer de muchas materias primas y fuentes de energía, incluyendo los nuevos yacimientos petrolíferos descubiertos a gran profundidad en su zona marítima exclusiva, que lo convertirá pronto en exportador de este combustible, señaló.
En 1973 y en 1979, Brasil fue de los más golpeados por el súbito aumento de los precios en los mercados internacionales del petróleo, a causa de su gran dependencia externa, hecho que condujo a la iniciativa pionera de un amplio programa de producción de etanol de caña de azúcar, para sustituir la gasolina cara.
Pero aprovechar esa oportunidad exige una "fuerza de trabajo formada", preparada para el trabajo colectivo y el uso de tecnologías, además de materias primas y energía barata, factores que favorecen a Brasil, pero no África, por ejemplo, sostuvo Cardim.
África sufre también otro obstáculo "intransferible" que es la escasez de mineral de hierro, añadió Dupas.
A corto plazo los altos precios petroleros no alteran el sistema, pero conducen a una recesión económica mundial, indicó Cardim. A largo plazo, si perdura el alza y se confirma que la producción mundial de crudos llegó a su límite, la sustitución por otras fuentes energéticas produciría una "nueva revolución industrial", acotó.
La gran esperanza de energía abundante y no contaminante, el hidrógeno, sólo será viable económicamente alrededor de 2020, pronosticó Bacóccoli.