Una empresa extraerá plata de los mismos contaminantes que se propone limpiar; ex desempleados exportan prendas de diseño; campesinos plantan nuevas variedades de mandioca que duplican productividad con menos agrotóxicos; productores conjugan agricultura y protección amazónica.
No es ficción. Tierramérica dedica este número especial a cuatro experiencias productivas, cada una con un énfasis distinto en los principios del desarrollo sustentable.
Comparable con encontrar un tesoro al final del arco iris, son caminos multicolores que, ya antes del final, dan sus réditos. Su denominador común es la agudeza de ingenio y la posibilidad de repetirse cruzando fronteras en América Latina.
Imagen panorámica de la planta de San Bartolomé. Crédito: Manquiri. |
BOLIVIA: SAN BARTOLOMÉ VALE UN POTOSÍ
La basura de la minería acumulada por siglos en las laderas del Cerro Rico de Potosí, en Bolivia, es blanco de un proyecto de remediación ambiental acometido por la Empresa Minera Manquiri SA.
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Se trata de limpiar pallacos, sucus y desmontes, contaminantes dispersos en la zona del cerro por 470 años de explotación minera en ese sitio del sudoeste boliviano. ¿Para qué? Para extraer de ellos lingotes de plata en un circuito cerrado y sin nuevos daños ambientales.
Los pallacos son materiales desprendidos de las paredes del cerro por el descongelamiento de la superficie rocosa, los sucus son los restos al aire libre de la explotación del estaño por el sistema hídrico de alta presión y los desmontes, desechos del interior de la mina, todos generadores de aguas ácidas.
En Cerro Rico se extraía la plata por lixiviación, mezclando la roca en una gigantesca piscina al aire libre con el tóxico cianuro de sodio, que se filtraba al suelo. En temporada de lluvias, las que caen de Cerro Rico generan copajira (agua ácida) que se escurre hasta la cuenca del río Pilcomayo, afluente del Paraguay, contaminando cultivos y pastizales.
"Esos materiales serán removidos, procesados para recuperar el contenido de plata de baja ley, y finalmente depositados en diques de colas (presas de almacenamiento de arenas), construidos con criterios medioambientales", explica a Tierramérica Edmundo Zogbi, gerente de comunicación de Manquiri.
El proyecto, que lleva el nombre de San Bartolomé —patrono de Potosí—, implica recoger los materiales en volquetas, procesar los de más de dos milímetros de diámetro en una planta y llevar lo desechado por tuberías hasta los diques de cola en una especie de ruta alfombrada por una geomembrana que, en caso de un accidente en el conducto, evitará la contaminación del suelo.
Las cooperativas mineras y la estatal Corporación Minera de Bolivia son socias de la estadounidense Coeur d'Alene Mines en el proyecto, que asegura destinar al flanco ambiental más de 30 de los 250 millones de dólares de su inversión total, para producir diariamente, durante una década, entre seis y siete lingotes de plata de 100 kilogramos.
En plena confección de prendas. Crédito: La Juanita. |
ARGENTINA: DESEMPLEADOS, UNÍOS
En los años 90, el argentino Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de La Matanza —el distrito más populoso de los que rodean la ciudad de Buenos Aires—, que rechazaba la asistencia del Estado, creó la Cooperativa La Juanita, que hoy tiene 42 empleados directos y 600 indirectos.
Su buque insignia es una fábrica textil que produce para el mercado interno y exporta a Gran Bretaña, Italia y Japón..
"Estamos produciendo 2.000 bolsas de tela que nos encargó un restaurante orgánico de Buenos Aires para reemplazar las de plástico, pero soñamos con producir 50.000", dice a Tierramérica Silvia Flores, de la cooperativa.
Ésta alberga también una panadería, un jardín de infantes y un taller de informática. Muchos de sus miembros accedieron a microcréditos que les permitieron producir por su cuenta y vender en ferias comunitarias.
Con 16 máquinas, el taller textil elabora camisetas para una empresa local y para exportar.
"Estos emprendimientos están destinados a que los jóvenes del barrio puedan encontrar una salida laboral rápida", dice a Tierramérica Héctor "Toti" Flores, fundador del MTD y hoy diputado de la opositora Coalición Cívica.
"Para que sean sustentables es necesario asociarse con otras personas que tienen la experiencia y la dedicación para ayudar", agrega.
Por eso se aliaron con el innovador diseñador de modas Martín Churba, que les propuso fabricar prendas con diseño y puso a disposición sus contactos comerciales. La Juanita confeccionó originales guardapolvos que se vendieron no sólo en la elegante tienda de Churba en el barrio de Recoleta, sino también en Estados Unidos y Japón. Luego llegó un contrato con la cadena italiana de comercio justo Altro Mercato.
Palmeras y otros frutales en la selva amazónica. Crédito: RECA. |
BRASIL: CONVIVENCIA DE BOSQUES Y CULTIVOS
"Trabajar a la sombra" es una deseada ventaja cuando se está bajo el sol implacable de la Amazonia brasileña. Otras son ir más allá de la simple extracción, y abrir perspectivas rentables de aprovechar los bosques, estimulando la reforestación con árboles nativos.
El proyecto Reforestación Económica Consorciada y Adensada (RECA), premiado en 2007 por el gobierno de Brasil y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) por su aporte a los Objetivos del Milenio, es el hijo virtuoso de la migración salvaje de agricultores sureños, subsidiada por el gobierno a partir de los años 70 para ocupar la Amazonia, intensificando su deforestación.
Un grupo de esos migrantes, asentado en el estado de Rondonia (noroeste), creó en 1989 la Asociación de los Pequeños Agrosilvicultores de Nueva California y puso en marcha RECA. Eran 86 familias; ahora son más de 360, dice su presidente, Arnoldo Berkenbrock.
Cada familia recibió 100 hectáreas de tierra y empezó a sembrar arroz, frijoles, maíz y otros cultivos acostumbrados en el sur. "Para nosotros, los 'seringueiros' (extractores de caucho) eran perezosos que no querían derribar el bosque para sembrar, pero luego cambiamos de parecer", explica.
Así decidieron cultivar frutos amazónicos como cupuaçú (Theobroma grandiflorum), pupuña (Bactris gasipaes) y castaño (Castanea sativa), que tienen un creciente mercado nacional e internacional.
Algunos ex seringueiros se unieron a la siembra de frutales, haciéndolos más densos y productivos, y reforestando áreas de vegetación nativa destruida, por ejemplo, por la colonización que promovía el gobierno.
RECA combinó la cultura agrícola del sur con conocimientos de los extractores amazónicos, mezclando cultivos y bosques, sin limitarse a la extracción y manteniendo la sustentabilidad, destaca Mario Menezes, de Amigos de la Tierra-Amazonia Brasileña.
Las dificultades del proyecto son su lejanía de los grandes mercados y la burocracia, que encarece costos con muchos trámites y altos impuestos, lamenta Berkenbrock.
La yuca es base de un proyecto productivo rentable y amigable con el ambiente. Crédito: Dominio público. |
VENEZUELA: MANDIOCA DUPLICADA
Con nuevas variedades de yuca (mandioca) y técnicas agrícolas sustentables, campesinos del central estado venezolano de Cojedes comenzaron a producir 18.000 kilogramos del tubérculo por hectárea, en una zona donde el promedio es de 9.000 kilos.
"En vez de sembrar una estaca para que nazca una planta, se lleva al campo una mata provista de yemas capaces de generar hasta 50 arbustos. Se trata de variedades no sólo más productivas sino más adaptables al terreno y más resistentes al asedio de plagas", explica a Tierramérica Antonio Romero, responsable del proyecto en la Fundación La Salle de Ciencias Naturales.
Las plantas, del género Manihot, son obtenidas de variedades desarrolladas por el Centro Internacional de Agricultura Tropical, de la vecina Colombia.
"Trabajamos en genética no sólo de yuca sino también de tubérculos como la batata y el ñame. Cuarenta y cinco familias se han beneficiado con el salto en la cosecha. En alguna hectárea obtuvimos más de 30.000 kilos", señala Romero.
Como las variedades son más resistentes, se emplea menos plaguicida y se echa mano de controladores naturales de plagas, lo que además abona el rendimiento, afirma el técnico.
Un saco con 60 kilos de yuca puede venderse en Venezuela a entre 40 y 100 dólares, mientras el salario mínimo es de 370 dólares. Por eso la Fundación apuesta a sumar a esta práctica más rentable y sustentable a los conuqueros (pequeños campesinos itinerantes) de las zonas altas de Cojedes, unas 5.000 familias que llevan años deforestando las áreas en las que nacen ríos tributarios del Orinoco.
* Con aportes de Bernarda Claure (La Paz), Marcela Valente (Buenos Aires) y Mario Osava (Río de Janeiro). Este artículo fue publicado originalmente el 19 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.