¿Cuáles son los colores de la bandera de Alemania y cómo están dispuestos? ¿Quién compuso la Novena Sinfonía y el «Himno a la Alegría»? ¿Cuántos habitantes tiene este país?
Conocer las respuestas a éstas y otras preguntas será imprescindible para quien aspire a obtener la ciudadanía alemana. Así lo ha dispuesto el Ministerio del Interior, que se apresta a poner en vigor el Test de Ciudadanía, una prueba de conocimientos generales de historia, política, geografía y cultura alemanas, destinada a aquellos residentes extranjeros mayores de 16 años que deseen convertirse en alemanes.
La norma entrará en vigencia el 1 de septiembre y se suma a la serie de requisitos ya previstos para solicitar la ciudadanía: una antigüedad mínima de ocho años de residencia en el país, probados conocimientos del idioma alemán, solvencia económica, respeto del sistema democrático y ausencia de antecedentes penales.
El examen incluirá 33 preguntas con el sistema de múltiple opción, que serán elegidas al azar de un listado de más de 300, divulgado con anterioridad.
Los aspirantes deberán contestar de manera correcta más de la mitad de las preguntas. Podrán prepararse en los "cursos de integración", existentes desde 2005, en los cuales se imparten conocimientos de idioma, cultura e historia.
"Para muchas cosas tenemos que comprobar nuestras aptitudes, ¿por qué no para la adquisición de la ciudadanía?", arguyó el democristiano Wolfgang Schäuble, ministro del Interior.
La canciller (jefa de gobierno) Angela Merkel, también democristiana, apoyó desde un comienzo la implementación de la norma que consideró "legítima", pues la obtención de la ciudadanía no puede tener lugar "al paso".
La medida ha despertado numerosas críticas en el ámbito político y en las organizaciones de inmigrantes. Es "contraproducente", dijo la diputada socialdemócrata Lale Akgün. Con ironía y ante el pleno del parlamento, emparentó la prueba con el concurso televisivo de preguntas y respuestas "¿Quién quiere ser millonario?".
Safter Çinar, portavoz de la Asociación Turca de Berlín-Brandenburgo, acusó al gobierno nacional de "no tener interés en ligar a las personas a esta tierra".
"Es un paso más de discriminación", dijo a IPS la argentina Marcela Polgar. "Y además, por la historia, por el tema racial y elitista que conlleva 'ser alemán', es una cuestión particularmente delicada", completó la joven de familia judía, diseñadora de páginas web y residente en Berlín desde hace más de una década.
Más de siete millones de extranjeros viven en este país, lo que equivale a casi nueve por ciento de la población. La mayoría son turcos.
Sin embargo, una de cada cinco personas consideradas "extranjeras" ha nacido en suelo alemán, pero no ha accedido a la ciudadanía debido al principio de "jus sanguinis", que determina la nacionalidad de una persona según la de sus padres.
Sólo a partir de las reformas a las leyes migratorias introducidas en 2000 por el gobierno del socialdemócrata Gerhard Schröder 1998-2005), se abrió la posibilidad de que los nacidos en el territorio alemán accedieran a la ciudadanía, con independencia del origen de sus padres, según el principio de "jus soli", que establece la concesión de la nacionalidad según el lugar de nacimiento.
Entre 2000 y 2006 se nacionalizaron algo más de un millón de habitantes, de acuerdo con los últimos datos oficiales disponibles.
Pero las encuestas muestran un amplio apoyo de la población alemana a la prueba. Casi 70 por ciento de los encuestados "saludan" la iniciativa, afirman sondeos de opinión publicados por la prensa.
"Estoy de acuerdo con este examen, me parece bien que si los extranjeros quieren tener la nacionalidad, demuestren interés por el país en el que viven", dijo IPS Ursula, una mujer de casi 60 años, dedicada al cuidado de su casa y procedente de la Cuenca del Ruhr, una urbanizada región del occidental estado de Renania del Norte-Westfalia.
Con todo, también aquí se aplica el refrán "en casa de herrero, cuchillo de palo". Esta semana, uno de los principales noticieros de la cadena pública de televisión ARD exhibió en pantalla durante 23 segundos una insignia nacional con los colores negro, rojo y amarillo —aquellos por los que se pregunta en el Test de Ciudadanía— dispuestos de manera equivocada.