«Profesión: guerrillero. Domicilio: Montañas de Colombia. Señales particulares: cicatrices por combate». Así contestaron Gerardo Aguilar, de nombre de guerra «César», y Alexander Farfán, «Enrique Gafas», en el trámite para su extradición a Estados Unidos.
La justicia estadounidense los pide por «secuestro, terrorismo y, en el caso de César, por tráfico de drogas ilícitas», informó el embajador de Washington en Bogotá, William Brownfield.
«Yo no me vendí. Yo soy de las FARC (las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)», dice «César» a su abogado, Rodolfo Ríos, y le pregunta cómo serán las celdas en Estados Unidos, pues el pedido de extradición se concretó el jueves.
Ríos teme que su defendido y el otro guerrillero sean tratados en Estados Unidos como los presos de la red extremista islámica Al Qaeda.
Se trata de los guerrilleros capturados en la operación «Jaque» del 2 de julio, que fue calificada de «perfecta» por la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, una de las 15 personas liberadas en esa ocasión.
[related_articles]
Gracias a «Jaque» salieron también libres e ilesos Keith Stansell, Marc Gonsalves y Thomas Howes, estadounidenses que trabajaban en la longeva guerra colombiana, y 11 militares y policías.
Todos llevaban entre cinco y más de 10 años en poder de las izquierdistas FARC, que aspiraban a canjearlos por guerrilleros presos. En la selva quedan aún 27 uniformados y tres políticos rehenes.
La versión de «César» coincide en sus principales rasgos con la descripción del Ministerio de Defensa sobre cómo ocurrió «Jaque».
A través del abogado Ríos, IPS obtuvo la versión del denominado «carcelero» de las FARC, hasta la semana pasada comandante del Primer Frente de esa guerrilla, unidad que custodiaba a Betancourt y a sus compañeros que fueron liberados por un comando del ejército.
Los cautivos a cargo de «César» estaban efectivamente repartidos en tres grupos, como lo dijo el general Freddy Padilla, comandante de las Fuerzas Militares, quien detalló que cada grupo estaba a 50 kilómetros de distancia de los demás.
[pullquote]1[/pullquote]Cerca de un mes y medio antes de la operación, «César» comenzó a recibir mensajes de texto en el teléfono satelital de la comandancia del frente.
Desde hace un tiempo, las FARC se habían pasado a esa forma de comunicación, abandonando la comunicación habitual por radio, o las conversaciones de voz por teléfono satelital, debido a las interceptaciones.
Los mensajes provenían, creía «César», del comandante del Bloque Oriental, Jorge Briceño, conocido como «Mono Jojoy», de otros miembros del secretariado del Estado Mayor de las FARC, e incluso del propio comandante en jefe actual, «Alfonso Cano».
Las órdenes indicaban que él debía agrupar a los cautivos. Llegaba un mensaje de Cano, uno de Briceño, también de varios otros comandantes, todos confirmándole una operación de liberación. Él describe ese cruce de mensajes como «un zigzag».
A «César» le pareció raro, pero cumplió la orden, e inició el agrupamiento de los cautivos, según el general Padilla por la zona del río Inírida, al sur de Colombia.
«César» dice que nunca hubo un mensajero que reiterara personalmente las órdenes «de arriba» (como afirma la descripción oficial de la operación «Jaque»), y que los mensajes recibidos quedaron en el teléfono satelital, en poder de sus compañeros de frente.
En los últimos 20 días, los mensajes de texto se intensificaron. Le indicaban el sitio a donde debía llevar al grupo de rehenes, según el general Padilla 150 kilómetros más al norte del punto donde éstos fueron agrupados, un lugar despejado de árboles que resultó ser una plantación de coca.
Cuando la unidad guerrillera llega al cocal con sus cautivos, «yo estaba con dudas, emocionado pero a la vez nervioso», reproduce el abogado Ríos para IPS las palabras de «César».
Lo primero que observa el curtido guerrillero son dos aviones que vuelan a gran altura, trazando un amplio círculo sobre la zona, y sobre los que hasta ahora no se tenía noticia.
Luego ve los helicópteros, que tenían el mismo color blanco y una franja roja con igual diseño que los utilizados para el traslado, en enero y febrero, de los rehenes dejados libres por las FARC tras gestiones lideradas por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez y coordinadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), y que «César» había seguido por televisión en la selva.
Del único helicóptero que aterrizó se bajan cuatro civiles ataviados con pantalones vaquero. Dos de ellos lucen también camisetas con la imagen del guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara y, a la altura del estómago, una franja con un letrero que decía «Cruz Roja Internacional». Los otros dos llevaban en la camiseta el logotipo del CICR, asegura el insurgente.
«De acuerdo a lo que me ha dicho César, él distingue perfectamente los emblemas de la Cruz Roja Internacional, del CICR» señaló a esta agencia el abogado Ríos.
Los que portaban la imagen del Che Guevara saludaron: «¡Qué hubo camarada!», fórmula habitual en la guerrilla colombiana, y de uso muy común en Venezuela.
La quinta persona que se bajó del helicóptero era una mujer, vestida totalmente con el uniforme de las FARC y sus insignias, aunque no llevaba armas. Los informes oficiales han mencionado a una mujer disfrazada de enfermera.
[pullquote]2[/pullquote]Y luego apareció un personaje muy parecido al periodista colombiano Jorge Enrique Botero, el único que ha podido llegar a los campamentos de los rehenes y autor de varios libros sobre las FARC.
El supuesto Botero iba seguido de otro hombre, de acento venezolano y que portaba los distintivos de prensa del canal multiestatal sudamericano Telesur, con sede en Caracas.
Entonces, «César» se tranquilizó.
La mujer que supuestamente llevaba el uniforme de las FARC, y de quien después se supo que es una capitana del ejército colombiano, comenzó a atar las manos de los cautivos.
Inicialmente, «César» argumenta que no puede subir al helicóptero, que no puede dejar su unidad guerrillera, y designa a otros para que acompañen la operación. Pero la supuesta guerrillera, y los demás integrantes de «Jaque», le dicen que Cano lo necesita, «usted es el que tiene que hablar con él».
«César» no porta su fusil en ese instante, pues lo ha entregado a un compañero de armas durante los nerviosos minutos que el helicóptero permanece en tierra, para «colaborar en la logística» del embarque de los cautivos, relató su abogado.
Él y «Gafas» son los últimos en embarcar. «No pueden subirse con armas», les dice alguien perteneciente a la supuesta misión humanitaria, y ellos aceptan dejar en tierra también sus pistolas 9 milímetros niqueladas. La información oficial relata que el pedido se les hizo a los guerrilleros ya subidos en el helicóptero.
Ya en la nave, les indican a ambos que deben ubicarse hacia el fondo.
Cuando se van a sentar, se les abalanzan los cuatro agentes que portaban las camisetas con la imagen del Che y el logotipo del CICR. Los golpean, los reducen. «César» siente que lo están inyectando y pierde el conocimiento, mientras lo siguen golpeando.
Por los golpes, a «César» le dieron ocho días de incapacidad, y a «Gafas», seis días. Ambos usaban anteojos, que quedaron destrozados. Y recibieron atención médica, aunque cuando Ríos los vio por primera vez, al día siguiente de su captura, aún estaban parcialmente bajo el efecto del sedante.
«Fui engañado por inteligencia militar», reconoce ahora «César» a su abogado, «todos los satelitales y radios están interceptados». El Ministerio de Defensa habla de «desviación de mensajes».
El jurista Ríos le ha preguntado varias veces a «César» si está seguro de que los militares que estaban en la operación portaban el emblema del CICR, y siempre ha recibido por respuesta «sí, estoy absolutamente seguro, y eso fue lo que me dio confianza, porque yo tenía muchas dudas».
«Me dio confianza el hecho de que aparecían ahí los emblemas de la Cruz Roja Internacional», le ha dicho «César».
También le dio confianza la supuesta presencia del canal Telesur, pues una cámara venezolana acompañó las liberaciones unilaterales anteriores logradas por Chávez, y la aparente figura del periodista Botero.
Asimismo, relató el abogado, «el hecho de que los muchachos que estaban ahí tenían camisetas del Che Guevara y tenían un comportamiento como el que tiene un guerrillero, una persona instruida de la guerrilla. Eso le dio muchísima confianza».
En la noche del 2 de julio fue televisado el primer encuentro del presidente Álvaro Uribe, la plana mayor de sus generales y el grupo de los liberados.
Allí, Uribe remarcó en tres ocasiones que «los helicópteros no llevaron insignias, ni de Cruz Roja ni de nada parecido, ni de misión humanitaria», pero no mencionó las camisetas.
«Era una misión especial, con la finalidad y la tarea de transportarlos (a los rehenes) a otro campamento, con el visto bueno de las FARC», resumió la coartada.
Sin embargo, en el vídeo de unos tres minutos tomado durante la operación, editado por el Ministerio de Defensa y mostrado públicamente, se ve en una camiseta un doble círculo negro con las últimas tres letras de la palabra «Geneve».
Y el 6 de julio, el diario colombiano El Tiempo publicó una reconstrucción de cómo se planeó y ejecutó la operación «Jaque», basada en el relato de «uno de los autores intelectuales del mayor golpe a las FARC en su historia».
«Aquí no valía el arma que lleváramos o la destreza para disparar sino el feeling (la actitud) que tuviéramos para convencer a los guerrilleros, sobre todo a ‘César’, de que éramos en realidad de una misión humanitaria. También diseñamos unos logos para los chalecos que llevaban los de la misión y los supuestos periodistas», dijo el entrevistado al diario bogotano.