La organización extremista Talibán, hoy clandestina tras controlar Afganistán entre 1996 y 2001, aumenta su presencia en todo el país, en especial alrededor de la capital. Sus operaciones tienen un alto costo en vidas civiles, al igual que las de Estados Unidos.
Informes desde la centrooriental provincia de Ghazni indican que Talibán controla la mayoría de sus distritos en horas de la noche.
En las orientales provincias de Kunar y Nuristán, limítrofes con Pakistán, la policía ya no instala puestos de control de la seguridad, por lo cual las milicias islamistas tienen una libertad de movimiento casi total.
Mientras, informes militares estadounidenses publicados esta semana por el diario canadiense The Globe and Mail que hay distritos de la meridional provincia de Kandahar controladas por Talibán que por el gobierno afgano, que, no obstante, domina los más populosos.
Los insurgentes utilizan su creciente influencia como plataforma de lanzamiento contra las fuerzas de la coalición internacional liderada por Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
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Talibán había prometido renovar su ofensiva en la primavera boreal. Desde entonces, lanzaron una serie de resonantes operaciones en todo el país.
A fines de abril, el presidente Hamid Karzai escapó milagrosamente ileso de un atentado con bombas y cohetes en Kabul, durante un acto público. Murieron seis personas, entre ellas un niño de 10 años.
En junio, un batallón de Talibán irrumpió en la principal cárcel de Kandahar y liberó a un millar de presos. Hace dos semanas, un coche bomba se precipitó sobre la embajada de India en la capital. Murieron más de 40 personas y un centenar resultaron heridas.
El pasado fin de semana, docenas de civiles murieron en una serie de operativos talibanes. El saldo fatal de estas acciones ubican a las tropas occidentales bajo presión creciente. Muchos soldados creen, incluso, que será imposible ganar la guerra.
Para colmo, fuerzas de la coalición internacional mataron el domingo a cuatro policías afganos y a cinco civiles en un tiroteo en la occidental provincia de Farah. Esa misma noche, los morteros occidentales mataron al menos a cuatro civiles en la oriental provincia de Paktika.
Al día siguiente, en la oriental provincia de Laghman, combatientes talibanes dispararon un misil contra un camión de combustible. Seis civiles murieron.
El gobierno afgano no evita ahora criticar a la coalición occidental por uso excesivo e inadecuado de la fuerza militar. Legisladores informaron la semana pasada sobre un ataque aéreo estadounidense sobre una fiesta de bodas en de Nangarhar, en el que murieron 47 civiles.
Funcionarios de Nuristán informaron que en otro bombardeo aéreo estadounidense en esa provincia murieron 15 civiles.
"Karzai debería entregarnos a los asesinos para que los colguemos, o, de lo contrario, renunciar", dijo uno de los pobladores de la localidad bombardeada en Nangarhar a la agencia de noticias Institute for War and Peace Reporting (IWPR). "Si no lo hace, haremos justicia con nuestras propias manos."
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) informó que en el primer semestre del año los muertos por el conflicto en Afganistán suman más de 700, dos tercios más que los del mismo periodo del año pasado.
Entre enero y julio, Estados Unidos lanzó 1.853 bombas y misiles, 40 por ciento más que en el primer semestre de 2007.
Estas operaciones fallidas son, supuestamente, respuesta a ataques de Talibán.
La semana pasada, unos 200 combatientes talibanes irrumpieron en un puesto militar estadounidense de un área aislada. Nueve soldados murieron, sumándose a 138 caídos este año.
El Congreso legislativo estadounidense considera elevar la presencia militar en Afganistán. Comandantes del país norteamericano consideran que se requerirían 10.000 soldados adicionales para frenar la violencia.
El virtual candidato presidencial del Partido Demócrata, Barack Obama, propone el envío de dos brigadas más, es decir más de 7.000 soldados, reduciendo al mismo tiempo las tropas en Iraq.
Su rival republicano, John McCain, prefiere elevar la presencia militar en Afganistán sin afectar los contingentes en Iraq.
A pesar de esos enfoques, según los cuales la violencia crece por una inadecuada cobertura militar, la magnitud de la fuerza de la OTAN pasó de 37.500 en enero de 2007 a los 53.000 de hoy.
Mientras, muchos afganos consideran que la violencia tiene su origen en la pobreza y la falta de infraestructura, por lo que 7.000 soldados más serán de muy poca ayuda para detener la tendencia.
El gobierno informó que 4,5 millones de afganos —17 por ciento de la población— se encuentran en una situación de "alto riesgo" de inseguridad alimentaria por la carestía. Activistas advirtieron que cada vez más mujeres se vuelcan a la prostitución para poder comer y alimentar a sus hijos.